martes, 14 de noviembre de 2023

LOS MANANTIALES DE VENUS, por Mariví Verdú

Ayer, lunes 13 de noviembre, fui a ver si encontraba agua en Venus. Y la encontré. Y no fue solo agua lo que allí confluía sino todo lo que el agua significa, vida y color,  elemento vital de los seres humanos, de todo aquel que quiere ver en el agua razón y motivo de nuestra existencia.

Como si un resorte me echara del sillón, así bajé hasta la parada del autobús 133 y me encaminé a Málaga. Iba con un objetivo claro, sola y sin más equipaje que mis gafas, el móvil, la libretilla azul y mi pluma. Sí, yo sabía que habría que anotar cosas porque iba al encuentro de un milagro. La creación artística siempre lo es y en este caso, que concurre  por partida doble, es la conjunción de un par de artistas de gran calado, Elena Pedrosa y Antonia Puertas, hija y madre,  que merecía toda mi atención. La verdad es que me gusta enfrentarme a solas con las obras artísticas, necesito que haya un diálogo con mi alma a través de mis ojos, del color, de las formas, de la abstracción que es el arte y que tanto provoca en mi espíritu. “El agua en Venus” se nos ofrece en el Ateneo de Málaga. Lleva desde el 27 de octubre y lo estará hasta el 30 de noviembre de 2023.


No sabía exactamente a qué hora abrían el Ateneo pero era el único motivo que me movía a hacer kilómetros y a enfrentarme a una ciudad que tanto quiero y que se me ha vuelto una desconocida. A las cinco me encontré dulcemente en Casa Aranda, venciéndome a mí misma y a mi dieta por dos churros y una mini jícara de chocolate para hacer tiempo a que pusieran la Plaza de la Constitución.

Subí las altas escaleras hasta alcanzar la sala Pérez Estrada. Leí uno por uno los versos que contiene cada peldaño, algo que dejaré para contarlo en otra ocasión, e hice parada en el primer tramo, justo donde se halla la secretaría. Ya no está en ella mi amigo Andrés, hay un chico joven al que no conozco y que me saludo amablemente. Continué subiendo hasta el tramo donde antes tanto disfruté en mis noches ateneistas, cuando Pepe llevaba el bar y cantábamos y hablábamos de poesía tantas y tantas tardes-noches... Y desde el mismo pasillo donde está la sala de conferencias, ya pude divisar las fuentes que andaba buscando: las aguas de Venus.

No sé que pensamientos cruzados en mi cabeza me pararon en cada uno de los trabajos, los de fotografía de Elena Pedrosa y los de óleo y distintas texturas de mi amiga Toñi, como cariñosamente llamamos a Antonia Puertas familia y amigos. Cada trabajo me transmitió un sentimiento, me llevó a un lugar determinado, bajo una luz precisa. Alguno me sugirió un campo de trigo cerca de un mar atardeciendo, otro un vuelo que hice hace cuarenta y siete años sobre Lanzarote. Vi también a dos seres de carne surgiendo de un mar de ocre con un niño amarillo de la mano mientras otro abría puertas en el mar enseñando sus islas amarillas, su fondo de ciudad perdida. Por un momento recordé aquel día que descubrí el tránsito de Venus, nombre que le di a un libro de poemas . El tránsito de Venus ocurre cada siglo y casi un cuarto, un hecho que sucedió en 2004 y 2012 y no se repetirá hasta 2117 y 2125... Y tanto Elena como Antonia han ido y han descubierto ríos, fuentes y mares en el Mazarrón de Venus y ahora nos la ofrecen en cascada desde el centro de Málaga.  Entonces recordé a San Agustín, que no sé bien por qué motivo recordé a San Agustín...

Quería citar aquel dicho o leyenda sobre el sabio que escribí un día y me agradecieron la Comunidad Agustina con muy bellas palabras. Entresaco el texto que recordé y decía así:
(...) Cuenta la tradición que un día, mientras paseaba por la orilla del mar, pensando en Dios y su misterio trino, vio cómo un niño que andaba  jugando en la arena quería llenar con agua de la mar – que transportada en su cubito, viaje tras viaje-  el boquete que había hecho en la arena. Agustín le preguntó qué hacía y el niño le contestó que estaba sacando el agua del mar para llenar su pocito, a lo que el santo replicó que era imposible. Cuentan que aquel niño era un ángel enviado por Dios que dijo a San Agustín, antes de desaparecer, que era aún más difícil descubrir el misterio de Santísima Trinidad (...)
Yo he visto dos ángeles haciendo lo imposible, una madre y una hija, ambas artistas, llenando el pozo del agua bendita del arte. Ellas son el misterio y el agua de Venus.

