viernes, 27 de mayo de 2022

VARIACIONES DEL AMANECER, por Mariví Verdú

Esta mañana estoy levantada desde las cinco, despierta, con ganas de vivir. Como cada día, asisto emocionada a su primer acto, siempre nuevo y fugaz como el tiempo mismo. Me doy cuenta de que, por encima de mi propio estado de ánimo, sigo siendo la expectadora agradecida, alegre por y consciente de la belleza de estas horas en cualquier época de mi vida, en todos los lugares y estaciones, junto a esta soledad perpetua y libre que me habita como lo hiciera en un principio y a la hora de mi muerte, amén. Hoy, para variar, me he encontrado dos luceros enfrente. Aparecían alineados como unos ojos en mitad del cielo Eastmancolor oscuro. Atónita ante la mirada luminosa, lejana y conocida, me puse a considerar en lo afortunada que soy teniendo tanto, tantísimo, por delante. Y comenzaron a pasar por mi cabeza cosas acaecidas últimamente. Encendí el ordenador. Quería escribir algo sobre algunas de ellas pero empecé enviando un par de correos a dos compañeros de clase del último trimestre de la UMA+55, Grantes Temas de la Literatura. Y, con las ideas cruzando como perseidas, loca por pillar alguna para confeccionarle un traje al día, paré sobre una foto que hice la pasada semana a mi rosal de olor y escribí al pie unas palabras, una simple pregunta: ¿Qué sería de la música sin el silencio?... Sin apenas darme cuenta, la luna menguante se había unido al paisaje. Como una tajadita chica, ya casi luna nueva, se había hecho presente diciendo “Aquí estoy yo”. Y se quedó durante la media hora siguiente, mientras  escribía sobre el silencio y la rosa malva. De pronto me dí cuenta de que lo más interesante de la rosa no lo podía describir: su perfume. Y ahí me quedé encajada, sin encontrar aroma que darle a mis palabras y viendo desaparecer la luna en un cielo amarillo, naranja, verde y lila azulado donde la jacaranda. 
 
Levantarme activa, creativa y consciente de mi papel en el mundo es un privilegio. Por lo menos tendré a qué echarle la culpa de mi pérdida de tiempo. Mientras todo se cubría de colores, recapacité sobre la importancia de nuestras vidas (la de los demás y la mía) cuando convergen en otras, cuando topan o se rozan nada más o cuando, en un sentido reflexivo, empiezan a importarnos y somos capaces de distinguir el metal de una voz (unas voces que hasta ayer eran extrañas) o de reconocer sus facciones entre la multitud. Me asombra esta capacidad de acercamiento del ser humano, el milagro de la empatía y también, y cómo no, el de la gracia oportuna del rechazo. 

Luego sigo que ahora me tengo que ir. 

Desde El Garitón, una dulce mañana de mayo, Mariví Verdú.

martes, 10 de mayo de 2022

OLE TÚ, GITANILLO, POR SIEMPRE, AMÉN, por Mariví Verdú


Luis Santiago Amador
es flamenco porque puede,
guitarrista y el mejor
cantaor que ha dao Vélez.

Tiene su sello
mi Gitanillo
de buen veleño.

De mi trabajo ganador “Por los almendros” 2019


Querido Luis: el pasado sábado, día 8 de mayo de 2022, me dieron la noticia de que no habías despertado de tu sueño, la triste noticia de tu despedida y el consuelo de que la vida te dejó sobre tu cama después de haberte bendecido. Sé que te dijo un secreto al oído que ayudó a realizar tranquilamente tu viaje. Un secreto no, porque yo lo sé y lo sabe todo el que te quiere. Te dijo dos cosas que te honran: que te quiere y te ha querido muchísima gente y que tu voz resonará en nuestros oídos con esa calidez de la que tú hacías derroche porque así eras, cariñoso, cálido, grande y único.

Quiero escribirte esta carta desde que estuve la última vez en Vélez Málaga. Iba con una excursión cultural y no pude veros ni a ti ni a Evaristo y hoy me pesa no haber roto las normas porque la vida es así de caprichosa y decide cuando será la última vez que hagamos algo y que en mi caso dejé por hacer. De pronto, en el lugar que menos he frecuentado desde hace catorce años, en lo que fue la peña más emblemática de Málaga, me dí cuenta de que has sido el primer cantaor, junto con mi querido Paco Padilla, buen aficionado, que cantó mis letras, aquellas alegrías que tan dichosamente compartimos. Gracias por ilusionarme en continuar escribiendo y hacer mis letras dignas de tu cante.

Aunque te admiraba desde mucho antes, nuestra amistad surgió desde la década de los noventa. Recuerdo cuando te escribí una escueta biografía para aquella primera página flamenca que creé, Flamenco en Málaga...qué momentos. Momentazos.



