martes, 9 de abril de 2024

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindible, el corazón en el pecho, los ojos abiertos, una libreta y una pluma. Ya cuento con amor y alas invisibles, los dos materiales de mi legendaria alfombra mágica, esa que me llevará al destino. Y el tren. En mi caso sé bien lo que significa viajar por railes, estoy familiarizada con las vías desde niña que para algo soy hija y nieta de ferroviarios y he contado con kilométrico hasta finales del siglo XX. He conocido trenes de madera, carbonilla en la cara, lentitud y guardagujas. Deseaba, hace ya varios meses, ir a Talavera de la Reina, pero he pasado un invierno malo y mis piernas no me han permitido muchas cosas. El objetivo era ver a los míos, conocer su nuevo hogar y disfrutar juntos de unos días en familia. Y mira por dónde encontré hace menos de un mes la ocasión perfecta que era a la par otro de mis deseos: ir a ver la exposición de Isabel Quintanilla en el Museo Thyssen-Bornemisza. Y como hay que pasar por Madrid para ir a Talavera, el pasado jueves cogí el AVE dispuesta a la aventura madrileña. Mi vida siempre ha sido y sigue siendo una maravillosa aventura. Cuando joven, por todo lo que tenía por descubrir, de mayor porque sé cuánto queda aún  porque aún queda todo. A la postre nos iremos in albis sabiendo una única cosa: la efímera magnitud del tiempo.

Miro mi billete: mi coche es el número 12. El tren está situado en la vía 2 y en el primer lugar del andén, cosa que agradecí porque no tuve que andar prácticamente nada. Intuí que saldría la última en Atocha. Llevo una maleta con lo indispensable, un bolso con todo lo demás y el móvil a mano. Me acomodo en mi asiento, tengo ventanilla y solo deseo que la persona que venga a mi lado sea tranquila. Viene una chica de treinta y tantos. Saluda. Es argentina. Viene vestida como una ejecutiva y trae una mochila negra y repleta, a punto de estallar pero ordenada y una maleta que coloca en el portaequipajes.  Abre su mesa y saca una botella de agua con gas. Seguidamente y en un orden casi mecánico se llena las manos de tecnología: enciende su móvil, su iPhone y  su portátil. En la pantalla de éste todo aparece en inglés. No hay ni el mínimo conato de conversación, algo que, asumo y agradezco. Hay más gente en el coche: hay quien duerme, quien mira su portátil, quienes llevan el móvil como extensión inseparable, con auriculares y sin ellos; un hombre que lee y una mujer -ambos de pelo blanco- que escribe a mano en una libreta, esa que soy yo. Sí, soy un viejo hábito de persona, una rara individua aún no dispuesta a extinguirse que recoge con signos el recorrido que hace por este mundo, cercana ya la terminal, oh estación del silencio, donde no sé si cantarán los pájaros, si me esperan más puertas inexpugnables todavía o si alguien encontrará mis libretas y las volverá a abrir el feliz día de mi regreso al mundo. El señor que lee pone su atención en un libro titulado “La sangre del padre”, de Alfonso Goizueta, obra finalista del Premio Planeta sobre la vida de Alejandro Magno. Lo sé porque lo cerró por un momento cuando se dispuso a estirar las piernas, ya cerca de Córdoba, y pude ver su portada. Yo no me levanté en las escasas tres horas del viaje Málaga- Estación de Atocha y seguí tomando notas, apuntes e improvisando versos mientras mi compañera de asiento se cansó de cosas serias y se puso a mirar artículos de moda, ropa y joyería. Todo seguía en inglés.

Pasan los olivos delante de mis ojos, ordenados en hileras o al tresbolillo, sobre una capa de finas y tiernas yerbas. Parece que quisieran quedarse atrás, mirar hacia otro lado, pero son tan inmensos que, mientras el tren, tan veloz, corta los campos, ellos no hacen otra cosa que eternizar el paisaje

En un ejercicio de memoria, seguiré mañana aunque hayan pasado ya veinte días de este  viaje. La distancia en el tiempo no hace más que sublimar cualquier momento como mi estreno de la primavera 2024 en el centro de España, rodeada de todo lo que me gusta y tan feliz en el Paseo del Prado como en la ribera del Tajo. Bueno, junto al río mucho más...

Desde este Garitón que no deja de ser fértil, rodeada de rosas y de acelgas, Mariví Verdú  

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...