viernes, 24 de enero de 2014

Y dijo Dios: Hágase la luz. Y la luz se hizo.


El jardín se había convertido en un criadero de malas hierbas que habían acabado con los nutrientes de aquella tierra cuyo fin no era el abandono. La grama se enmarañaba en los rosales. El boliche, la cañota y los jaramagos no paraban de nacer por doquier  y la lluvia había dado el último empujón a tan libre crecimiento. Pretender cambiar el panorama era tarea difícil pero no imposible. Había que arrancar de los parterres y del trozo de huerto aquel vergel salvaje e improductivo que minaba de raíces su subsuelo y que daba tan triste aspecto a un paisaje creado para la belleza.

La pequeña parcela del monte alto precisaba el trabajo y los cuidados de una mano salvadora. Sólo dos manos y mucho interés por cambiar los malos hábitos que el anterior descuido habían provocado, no serían suficientes. Ante el desastre, tal vez no podría una mujer sola. Pero las ganas de cambiar aquel trozo de tierra hecho para la bondad y tomado hasta hoy por la desidia, hicieron el milagro. Para ello contó con la presencia de una mano amiga, dos manos milagrosamente vivas, cuatro manos mágicamente unidas ante un cuadro triste de abandono.



Cuando decimos que "tenemos la negra" sabemos que se relaciona con la mala suerte, pero el níspero de la linde, pobrecito, ese sí que sabe lo que es. El viejo níspero solitario sufre esa enfermedad. La negra le había caído años atrás y  el fruto que había dado la última temporada colgaba de sus ramas inspirando un incontenible dolor de corazón. Los racimos de la fruta enmohecida y su tronco plagado de parásitos enternecían al más duro de los seres. Esos malditos hongos le habían robado su vigor y requería un tratamiento para poderlo librar de su destino. Ellas lo fregaron con jabón casero y estropajo de esparto, cortaron cuidadosamente sus ramas enfermas y retiraron los restos de la poda y los frutos podridos, dejando su futuro en manos de la providencia. Limpiaron los pies del árbol de hierbas y, mullendo su cuna, pensaron que el amor y la lluvia harían el resto.


Ambas mujeres dejaban de pensar en las cosas del mundo y pensaban en ellas mismas cuando ponían en sus manos las tijeras de podar, cuando cogían la azada,  cuando arrancaban vigorosamente y a puñados las malas yerbas que todo lo invadían dejando ver solo algún rodal de humildes violetas. No pararon de trabajar en varios días: sembraron perejil, acelgas y patatas; podaron el jazmín, la madreselva y el orégano, cavaron para sacar el viejo rosal, el que tenía las espinas más agudas y endurecidas que imaginar se pueda; recogieron hojas secas, pedruscos y agujas de los pinos. Y una tarde, la mujer más joven acabó de sacar el viejo tronco y las profundas raíces que se abrían más de medio metro a la redonda. Ocurrió un miércoles. 

Comenzó a llover. La lluvia es dulce para la tierra y triste para el corazón. Las dos mujeres saben lo que significa la tristeza, lo que es el sufrimiento y la melancolía, lo que duelen las espinas del rosal y de la vida, así que la tomaron como un nuevo bautismo, una bendita iniciación, un compromiso con la tierra, con lo más cercano. Las lágrimas son algo así como la lluvia, una forma de darnos, de transformarnos en algo transcendente como el agua. Fue entonces cuando ocurrió algo misterioso, inexplicable: apareció un bellísimo animal herido de muerte. Y murió horas más tarde bajo la dama de noche. Entre las dos lo envolvieron en un paño blanco y lo enterraronen el hueco del rosal. La más joven cogió un brazado de vinagretas amarillas y los echó sobre su cuerpo inerte... ambas sembraron trece bulbos de gladiolos rojos sobre la tierra húmeda que le cubría. Ahora reposa para siempre en un jardín de invierno.


Acabado el tiempo de encuentro, cada una continuó con su vida. Ambas se enfrentaron de nuevo a su libre destino individual y al forzoso destino universal del mundo que habitan. Cada una guardó a su manera el dolor que les produce la falta de justicia, la muerte de los débiles y la ausencia de amor. Sin embargo, en sus corazones maltratados no había hueco para el rencor. A las dos les quedó la conformidad de haber intentado arreglar el mundo más cercano y cada una seguirá haciendo lo que su alma le dicte. Ambas mantendrán en secreto su agonía y volverán al mundo de los hombres pero nada temerán:  la luz se hace siempre porque los corazones limpios no pueden vivir bajo las sombras. 

A mis tres generaciones amigas: Pepi, Mónica y la pequeña Lucía. 

Foto de www.tattoopins.com

1 comentario:

  1. Todavía no puedo creer que no sé por dónde empezar, me llamo Juan, tengo 36 años, me diagnosticaron herpes genital, perdí toda esperanza en la vida, pero como cualquier otro seguí buscando un curar incluso en Internet y ahí es donde conocí al Dr. Ogala. No podía creerlo al principio, pero también mi conmoción después de la administración de sus medicamentos a base de hierbas. Estoy tan feliz de decir que ahora estoy curado. Necesito compartir este milagro. experiencia, así que les digo a todos los demás con enfermedades de herpes genital, por favor, para una vida mejor y un mejor medio ambiente, póngase en contacto con el Dr. Ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com, también puede llamar o WhatsApp +2348052394128

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