*Gracias a todos los amigos que me han cedido sus fotos para ilustrar esta crónica. Por cierto, el verso que le faltó a Sylvia en la copla dice:
DOLIENTE Y DE OCCIDENTE
jueves, 29 de febrero de 2024
DÍA DE ANDALUCÍA Y EL ARTE DE GREGORIO VALDERRAMA, por Mariví Verdú
*Gracias a todos los amigos que me han cedido sus fotos para ilustrar esta crónica. Por cierto, el verso que le faltó a Sylvia en la copla dice:
viernes, 16 de febrero de 2024
SALVADA POR LA MÚSICA Y LOS ALMENDROS, por Mariví Verdú
Por día que pasa me siento más desconectada del mundo, más irascible y crítica, más perdida en este absurdo teatro -a veces institucional- en el que lo hemos convertido. Ayer hubiese preferido una pantomima: mejor un mimo que un fiasco. Y me pregunto ¿Que criterio siguen estos seres privilegiados que organizan y manipulan el dinero público para programar actos literarios? ¿Quién escoge a los autores? Mi desconfianza es total ante estos personajes que manejan y protagonizan la cultura.
Hace mucho, exactamente dieciséis años, escribí un artículo al que di por titulo “La próxima sombra” Hoy, mientras escribía, se me vino a la cabeza la frase con la que lo rematé y decía: Hace mucho que lo sé, que vivimos en el reino de las sombras. Y suelto veneno por la boca de tanto que me han inoculado. Por eso, la poesía, oh bello encubrimiento, se ha vuelto tan terca a mis sentidos. Sin palabras de amor la vida es nada. La razón poética, aquella que daba nombre a las nubes, se ha vuelto contra mí como el invierno. Poco ayuda a vivir la observación del mundo que hemos hecho. Cada día soy más salvaje, mucho más animal y primitiva. Pronto habrá que dedicarse a Dios. O al canibalismo.
Por cierto, “Over de Rainbow” tiene autor, un poeta llamado Edgar Yipsel Harburg. Un poema al que puso música el compositor Harold Arlen resultando así una canción fantástica y oscarizada en 1939, mientras aquí llorábamos a nuestros muertos en la guerra incivil.
En un día gris de febrero, desde El Garitón cubierto por nieves de almendro, Mariví Verdú
domingo, 4 de febrero de 2024
EN LA VERDE OLIVA CANTA, por Mariví Verdú
La cita fue a las cinco y media de la tarde y allí estuve, de las primeras en llegar. Saludé a todos los amigos y conocidos, subí despacito la gran escalera que lleva al salón de actos y allí esperé hasta que subieron todos junto a las autoridades de mi pueblo, dando así comienzo la actividad esperada. Después de la intervención de María Donaire, hija de Antonio, presidente de la entidad, que dio a todos la bienvenida a la peña, de la presentación que nuestro alcalde Joaquín Villanova hizo de Salvador Pendón, llena de agradecimientos y admiración personal, y de las palabras de nuestro diputado de Cultura Manuel López, comenzó la magistral intervención del autor, una amena exposición llena de verdaderos hallazgos, anécdotas y datos interesantísimos -los que solo en este libro pueden encontrar- y el concierto flamenco que acompañaba a cada letra citada y anteriormente comentada.
A quién le contaré yo... es un cuidado inventario material y espiritual de los cancioneros españoles del siglo XIX, fruto de la investigación exigente y rigurosa de Salvador Pendón. En él reivindica algo que me interesa sobremanera y es el lugar que le otorga a la lírica popular anónima, justo motivo que ha dado sentido también a todo mi trabajo literario y a mi modesta aportación como investigadora: devolverle el lugar de honor que merece a la palabra cantada, recordada y escrita y el protagonismo que por justicia le corresponde a sus anónimos creadores, conservadores y, como es en este caso, estudiosos que dedican su tiempo y su maestría a dejarlo todo bien ordenado en un libro imprescindible. Es el segundo de lo que será una trilogía compuesta por Si quieres que yo te cante y que acabará con Ni la fuente más risueña que ya está a punto de salir a la luz. Todos ellos han contado con el respaldo y la colaboración de la Diputación de Málaga y su centro de ediciones.
