miércoles, 20 de enero de 2010

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE ESTÁ DE SUERTE

Cuando esperamos que los demás entiendan los porqués de nuestra vida, de nuestros actos, cuando no queremos que critiquen o tomen a la ligera los sentimientos propios; cuando pedimos que admitan nuestra forma de pensar y de vivir como algo importante y verdadero, nos deberíamos exigir igual disposición hacia el resto del mundo: voluntad reflexiva, justicia, autocrítica , permisividad y piedad.


El tiempo, ese gran aliado de la verdad, esa lima invisible que endereza el orgullo y la vanidad del hombre, está mirando desde un rincón del portal más cercano a cada uno de nosotros. Todo lo que ayer eran valores banales o espejismos genéticos, dejan de tener el emplazamiento que tenían para ponerse en la cola de la desilusión. Entonces, la supervivencia, que no conoce el libro Guines, tiende a ser optimista -que no es más que un inteligente pesimismo, asumido por inevitable- y ríe y canta como un pájaro atardecido. Y por esto inventaron los hombres el suicidio. Y, por tanto, la Música y la niña Poesía. Ambas tuvieron de seno común a la Tristeza, esa Melancolía que nació para cantar el último estadio de los dioses.


Hace cuatro años que escribí esta reflexión que acabo de encontrar entre los archivos de Word, dentro de una carpeta amarilla -ya saben, la del icono color yema de huevo, que contiene los papelotes modernos-. Creí haberla perdido pero estaba en un rincón del disco duro, ese pozo tan utilizado como desconocido por el género humano de esta parte del mundo, parecido al limbo o más bien a la nada. Se metería, sabe Dios, como folio caído por detrás de un mueble que sólo se mueve cuando se blanquea… o algo así. Junto a este archivo acabo de encontrar otro que nunca más pensé encontrar: el de un libro completo que quedó atrapado en la barriga del viejo ordenador cuando éste murió, hace ahora un año. Lo di por muerto también, ya que no recordaba haberle hecho copia alguna. Y qué suerte más bendita habérmelo encontrado vivo, esperando ser abierto de nuevo, tomado, reconocido, mío. Lleva por título El poder de las cosas pequeñas.


Es tanta la alegría de este encuentro que voy a darle un repasito cariñoso y lo publicaré en breve -me da igual el dinero o la distribución, saldrá- para que sea lo que quiso ser cuando se engendró: un libro. Me he puesto una fecha, el 28 de Mayo de 2010, Dios mediante y la suerte de cara. Lo presentará mi amiga Marisa Laguna, una amante de la Literatura, una mujer extraordinaria, romántica empedernida, clara y sincera, inteligente, fresca como una mandarina recién cogida y, lo que más me gusta, inevitable como una lágrima. Así que… estoy de suerte.

A Marisa Laguna.
Desde El Garitón, donde se me ha otorgado el placer esta mañana de asistir al más bello amanecer del año, Mariví Verdú.


*A lo mejor esta noche sacan las imágenes que tomé, unas instantáneas de oro, al final del Telediario, en El Tiempo. Merecer lo merecen. A ver si las tienen en cuenta.
(Aquí están, para todos vosotros.)

martes, 12 de enero de 2010

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE ESTÁ DE SUERTE. A Marisa Laguna.

Y qué suerte más bendita habérmelo encontrado vivo, esperando ser abierto de nuevo, tomado, reconocido, mío. Lleva por título El poder de las cosas pequeñas.

Cuando esperamos que los demás entiendan los porqués de nuestra vida, de nuestros actos, cuando no queremos que critiquen o tomen a la ligera los sentimientos propios; cuando pedimos que admitan nuestra forma de pensar y de vivir como algo importante y verdadero, nos deberíamos exigir igual disposición hacia el resto del mundo: voluntad reflexiva, justicia, autocrítica, permisividad y piedad.

