viernes, 30 de abril de 2021

ADIÓS, ABRIL, por Mariví Verdú

No quería dejar escapar el mes sin despedirlo. Abril de 2021, mes central de una primavera loca y triste, un abril para olvidar, que se va como ha venido aunque nos ha dejado más arrugas que cinco años seguidos. Hay quienes no se percatan de ellas pero...ya les saldrán. No pasan las cosas de un día para otro, no, hay que ir viendo los resultados en un plazo de tiempo que es directamente proporcional al aguante que tenga cada uno, a la resistencia o, como dice la palabra de moda, que la aglutina con  paciencia: resilencia. Y ya podemos tener más concha que un galápago y más buche que un palomo, nada es ajeno ni lejano aunque nos lo parezca. ¿Cómo podemos ver esas piras humanas en la India, resultado de la catástrofe Covid -y de lo que no es el Covid- y seguir siendo los mismos?... Simplemente: es imposible. Por más que vivamos hacia adentro, convexamente mirándonos el ombligo, este mundo es redondo como el alma de los hombres buenos y todo equidista del corazón. Cualquier cosa que pase en esta queridísima Tierra nos atañe a cada uno de nosotros aunque no nos grite al oído. 

Últimamente me he retirado de las redes y me asomo poco a la ventana. Necesito atenderme a mí misma. Reparto el día entre una niña y una vieja. Con la primera disfruto mucho, ambas ante el maravilloso encuentro con el lápiz, las palabras, las acuarelas y la vida. Con la vieja paso la tarde y la noche, un tiempo precioso que se me hace corto, que reparto entre el sueño y la vigilia y gana la vigilia por goleada. Casi siempre la uso para escribir. Si queda algo de luz se la echo al campo. Ayer mismo, día triste en el que aparecieron veinticuatro millones de abejas muertas aquí al lado, en Pulpí (Almería), sembré mis tomateras. Voy tarde este año. Ya no puedo cavar como antes y mantenerlo limpio de malas hierbas me cuesta la vida, aunque una vez que lo veo todo floreciendo me entra una satisfacción indescriptible y solo comparable con el gusto de recoger la cosecha. Si triste me pareció la noticia de las abejas, peor me sentó conocer el motivo: el uso de pesticidas para que las mandarinas no tengan huesos...¿Habráse visto un argumento más irracional que ese? ¿Qué puñetas le está pasando al ser humano que ya ni siquiera quiere encontrarse semillas en la fruta? A esto, de seguir así, le quedan pocos telediarios. Y no es que sea agorera es que nos hemos equivocado, nos hemos perdido. Estamos totalmente perdidos.

Ayer tarde, después de dejar la cama de tierra suelta, tierna y blandita, vinieron los gorriones a disputarse larvillas y lombrices que mis cavadas propiciaron y era una gustazo verlos aterrizar, tan leves como son y tan bonitos, contentos por el festín y cantándoles a la tarde su agradecida canción de cada día. Yo, como un gorrioncillo más, me fui para arriba daando gracias por tener manos, por ver y oír a los pájaros, por disfrutar el brillo de cobre que todo fue adquiriendo mientras se iba el sol por Casarabonela.

Preparé la mesa dispuesta a ver el rosco de Pasapalabra. Me puse la cena, acelgas de mi huerto, esas que nos comemos a medias mis caracoles y yo, guisadas con tomate frito y atún. Un lujo para el paladar. Apagué la televisión, recogí la cocina mientras me fui acordando de cosas importantes: hoy han operado a mi amigo Juanma, he hablado con mis amigas del grupo de wasap, las compis de básica, y la mitad ya están vacunadas. Hice planes para el fin de semana, saqué avíos para poner la comida que haré hoy y me acosté.

Mientras llegaba el sueño, pensé en los míos: mi hijo ha llegado bien del viaje, ha sido el cumpleaños de mi sobrino y le ha gustado mi regalo, he visto amapolas con Emma y he mandado fotos a mi nuera y a mi nieto para compartir mis esperanzas... Y he dormido como una bendita.



Desde El Garitón con calas todavía, con chilindros y rosas, me despido de abril y de todos los que hayan llegado hasta este punto.

Cariñosamente, Mariví Verdú

sábado, 10 de abril de 2021

A DIEGO GOMEZ DESDE EL RINCÓN DE LA VICTORIA, por Mariví Verdú

Acabo de llegar del Rincón. Salí a las diez de la mañana de mi casa para acudír, invitada y acompañada por mi amigo Carlos Prados, a un acto cultural dedicado a honrar la memoria de nuestro querido Diego Gómez, locutor de radio, presentador de televisión, actor y rapsoda, una persona muy querida que nos dejó el pasado 3 de marzo a causa de Covid. Se celebró en el vecino y querido pueblo de Rincón de la Victoria. 