Y es que a veces no sé qué hilo mágico enreda las almas, hacen que coincidan, que pasen cerca, que ocurran cosas, que conecten positivamente, que concurran tiempo y espacio en una casualidad convergente y que caminen el tiempo preciso, juntos y en paralelo, disfrutando la sincronía de un filamento radiante. La amistad es un don maravilloso que hay que cuidar diariamente. El nueve de mayo de 2023 creé un grupo de wasap al que denominé UMANOS, así, sin H, de puro entusiasmo juvenil. La edad media del grupo es la de una jubilación activa y con las inquietudes del corazón despierto que caracteriza a la mayoría de nosotros. Todos fuimos alumnos coincidentes en la clase de Alejandro Álvarez en UMA+55, en La Térmica. Toñi Puertas pertenece a este grupo y al mío íntimo y escribo este comentario desde mi más profundo respeto a su trabajo y a su vida y, desde luego, desde mi más cariñosa correspondencia.

Y como ocurre también lo contrario, que simplemente sea un pasar por el lado sin echarnos mutua cuenta o, lo que es peor, que se vean y se conozcan el tiempo justo de sentir rechazo y apartarnos del camino porque no hay ni una pequeña hilacha con que sujetar el trato, celebro hoy nuestra amistad y le dedico mi tiempo y mi palabra. Para tí, Toñi Puertas. Y enhorabuena por trabajar con la hija de tu sangre. Enhorabuena, Elena, y besos para las dos.

Desde este Garitón que hoy ha amanecido tan rosa y dorado como Venus, Mariví Verdú

*Cuál seria mi sorpresa esta mañana al buscar el texto de San Agustín y descubrir que lo escribí tal día como un 13 de noviembre pero de 2009 y lo publiqué el 14...  ¿Casualidades de la vida? Yo diría que todo un tejido bordado de milagros.

https://dolienteydeoccidente.blogspot.com/2009/11/doliente-y-de-occidente-recuerda-san


Quien quiera saber más sobre esta exposición, os dejo un enlace muy interesante.

www.jardinremoto.net


domingo, 12 de noviembre de 2023

DEL HORROR VACUI AL GARABATO, por Mariví Verdú

Es difícil y cada día más empezar la mañana ante un lienzo en blanco, ya sea ante un folio de papel, una documento de ordenador o un trozo de tela sin más. El miedo a llenar demasiado el vacío -o demasiado poco-, el de ensuciarlo, desgraciarlo o dejarlo inservible es obsesivo. Sin embargo, el conflicto que se crea en esos primeros instantes -estos mismos- entre la osadía y la humildad, bien que merece la pena. A veces ni siquiera sirve para transmitir acertadamente lo que se siente, lo que se quiere expresar o sacar del pecho o la cabeza rebosante de palabras, de ideas, de imágenes transferibles pero...¿Cómo?  ¿Hacerlo solo porque sí, porque no explote de emoción o hacerlo por inercia. esa insidiosa costumbre de escritora? Muchas veces, la inercia del artista va directamente al garabateo del alma que en mi caso se ha hecho una constante, diaria, no remunerada y por tanto irrelevante ante la sociedad y libre como recompensa. Porque escribo libremente, sin consejo de nadie, sin precio ni obligación alguna y eso les agrada a mucha gente que me lee y lo agradezco y jode a otros tantos como es natural en la regla de tres de la vida, esa cosa increíble que está hecha de múltiples cosas buenas y sazonado con envidia, olor a multitudes y olvido.