El tiempo, ese gran aliado de la verdad, esa lima invisible que endereza el orgullo y la vanidad del hombre, está mirando desde un rincón del portal más cercano a cada uno de nosotros. Todo lo que ayer eran valores banales o espejismos genéticos, dejan de tener el emplazamiento que tenían para ponerse en la cola de la desilusión. Entonces, la supervivencia, que no conoce el libro Guines, tiende a ser optimista -que no es más que un inteligente pesimismo, asumido por inevitable- y ríe y canta como un pájaro atardecido. Y por esto inventaron los hombres el suicidio. Y, por tanto, la Música y la niña Poesía. Ambas tuvieron de seno común a la Tristeza, esa Melancolía que nació para cantar el último estadio de los dioses.



Hace cuatro años que escribí esta reflexión que acabo de encontrar entre los archivos de Word, dentro de una carpeta amarilla -ya saben, la del icono color yema de huevo, que contiene los papelotes modernos-. Creí haberla perdido pero estaba en un rincón del disco duro, ese pozo tan utilizado como desconocido por el género humano de esta parte del mundo, parecido al limbo o más bien a la nada. Se metería, sabe Dios, como folio caído por detrás de un mueble que sólo se mueve cuando se blanquea… o algo así. Junto a este archivo acabo de encontrar otro que nunca más pensé encontrar: el de un libro completo que quedó atrapado en la barriga del viejo ordenador cuando éste murió, hace ahora un año. Lo di por muerto también, ya que no recordaba haberle hecho copia alguna. Y qué suerte más bendita habérmelo encontrado vivo, esperando ser abierto de nuevo, tomado, reconocido, mío. Lleva por título El poder de las cosas pequeñas.

Es tanta la alegría de este encuentro que voy a darle un repasito cariñoso y voy a intentar publicarlo en breve -me da igual el dinero o la distribución, saldrá- para que sea lo que quiso ser cuando se engendró: un libro. Me he puesto una fecha, el 28 de Mayo de 2010, Dios mediante y la suerte de cara. Lo presentará mi amiga Marisa Laguna, una amante de la Literatura, una mujer extraordinaria, romántica empedernida, clara y sincera, inteligente, fresca como una mandarina recién cogida y, lo que más me gusta, inevitable como una lágrima. Así que… estoy de suerte.

Desde El Garitón, donde se me ha otorgado el placer esta mañana de asistir al más bello amanecer del año, Mariví Verdú.

*A lo mejor esta noche sacan las imágenes que tomé, unas instantáneas de oro, al final del Telediario, en El Tiempo. Merecer lo merecen. A ver si las tienen en cuenta.

jueves, 7 de enero de 2010

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE A JUAN MOREAU EN UN DÍA GRIS

El día primero del año visité, como hago cada semana, al poeta Paco Parra. Llegué bajo un sol de lujuria a la hermosa Villa de Comares, lugar escogido por el poeta para envejecer y no pudrirse antes de tiempo. Los altos aires que allí se respiran mantienen fresca su alma, mientras el cuerpo lo conserva con ayuda de uvas moscateles, miel, naranjas y un ron pálido que le acerca a Dylan Thomas por día mientras entretiene su cabeza con literatura exquisita. Muy de mañana, día dos, me conecté a Internet y visité nuestro periódico, Diario La Torre. Me quedé de piedra con la noticia de la muerte del poeta Juan Moreau. No pude entender nada en ese momento. Y, además, tenía que decírselo a Paco, a su amigo Parra, que vive más solo que la una y ya va teniendo muchos años encima. Tuve esa sensación que me visita décimas de segundo, algo así como un escalofrío, un misterioso pensamiento que conlleva cierta inclinación a la soledad más precisa e insalvable, la soledad del poeta que, como dijera Ernest Hemingway, es la más parecida a la del suicida -a veces confundidas una y otra-. Va siendo habitual en mí desde hace unos años. Procuro que dure poco. A pesar de no querer sentir ese arrebato de locura, tiendo a entender al poeta que se nos ha ido, como tantos otros, muerto por decisión propia. Y un vuelco grande me da el corazón. Juan se ha tragado sus palabras futuras y para siempre. Ha puesto punto final a su obra. Tremendo. Qué sensación de angustia.

