viernes, 27 de diciembre de 2013

DÍA DE PAZ, por Mariví Verdú



En este tiempo, como me pasa siempre en los finales de año, regresa mi manía de hacer balance de lo vivido. Con el acopio de melancolía que una guarda en la roja alacena del corazón, miro con atención el mundo que me rodea y me siento pequeña e insignificante; leo lo que he escrito durante tantos años, miro lo que he pintado, bordado o dicho, y tengo la sensación de que no sirve para nada.

Alguna vez he deseado irme, esa es la verdad. Cuando me arrebataron a quienes tanto quería, perdí la ilusión. Pero algún ángel se empeñó en que me tenía que quedar en esta hoya de Málaga para no sé bien qué cometido. De la ilusión al fracaso, como marioneta de la suerte, sin dejar de describir la elipse del grito, he seguido viva y preguntándome qué hago aquí.

Sin embargo, diariamente ocurren milagros que me dan razones para vivir: mirar los ojos de los que quiero, disfrutar la presencia, la voz y la sonrisa de los seres que me ha regalado el destino (hablo de mi familia, de mis íntimos amigos y de otros buenos corazones). Entonces todo cobra sentido, mis palabras, mis trabajos, mi vida entera se revaloriza y me dan ganas de seguir respirando, yendo y viniendo, implicándome en la vida. 

Asombrada de que todavía tenga sitio para lo nuevo y lo bueno, tomo la última curva del 2013 con esperanza. Porque hay gente a la que quiero y me quiere, hay unas personas maravillosas a las que le debo la vida y, aunque sé que todo transcurre como una sucesión de penas y alegrías interminable, me quedaré aquí hasta que pueda. Seguiré escribiendo, pintando y sonriendo mientras me quede aliento para ello. Y sé que nada cambiará cuando me vaya, solo que empezaré a formar parte de sus corazones como hoy los que se fueron forman parte del mío. Eso es lo único que me alegra: que la vida continúe.

Sé que son muchas personas de buen corazón las que tengo a mi alrededor y sienten como yo estas agonías y estos milagros. Mi palabra es la de todos los que tienen su alacenita en el pecho. Por eso escribo lo que siento, porque hay quien no lo hace y me lee con su voz.

*Para mis hijos Pedro y Cristina, para mi nieto Daniel y mi sobrino nieto Ángel, para mis amigos de verdad -ellos se reconocerán- y para los que me inspiran desde algún punto brillante del universo o desde mi propio corazón, con todo mi cariño. 

Mariví Verdú

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