El primer deseo que me corrió por la cabeza esta mañana era cagarme en un técnico de lavadoras y en una empresa con quien tuve trato directo el pasado 24 de octubre, hacer pública la factura que me presentaron por no hacer nada y joderles vivos con una demanda en Facua por ladrones, estafadores, ineptos y cabrones que han sido con una persona de setenta años, pero si pongo el nombre de la empresa igual me toca pagar porque, en este mundo injusto, hasta son capaces los hijos de puta de demandarme y buscarme una ruina, la que les deseo a ellos desde mi impotencia y desencanto. Os cuento la historia para que no sea solo un descargo de insultos sin argumento. He de decir que haberme contenido el meterle una hostia como Dios manda al operador que me mandaron me supuso un ataque de ansiedad que ha derivado en muchas más cosas... ya sabéis, fue la gota que colmó el vaso. También he de decir que tuve dos testigos del abuso sufrido, Ana y Adrián, dos chicos estudiantes y formales que estaban presentes en el robo a mano armada y pecho desalmado del que fui objeto.

Me citan de doce de la mañana a dos de la tarde. A las dos menos cuarto tocan al telefonillo. Aparece un “gestial” (así hubiese dicho mi madre de él. Este nombre se lo aplicaba  a una persona cuando tiene más bien forma de bestia que de humano) que no cabía por la puerta del piso y se fue a lo que todos sabíamos que tenía: la maneta rota. Era solo y exclusivamente eso, cambiarla y sacar la ropa que llevaba tres días dentro. En cinco minutos abrió la puerta, nos dejó un artilugio rocambolesco para seguirla abriendo que no funcionó, nos dejó la orden de trabajo que ascendía a 77,06 euros  haciéndome firmar en dos casillas y que, aprovechando que no tenía las gafas, daba por aceptada la reparación... En la ilegible orden de trabajo me dio un presupuesto de casi doscientos euros por rematar la faena... Y se fue muy ufano él, imagino que orgulloso de la faena. Pedí la factura al día siguiente, ya que me había cobrado hasta el IVA y no me la mandaron. Les expuse ante la empresa la estafa de la que había sido victima pagana y no me hicieron ni el más mínimo caso. Tuve que entrar en su página web, pedirla oficialmente y acompañé mi petición con un escrito adonde contaba todo lo que aquí cuento, palabras que se pasaron por el forro y que a mí me dan pie hoy a desearles que se gasten los setenta y siete euros en bicarbonato.

Al otro día me fui, por recomendación de mi amigo Francisco Moreno, al polígono industrial San Luis, a una empresa de electrodomésticos y repuestos que se llama Navas y es totalmente recomendable y compré una puerta completa por 35 euros. Mi amigo me la montó, tenía cuatro tornillos que quitar y cambiar la puerta apretándolos de nuevo. Lo que tenía es mucha voluntad, empatía y ganas de ayudarme. Luego nos fuimos a tomar una copa los tres, Mariló -su mujer y mi amiga- él y yo, a brindar por la gente buena y a no olvidar a indeseables como esos que se enriquecen dejando la profesión por los suelos, que viven engañando a los demás con malas artes.

Muchos que hayan llegado hasta aquí dirán que por qué tanto preámbulo de horror vacui y garabatos para contar una vulgaridad, para decir algo que ocurre más veces de lo deseado, para compartir un cotilleo de maruja pero... ¿Qué es escribir? Escribir es escribir y si puede ser algo verídico es mejor. Hay poco lugar para la imaginación con media España cagando y otra media vomitando, con medio mundo en llamas y otro medio desmayado. Yo no quiero estar más que en mi rinconcito. Por cierto, mi amigo Miguel Gil, el marido de mi amiga Pepi Navarrete, me ha regalado una carica papaya que he sembrado abajo, cerca del portón. He sembrado también apio y acelgas y una mata de salvia que dicen que será mi salvación.