Mariano José de Larra, Cesare Pavese, Alfonsina Storni, Horacio Quiroga… El suicidio sólo se puede comprender desde la soledad más sola, desde la imposibilidad de ver la alegría en este mundo, no pudiéndose apartar del dolor más hondo, del más propio. Y, lo que es peor para el poeta, por no poder encontrar a la poesía, habiéndola rozado tantas veces, habiendo convivido con ella tantos años, teniéndola cogida de la mano. Aunque Juan tenía voz propia y muy buenos sentimientos, puede que todo esto fuera la urdimbre de la venda que se puso en sus ojos, la fibra opaca de la cuerda maldita. Nadie lo sabe. Sólo sabemos que sus poemas están entre nosotros y Juan se ha quedado eternizado en palabras. La muerte es la duda de los vivos, la meta de la vida, la incógnita más grave, más precisa y segura, el desenlace final de nuestra tragicomedia. En él tal vez sea su descanso.

Dios promete un cielo. Sea Dios tan verdad como su promesa y Juan Moreau pueda en él crear su obra definitiva. Amén.

viernes, 1 de enero de 2010

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE ¡Viva 2010! Y vivan Alhaurín de la Torre y San Silvestre de mis entretelas


Ayer me puse con los borrachuelos para no pensar. Tenía que haberlos hecho el sábado antes de Nochebuena pero no pude por muchas circunstancias. Y los hice ayer porque era mejor no hacer balance del año 2009. Anda y que le corten las orejas a 2009 y que Dios no tenga en cuenta la mala leche que me infunde más de un cohabitante de este mundo. Y la verdad es que, como he tenido años peores, he tomado con cierta alegría y esperanza este año nuevo.


Son las siete y diecisiete de la primera mañana del año y me he sentado a escribir. No tengo arreglo. Creo que la mayoría de lectores de este diario ya me van conociendo y saben que soy tan madrugadora como amante de la naturaleza, y reconocen mis tendencias literarias y artísticas. Sí, la poesía, la pintura y el flamenco –en él bendigo a toda la música-, ¿para qué negarme a mí misma? Todas son manifestaciones que están en relación directa con el corazón de los hombres, como el amor y el dolor -aunque estos se sufran más a la chita callando- y yo he crecido entre ellas, con ellas.

A pesar de andar ya más cerca de los sesenta que de ninguna década, no cejo en el empeño de dejar escritas y recogidas las creaciones que en Málaga se den sobre las Bellas Artes, por lo que a ello dedico mi tiempo y atención. Ya conocéis mi historia y la de Calle del Agua, porque corren paralelas desde hace algunos años. Yo diría que son la misma, ya que a vivirlas me dedico. Tal vez por ese motivo he dejado rezagado mi artículo navideño, uno con villancicos y paz que quería haberles dedicado a todos ustedes desde hace más de una semana. Vayan mis mejores deseos en los versos de esta décima que forma parte de un conjunto de ellas que he reunido bajo el título Belén de papel de seda y que les dedico con todo mi cariño.


Belén de papel de seda,
de arena, musgo y cartón,
de purpurina y latón,
de hierba de la vereda
-que bien vivita se queda
hasta bien entrado enero-.
Cuelgo de un hilo el lucero
de orillo, y un ángel santo,
ese que me gusta tanto,
que dice ¡Gloria en el cielo!

El motivo de no haberlo hecho a tiempo es el mismo que ocupó hace tres meses una serie de artículos y crónicas en nuestro querido diario sobre Calle del Agua. Y es que anteayer nació una nueva revista, la número 9, un motivo de alegría y de satisfacción comparable tan sólo al momento de volverla a sacar del sufrido vientre de la creatividad. De este vientre abandonado de la mal llamada clase intelectual, política y hasta de los algunos amigos que se dedican a escribir, que son los que tal vez debieran valorar más el trabajo de los colaboradores de Calle del Agua y el mío, que no es poco. Y me pregunto ¿dónde están los amantes de la Literatura y del Flamenco de Málaga? ¿Puede más la envidia que la comprensión o la soberbia que la generosidad? No sé cómo no decaigo en este empeño al que tantas horas regalo. Pena me da ver cómo dejan aburrirse a la única asociación que ha demostrado tener agallas y talante para sacar adelante una revista de tal magnitud, dignísima, y con tan escasa ayuda. Tenía pena porque el apoyo institucional y flamenco de Málaga me falló hace unos años pero ¿dónde está el de Alhaurín de la Torre? Calle del Agua ha renacido y escogió hacerlo aquí. Pero… como si nada. Todo sigue brillando por la ausencia.


