viernes, 14 de febrero de 2014

Coachings para el suicidio

Me gustaría saber en qué escuela han estudiado estos feísimos de los perros que nos están llevando a la catástrofe. Maldito sea el curso intensivo que les dieron en sus partidos, en sus masters de empresa y algunos la maldad diluida en la leche que mamaron para llegar a sus puestos, puestos de coachings de suicidio, un suicidio colectivo que están poniendo en práctica en su propio país, en el nuestro, bajo el genérico de “democracia”. 
¡Malditos sean junto al dinero que han robado y que roban, así se les volviera una gusanera que les comiera el hígado y el corazón!  Así se vieran todos ellos un día pidiendo limosna y no tuviéramos ni pan para darles, ya que han desterrado la caridad y la piedad de su perverso y progre lenguaje y no han sido capaces de suplirlas con la preciosa palabra “justicia”. No nos han dado nada, al contrario, viven a costa nuestra con unos altísimos sueldos por tocarse los genitales. Y no solo hablo de polítcos, que también, hablo de banqueros, directores de empresas -que deberían ser servicio público-, de los que, bajo su parcela de poder, se lucran con lo que no les pertenece. No dan ni agua. Que, por no dar, ni lástima les damos,  solo saben llenarse las barrigas y los bolsillos con dinero de las arcas públicas y hablar con muchos ceros, muchísimos, mientras ven cómo morimos. Su única hacienda es jugar con nuestro porvenir y el de nuestros hijos y nietos entreteniendo el tiempo con una burda dialéctica que nos tiene a punto de reventar como un siquitraque.
Solo me alegra que no se puedan quitar las odiosas caras que tienen y que todos reconoceremos de por vida y que no se podrán salvar de una muerte segura, como todo quisqui. La historia no les perdonará, por mucho que dirijan a su favor la prensa y los demás medios. No les perdonaremos ni después de muertos. 
Para sentenciarlos uno a uno, voy con una letra que cantaba mi buen amigo, flamenco él, Cándido de Málaga.

Dicen que muere rabiando
to aquel que tiene dinero...
solamente con pensar
que todo lo que ha ganado
otro se lo va gastar.

Y acabo con una mía, en la que abandono cualquier ideal político que hubiera tenido antes porque, a través del tiempo y habiendo vivido en dictadura, en centro derecha, en pseudo socialismo y en derecha dura y siniestra, considero que todos son lo mismo, una pandilla de mamarrachos que han adorado la monarquía, que fuman puros y dirigen multinacionales, que gozan de unas pagas que tendrían que gastar en bicarbonato, que nos han llevado a una guerra, la peor de todas, contra nosotros mismos:


No voy a darles el gusto 
de seguir como hasta ahora
que no es amiga una mano
que pone al cuello la soga.

Desde este Garitón, sabiendo valorar el trabajo que cuesta tener en las manos una papa, Mariví Verdú.

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