El acto fue todo un éxito, con un lleno absoluto, inusual para una tarde de sábado, y un final muy espléndido ya que se les obsequió a los asistentes con un ejemplar del libro y Salvador estuvo dispuesto a dedicarlo a quienes quisieron llevar su firma de recuerdo. Antes de despedirnos con besos y abrazos, nos quedamos un rato en la peña alargando tan grato momento. Quiero destacar a varias personas entre los asistentes: a Juan Moreno, presidente de mi peña Rincón del Cante de Las Castañetas y a varios socios, entre ellos a su hermano José María; a los concejales de Cultura y del Mayor, Andrés García y Miguel Pacheco, a algunos representantes del mundo de la Fiesta, entre los que nombro a Ramón Santamaría, alcalde la panda Raíces de Málaga y a María Elena Pino “La Cuqui”. Y cómo no a mis buenos amigos Salvador Rodríguez y Juani Soler.
Gracias, Salvador, por ofrecernos el fruto de tu trabajo, dos años de investigación, de dedicación, de cariño y pasión por este mundo que nos une en el tiempo y la afición. Y gracias a la vida que me deja disfrutar momentos como éste.
Desde El Garitón, aprovechando un insomnio lúcido y productivo, aún con el eco bellísimo y triste de la copla:
que canta en la verde oliva...
¿Qué pájaro será aquel
que canta en la verde oliva?
Corre y dile que se calle
que su cante me lastima.
Por cierto, qué bonito el romance que la contiene y qué interesante. Lean el libro.
Con admiración, Mariví Verdú
domingo, 21 de enero de 2024
MEZQUITA FUNERARIA DE CALLE AGUA. A LA MEMORIA DE ACHOUR AICHA, MADRE DE AHMED LARINOUNA, por Mariví Verdú
Aunque tomé algunas notas de cuanto Carmen Íniguez fue contándonos al respecto, he recurrido a esta página que nos ofrece la Junta de Andalucía para ampliar la información que mi retentiva no pudo memorizar. Resume perfectamente los puntos más importantes que nuestra profesora nos contó como que las mezquitas son únicas en su género y que su descubrimiento a principios de los 90, supuso la primera constatación del uso de estos edificios como recinto de numerosos enterramientos dentro de un cementerio público, caso del que no se conocen más ejemplos en al-Andalus. Se construyeron con materiales sencillos, muros de mampostería y tapial enlucido con estuco ocre, sin ningún tipo de cimentación. Responde al tipo más simple de mezquita andalusí, con una sola nave de planta casi cuadrada y tan solo definida por el nicho del mihrab en el centro del muro de la qibla, que marca la orientación a La Meca y, por tanto, de los enterramientos. La singularidad y trascendencia en el mundo andalusí que representan estas estructuras, sobre todo las mezquitas, propiciaron su conservación in situ y que la Junta de Andalucía adquiriera los bajos del edificio de viviendas en el que se localizan.
Dada su importancia patrimonial se inscribieron en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica, en el año 2007.
Hoy quiero compartir este descubrimiento con todos mis lectores y añadir a la experiencia una reflexión que hice dentro del recinto en la segunda visita, recordando a mi buen amigo Ahmed Larinouna que acababa de perder a su madre el pasado día 17, Achour Aicha, de Blida (Argelia), por lo que se lo dedico a su descanso y a su paz.
Es 21 de enero. Estoy dentro del espacio sagrado de la Mezquita Funeraria de Málaga, en su necrópolis, escribiendo bajo la tenue luz que ilumina los restos arqueológicos donde se siente el paso del tiempo que no el silencio que lo rodea todo y será el mismo que fuera por entonces. No sé si cabe mi poesía en esta historia de antiguas muertes pero siempre cupo en el silencio. Y a ello me dispongo, entregada a divagaciones, con mis cinco sentidos puestos en los hombres y mujeres que aquí yacen, los que amaron y murieron esperando el paraíso.
Podría ser una simple observadora pero vengo llena de letanías y de lágrimas a buscar en el polvo la historia de los míos, la del hombre perdido entre su corazón y el vacío, muerto de miedo ante su innata soledad, la que desquicia tanto y hace mirar a las estrellas con esperanza de vida eterna. Buscando un dueño único y todopoderoso que tenga piedad de él. Por estas cosas, cuando voy a un cementerio, da igual el credo al que pertenezcan sus moradores, suelo ir con respeto mientras experimento la sensación de paz que el silencio de los recintos me presta, el mismo que me sirve de excipiente para el pensamiento y de referente para el futuro que me espera y que no dista absolutamente nada del que tuvieron los primeros hombres que lloraron al sentir la inmensa orfandad humana o los que prefirieron buscar una fe para no morir del todo. Todos soy yo, yo misma. En mí vive la incógnita y en mi queda la flor de la esperanza.