“...y, mientras los niños lloraban, él cantaba. Él niño era Luis Melchor Santiago Amador, el que hoy lleva por nombre su raza y por apellido artístico el pueblo que más quiere. El es “Gitanillo de Vélez”. Y canta desde que le alcanza el recuerdo.
Nació en Periana (Málaga) el diecisiete de mayo de mil novecientos cincuenta y uno. Ajárquico es como a él le gusta declararse, de la tierra de su origen, pero el tiene su origen en el propio arte y vino con un don desde la cuna. Quien le conoce lo sabe.
En su primera participación en concurso de cante, ganó un segundo premio. Fue en el Valle del Sol, en Álora, con una malagueña aprendida el mismo día, en la puerta de un bar, de voz de Diego “El Perote”.

Gitanillo estuvo, de joven, en América con Fosforito, Farruquito, Manuela Vargas, Chocolate y otras primeras figuras del arte flamenco.¡Cómo canta este gitano, cómo nos lleva adonde quiere, como nos hace recordar al inolvidable Chaqueta, con qué gracia, con qué personalidad!


Se pirra por los potajes, en particular el de hinojos. Y... hablando de comer: Luís me cuenta que en sus comienzos fue con una pequeña compañía por los pueblos en la que iba también un malabarista que usaba naranjas para su actuación. Qué hambre no se pasaría por entonces que, en un despiste del mago, Gitanillo se las comió todas.

Amén de ser un magnífico cantaor, es un excelente guitarrista. Una excelencia que ha heredado su hijo Luli, sorprendiéndonos cada día que pasa porque vive entregado a la guitarra, porque tiene madera y talento. Y es natural: toda su familia rebosa arte. Reme, su mujer; sus hijas Debla, Belén y Séfora, las abuelas y todos los genes... Viven en Vélez y todos caben en mi corazón.

Hace algunos años escribí unas letras por Alegrías de Cádiz, dedicadas a Málaga, y las escuchó Gitanillo. Me alegré mucho de que le gustaran y las hiciera suyas, ya que fue en su voz como realmente se acabaron de crear y desde entonces p ́acá las canta Málaga entera. Gracias, Luís, por regalarnos tanto arte.

Cuando me pongo a elegir
si el Perché o la Triniá
no me puedo decidir
si a los dos los quiero igual.

De San Pablo hasta El Carmen
yo voy rezando
y La Esperanza en medio
me está llamando.

Málaga, la tierra mía
es un regalo de Dios,
azul tiene su bahía
y nunca le falta el sol.

Qué bonita mi playa,
mi merendero,
mis espetos de caña
brillando al fuego.

El Puerto se ilumina
con su Farola
y yo me enciendo, niño,
con tu persona. ”


Son muchas las ocasiones en las que he coincidido contigo, mi querido Gitanillo, casi siempre por ser tu fiel amiradora y muchas otras, todas inolvidables, por ser tu amiga y por tener tantos amigos en común. Siempre he tenido tu respeto y cariño, tu voluntad, y sabes que siempre fue mutua.

No quiero alargar esta carta porque la remitente está triste y el destinatario, o sea, tú, estás lejos y a ese lugar es dificil que llegue otra cosa que el recuerdo de nuestra amistad, pero, como sabías lo que me gusta escribir y necesitaba hacerlo, he esperado a tener un rato de paz y de templanza para dedicarte unas letras que lleven mi más fuerte abrazo. Sé que hay un pedazo de cielo grande y azul como el nuestro allá donde te encuentras y espero que estés con los tuyos en la gloria para siempre como estás en la historia del flamenco y dentro de mi corazón.

*Me pasé toda la tarde y buena parte de la noche buscando fotos en las que estuvieras feliz y son muchas, muchísimas, pero como es imposible ponerlas todas ni decir todo lo que siento desde lo más hondo de mi alma, me limito a poner las que estamos jóvenes, guapos, y solo las que caben en esta carta.  Bastan para dar a entender mis sentimientos, el orgullo de conocerte y la tristeza  que me embarga.


Ole tú, Gitanillo de Vélez, amigo Luis, ole tú por siempre.
Amén.



**En la segunda foto, realizada en la antigua sede de la Peña Los Verdiales, Gitanillo tiene al lado una serigrafía de Eugenio Chicano que representa a tres grandes axárquicos: Salvador Rueda, Juan Breva y en el centro, en el mecedor, María Zambrano. Ahora no están ni mi querido Eugenio ni mi querido Luis, cinco axárquicos orgullo de mi tierra... cuánto vacío. ¿Cómo se puede llevar esto?

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...