Desde El Garitón amaneciendo en grises y celestes, Mariví Verdú

Foto de Shamsia Hassani

martes, 7 de noviembre de 2023

ONCE AÑOS CON VICTORIA, MI ABUELA, por Mariví Verdú

Mi abuela Victoria, con la conviví once años de mi vida y la marcó para siempre, era sabia, bajita de estatura, buena en toda la extensión de la palabra y tenía el don de la paciencia. Entre sus quehaceres preferidos estaban leer, contar historias y hacer croché. Las labores salían de sus manos limpísimas, no había más que almidonar y planchar para que parecieran que no habían tocado manos sobre ellas.  Y es que Victoria tenía la piel de cristal de tanto haberle dado al pulpejo, de lavar ropa y refregar con jabón casero -que tenía más cáustica que aceite-. Sus manos tenían un leve toque celeste de tanta ceniza y azulete que habían soportado y y se marcaban sus venas algo violáceas a fuerza de las penas que habían aguantado para que no les estallaran.  A veces daba una cabezada en la que el ganchillo resbalaba por su delantal de cuadritos grises. Unas veces caía al suelo rodando levemente y con un sonido casi imperceptible apagado por la ropa y otras se quedaba posado en el regazo, sobre sus rodillas minadas por la artrosis, dolencia que le impedía caminar con normalidad. Aun conservo su sillita baja, de madera, con asiento de anea, mudo testigo de tantas horas nuestras. Victoria, a la que le costaba incorporarse después de sus largos ratos de labor sentada, nunca lograba erguirse del todo porque su columna no se salvaba tampoco de la artritis y le costaba un rato ponerse a caminar. Cuando lo hacía, dando pasitos cortos y acompasados, miraba muy bien siempre donde ponía sus doloridos pies. Una mota de arena que pisara le resultaba un martirio chino. Siempre la conocí así, con sus dedos liaditos en tela finísima para que no le rozara la lona de la zapatilla sus nudillos salidos, sus deformadas falanges. Eran visibles todos sus huesecillos. Por eso siempre la conocí con sus pies calzados en aquellos angelitos negros, zapatillas de una badanita aterciopelada que eran amoldables a sus sufridos pies. Los llamados angelitos negros los compraba en calle San Juan, frente a la tienda de tejidos del mismo nombre, en la plaza de la Iglesia: Calzados Hinojosa. Este año cerró ya sus puertas definitivamente. Era una zapatería-alpargatería de mucho prestigio en Málaga. Más tarde compraba mi madre y luego yo. Hasta mi nieto tiene zapatillas de allí, por tanto han pasado cinco generaciones de mi familia por aquel mostrador largo de madera, atendido correctamente por dos hermanos que han envejecido con la ciudad eterna. De siempre me gustó ir por aquella calle, tan antigua y tan típica, rebosante de historia. Allí está también el taller Gravura, un lugar donde anida y florece el arte. Y la tetería de mi amiga Rosa...tan exquisita. Pero ya no podré comprar nunca más unas zapatillas en Hinojosa, aunque aún puedo ir a comprar lanillas a Cinco Bolas...

Y vuelvo de nuevo a las labores y con ellas a mi abuela Victoria: ¡Cuánto tiempo invertido en aquellas maravillosas tareas, pañitos, encajes y colchas...! ¡Cuántos pensamientos habrían pasado en esas horas por su frente! Y cuánta sangre circularía por sus manos, adormecidas al movimiento mecánico artístico de sus dedos en perfecta armonía con el hilo y la aguja. Yo estaba casi siempre allí, a su lado, para aprender, para soñar y para recogerle la aguja. Unas veces despierta y otras dormida pero ella siempre allí, conmigo, como un ángel de la guarda.

Y cada vez que marcaba el reloj de péndulo una hora, desde el amanecer hasta la noche, rezaba un rezo tan hermoso de agradecimiento que yo no podía por menos que escribirlo cuando le dediqué la novela “Hijos de la vid” basada en su vida (la oración está en la página 192), una vida abundante en sucesos y aventuras. Una vida que influyó en la mía y la marcó para siempre. Y como no me dio tiempo de anotar sus oraciones -creí que mi abuela viviría para siempre- tuve que echar mano de mi memoria y suplir con la imaginación:

Ha dado la una: gracias por el sol, gracias por la luna.
Han dado las dos: a Dios le doy gracias por lo que me dio.
Ya dieron las tres: gracias por mis ojos, mis manos, mis pies.
Han dado las cuatro, gracias por las viñas que nos dan trabajo.
Cinco campanadas: gracias por la tarde, por la madrugada.
Seis horas seguidas bendigo al que quiso traerme a la vida.
Siete horitas dieron dándole las gracias al Dios verdadero.
Ocho horitas ya, el sol que se viene por el que se va.
Nueve horitas, nueve, con Dios me levanto, contigo me acueste.
Ya dieron las diez, los diez mandamientos siempre cumpliré.
Once rezos hice, doce horas al día mi amor te bendice.
Doce campanadas: Dios está en los cielos y en las almohadas.

Desde El Garitón con un sol digno de abril, Mariví Verdú

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...