La verdad es que no entiendo mucho qué es lo que pasa en mi querido pueblo, y digo mío porque es la tierra escogida libremente por mis padres y por mí para vivir y morir, que significa tanto o más que haber nacido en ella y tenerla como natural, y, en el peor de los casos, obligadamente. Y digo mío porque aquí vivo, amo, sufro –entre otras cosas, el desempleo- y pago todos los impuestos. Soy más verde que una hiedra y más morá que una petunia. Hace mucho tiempo que sé de qué pie se cojea, el mismo que acepto la cojera con amor de madre. Sigo el desarrollo de este pueblo como el que ve crecer a un hijo…y lo defiendo y ensalzo siempre que tengo motivos y tribuna para hacerlo. Pero eso no significa que no le vea los defectos preguntándome muchas cosas sobre él y sobre sus responsables.

Y entre las cosas que me pregunto están algunos porqués esperando repuesta. ¿Cómo pueden tenerse cerrados o usados al 10% de su capacidad nuestros centros vecinales cuando hay colectivos -como el que yo represento- capaces de dar una alternativa cultural y flamenca semanal a un pueblo que tiene sitio de sobra y, lo más penoso, teniendo una peña flamenca de adorno?, ¿cómo podemos tener en Alhaurín una peña flamenca que sólo se cosca de año en año, más triste que el cobrador de los muertos, costando al ayuntamiento tanto dinero como le cuesta y teniendo menos chicha que una momia?, ¿por qué se hace tan poco caso a unas ofertas culturales de primer orden y sin embargo hay otras que, con poco que ofrezcan, cuentan con un nutrido número de clacs que se lo tragan todo como si estuvieran comiendo gloria y encima no les falta ni la bendición papal?


Pues quiero que sepan que Calle del Agua se acuerda en sus páginas de Miguel Alarcón, de Miguel Ángel Huesca, de Antonio Arjona, de Paco Acosta, dignísimos representantes de nuestro pueblo; que la escribe una vecina de Alhaurín de la Torre y que se vende -casi regalada- en la papelería María del Valle, más alhaurina que la torre, y que en la pasada edición nos acordamos de la Torre del Cante en un extenso artículo que, ni agradeció la peña ni su propio autor, teniendo ambos sobrados motivos para hacerlo, dejando de acudir al acto sin una excusa siquiera, sin una mísera llamada de teléfono, sin representatividad ninguna que llenara sus localidades, vacías durante todo el acto.

Pero, a pesar de los pesares, yo sigo con mi labor, este autismo que me aísla del mundo por exceso de sensaciones, con mi querido síndrome de Stendhal, preparando ya la décima revista que coincidirá en número con este nuevo año 2010. Nacerá para marzo, como la primavera. Y así la acogeré, como la flor de la canela. Espero que sigan asistiendo a su presentación los queridos amigos que lo hacen siempre, que son los que realmente se la merecen.

Quiero que sepan que no es rabieta ni amor propio lo que me mueve en estas últimas líneas, es sólo justicia lo que exijo. Y paz, pero exclusivamente para los hombres de buena voluntad. El resto, que se la gane.

Desde El Garitón, con mucho más amor del que expreso en estas crítica, Mariví Verdú.

*Gracias al grupo flamenco onubense Aliquindoi, al cantaor Joaquín Cabello “El Quini” y al joven guitarrista Rubén Lara por su colaboración en Calle del Agua 9. Y muy especialmente a Paco Jurado y a Niño de Bonela, artistas únicos, gloria del Flamenco en Málaga.


DÍA DE ANDALUCÍA Y EL ARTE DE GREGORIO VALDERRAMA, por Mariví Verdú

Hay días que merece la pena ser contados, anotados y retratados para revivirlos después en el recuerdo, como el día de ayer. El cartel que c...