domingo, 29 de septiembre de 2019

LA DAMA DE LOS OJOS CASTAÑOS, por Paco Parra

Éste libro se engendró, se bautizó con ron pálido, alguna madrugada de bohemia y amigos. Se aromatizó con vino de Comares, en la calle del agua, en la calle del poeta loco. Lleva sal de la mar de Levante, flores amarillas y gritos de la Tahona, la guitarra cantora de Jesús González, hogueras de San Juan en las cumbres mayores, la llegada de las golondrinas en tus ojos castaños, escalofríos de los Tangos de Málaga, la glorieta de Antonio Molina festejada de palomas, coches de caballos soñados en Arroyo de los Ángeles.

Monte abajo, monte arriba
vienes con pañuelo rojo
rojo de tu sangre misma.

Llevas el duende del arte
María Victoria Verdú
correteando tu sangre.


Con tu voz de agüita fresca
cántanos tus soleares
o lo que a ti te parezca.

Éste libro creció en la calle Gerona, en la Peña Juan Breva y en la santa casa de los verdiales. Lleva lágrimas y emociones, la magia pura de las fotografías, la plaza de Torrijos, saetas, un fandango de Comares, la rosa de México, el Dios del vino y la vendimia, la locura creativa, Málaga siempre, en la nostalgia de los días. María Victoria Verdú, verde de campo, victoria de la poesía, maria en los altares del flamenco, hermosísimamente, tu palabra misma.

Desde el cariño y la admiración que por ti siento, vaya para tu nombre, a tu dulce memoria, este fandango o copla de verdiales:  

El pelo de chocolate
tienes los ojos castaños
y el pelo de chocolate,
tejedora con tus manos
de la belleza del arte.

Comares. Calle del Agua. 
Invierno 2003 
Paco Parra

*Prólogo de "Málaga: límite y paraíso", 
uno de mis libros que, como tantosotros, está condenado a ser inédito.
Salvo del olvido ésta hermosura de texto que escribió mi amigo Paco, solo eso.

sábado, 7 de septiembre de 2019

MARIPOSA DE TRISTEZA, por Mariví Verdú


No hay mejor momento del día que aquel que me permite poner el pie en el suelo después de mi vigilia nocturna, salpicada siempre de sueños y cabezadas, cansada de dar vueltas a todas mis incógnitas y de hacerme promesas de silencio que nunca cumplo. Afortunadamente, la noche acaba siempre en acción de gracias. La primera gracia, por no haber perdido la cabeza a estas alturas de la vida, la segunda, por el privilegio de poder asistir al milagro del amanecer, la tercera, por sentir que mis funciones fisiológicas van tirando de mi y sobrevivo. Podría decirse que mi despertar es un acto puramente egoísta, propio, que no da concesiones ni al amor siquiera, y sería verdad. Lo que pasa es que en todo el proceso no invierto ni cinco minutos porque enseguida me doy cuenta de que solo soy única y exclusiva durante esos pocos momentos, como si en el corto y maravilloso transcurso del amanecer naciera y muriera al mismo tiempo y de mi crisálida solo quedara el camisón de dormir. Unos minutos más tarde, pocos, ni siquiera los ocho que tarde el astro Sol en salir de Santo Pitar, del mar o del filillo de la Serranía de Mijas -según estación del año, comienza mi proceso de multiplicación para dejar allí la mariposa de tristeza que se abandona ante el amanecer. 

Y empiezo a ser mi gente, a sentirme los míos, a ser mucho más que yo misma porque yo soy mis vivos y mis muertos. Porque yo soy el mundo, el solitario ser de la creación que tiene miedo al paraíso y a la cruz. Y sé que lo soy porque por mí pasa la tristeza y la alegría en un sístole y diástole vital, crónico, alucinante y adictivo que me lleva hasta las fronteras de la locura. Que me lleva a escribir y a pintar las piedras de colores. A sembrar cilantro y yerbabuena. A ser niña y olivo, flor de almendro.


Desde este querido Garitón mío donde la vida pasa y queda, Mariví Verdú.

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...