No ha cambiado el dolor de las despedidas desde que caminamos erguidos y nos multiplicamos. Desde que experimentamos ser dueños de algo que llamamos vida o encontramos nuestro parecido en unos ojos de niño recién nacido del que su olor nos resulta propio. Las fronteras, las tierras conquistadas, los clanes, las religiones pusieron limites entre nosotros desde la creación, desde que estamos aquí, junto a los ríos, en sus desembocaduras, buscando el sustento con trabajo, sudando los veranos, abrigándonos del frío, cobijándonos de la lluvia, doblegando a la naturaleza, temerosos ante el rayo, la noche y la fiebre, ante las fieras entre las que ya casi nos contamos de no ser por el culto a la duda abierta ante la muerte.
Después de siete u ocho siglos, el agua sigue corriendo bajo mis pies dejándome a su paso una vieja esperanza de abluciones. Y aquí estoy, despierta aún bajo mis canas, con los ojos cansados de llorar y asombrados de belleza, mirando vuestros restos con las manos tendidas y el corazón abierto. Porque dormís aquí, bajo unas lajas, tumbados sobre el lado derecho y mirando a La Meca, mitad polvo y mitad protagonistas de la historia, mientras yo sigo escribiendo, recordando lo bello y buscando entre muertos las flores del árbol de la vida.
De reposo por una temporada, en El Garitón, en mitad de un campo que me obliga al agradecimiento y acompañando en el sentimiento a mí querido amigo Ahmed Larinouna, Mariví Verdú
EL DUENDE LLEGÓ POR LA TARDE, por Mariví Verdú
Mirando a mi alrededor, viendo el lleno absoluto de una entidad sencilla y entregada al flamenco, verdialera, que sabe estar y escuchar, que sabe distinguir, tuve la ocasión de saludar al presidente de la Peña Juan Breva, Luis Luque (otra peña muy querida por mí en la que participé con todo mi corazón junto a Eugenio Chicano en la organización de su 50 Aniversario). Me dio mucha alegría su visita así como la de su hermano Victor y la del socio fundador Salvador Pendón que presento a los artistas.
A Ezequiel Benítez lo conocí en el festival flamenco de mi pueblo y me conquistó. A Paco León lo conocí en mi peña acompañando a Caracolillo de Cádiz. Y me enamoró. Ayer, dulcemente, me partieron los dos el corazón. Lo que gana el flamenco sin micro, cercano, en comunión de emociones... Tuvieron una actuación soberbia, formidable, única. El silencio de los asistentes fue total. El recorrido de Ezequiel por palos como tientos, soleá de Triana, alegrías, malagueña, fandangos, cantes de la trilla y seguiriyas nos puso tierna el alma y a más de uno le nacieron lágrimas en los ojos. Su cante y sus letras, propias, suyas, hijas de sus sentimientos, nos traspasaron. Gracias por haberse acordado de nuestro querido Manuel Alcántara en una de sus soleares. El toque de Paco fue tan sincero y fiel, tan lleno de talento en esa perfecta armonía con el cante que se singulariza. Sus falsetas, medidas y oportunas, fueron aplaudidas en reconocimiento a tanta maestría. Para despedirnos, nos regalaron unas bulerías que hizo levantarnos a todos de la silla y volcarnos en aplausos.
Decía Lorca que el duende había que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre. Hablaba de soníos negros en las hondonadas de su alma poética. Quién soy yo para rebatir lo que su sabiduría nos dejó, sin embargo creo que el duende no necesita ser negro, ni blanco, ni hondo, ni que sean las tres de la mañana. Es verdad que no se le ve todos los días, es algo difícil de encontrar, un hallazgo, algo que ocurre cuando la magia nos rodea... Pues ayer vino a vernos sin tener que hacer demasiados esfuerzos. Se nos apareció por la tarde mientras fuera llovía. Fue un obsequio, un regalo, una parada del tiempo en ese espacio pequeño y acogedor que ayer cobijó a Ezequiel y a Paco, que nos reunió a todos nosotros. Y fue posible el momento, un hecho auténtico de arte, porque estaban presentes la sabiduría y la inspiración, porque se juntó el cielo y la tierra en un pequeño punto del mapa situado en Las Castañetas. Sí, fue de día y en un rincón muy flamenco donde tuvo lugar el milagro, donde todos pudimos sentir la presencia del duende. esa que se recuerda más nítida y honda con el paso del tiempo. Gracias.
Todavía emocionada y agradecida, desde este Garitón donde se oye la voz de Ezequiel Benítez esta mañana de enero, Mariví Verdú
*Gracias, José María Moreno, por el video tan bonito que has hecho.
DÍA DE ANDALUCÍA Y EL ARTE DE GREGORIO VALDERRAMA, por Mariví Verdú
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