Previsto al aire libre a las doce de la mañana en la plaza Pepe El Boticario -entre la plaza de Al Andalus y el mar-, por unos momentos tuvimos la impresión de que el tiempo, que amenazaba  lluvia, obligaría a suspenderlo. Al final hubo suerte y nos acompañó un día de un precioso color gris. Yo diría que las nubes ayudaron bastante al esplendor del homenaje salvándonos del sol, que hubiera sido insoportable ya que, lo que se había previsto para una hora de duración, acabó pasadas las dos de la tarde. La verdad es que no se hizo largo, fue ameno y emotivo.

Bajo el auspicio de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento del Rincón y por iniciativa de ARE, tuvo lugar un cariñoso espectáculo en el que  disfrutamos de poesía y cante, música y palabras de cariño hacia la persona y obra de nuestro querido locutor. Por orden de intervención, participó en primer lugar Mari Paz Redoli, profesora, cuñada de nuestro homenajeado, que nos ha hecho una semblanza de Diego llena de ternura y cariño, de recuerdos y anécdotas que nos han llenado de emoción. Para finalizar su intervención nos ha recitado un poema de Manuel Benítez Carrasco titulado “Juerga en el cielo” (poema y autor a quien tantas veces acudiera su cuñado). Una magnífica interpretación como solo ella sabe hacer que ha arrancado aplausos y oles de las personas allí congregadas. Ha estado acompañada a la guitarra por Dani Nuñez, guitarrista que ha puesto fondo musical a todos los rapsodas intervinientes.

Seguidamente subió al escenario Juan Real, presidente de ARE (Asociación de Rapsodas Españoles) quien nos recitó ¿Me da usted candela?, de Rafael de León. Alicia Alarcón recitó versos de Manuel Machado y Lorca acabando con una dedicatoria propia al Pasaje de Chinitas que culminó con el cante clásico de su hija Noemí Álvarez interpretando a capela los compases de Lorca. 


 A continuación entró en escena Manoli Borrego con dos poemas propios y Ricardo del Pino que nos deleitó con el conmovedor “Romance de El Feo”, de Rafael de León, otro poema que oiríamos tantísimas veces por las ondas de la radio en la voz de Diego. Las tres últimas intervinientes fueron Encarni Maldonado y Mari Carmen Fernandez con poemas propios y Tere Parra que nos recitó “Alba” de Federico  García Lorca y “Soleá del amor despredío” de Benítez Carrasco.

La Peña El Piyayo  colaboró en el acto en su parte flamenca con dos guitarristas y dos cantaores que pondrían fin al acto. La primera en actuar fue Mari Carmen Lastre. En esta ocasión sería Pepe Reina quien acompañaría la bonita voz de Mari Carmen. Cantó primeramente por alegrías, hizo una milonga y remató por fandangos. La milonga fue muy aplaudida ya que le puso voz y compás a unos versos de Fuensanta Gámez, poeta y compañera de AME, amiga mía, madre del fiestero Pepito Molina, ya tristemente desaparecida. Su poema canta a Bezmiliana, al Rincón de la Victoria.

El último en intervenir fue Curro González. Curro cantó por bulerías y soleá por bulerías acompañado a la la guitarra por Dani Nuñez.

Juan Real despidió el acto y tuvo palabras de agradecimiento hacia todos los colaboradores y participantes y nos despedimos no sin antes ir todos a abrazar a Manuel Alcántara que estaba sentado justo al lado del escenario, a nuestro querido Manolo, al poeta que hemos dejamos allí para toda su eternidad. Enfrente, en azulejos de cerámica, un soneto que nos recuerda el cariño que le tenía a su rincón. Todos sus versos me vinieron a la memoria...
La gente se fue disolviendo y solo quedaron el soneto, Manolo, las sillas amontonadas, los micrófonos recogidos, los poemas en el aire y el recuerdo de Diego. Nos fuimos a comer, era la hora. Y fue un gratísimo almuerzo, sobremesa larga y con café hasta la hora de tomar el viaje de vuelta. Lo hicimos por una Málaga adorable, mi cofre vivo y llenito de recuerdos de infancia, de juventud...Cánovas del Castillo, Paseo de los Curas, Calle Córdoba (con el viejo Consulado Americano, mi abuela Victoria y mi “Hijos de la vid”; la Alameda remozada, el Padre Tiburcio Arnáiz, Calle Jaboneros...

Dejé a Carlos en el Mercado de Salamanca y volví hacia mis pasos hasta el precioso pueblo de Alhaurín de la Torre, mi pueblo, donde pronto tendrá Diego una calle con su nombre. Subí la cuesta que me lleva a mi casa...

Estuve feliz hasta que me rindió el sueño. Feliz por haber visto a mi amigo Carlos, a otros viejos conocidos, por ser mayor y  saber disfrutar todavía con cosas sencillas, por poderme emocionar aún oyendo versos, por haberme podido comer unas coquinas que llevaban dentro el mar y la sal más malagueñas; por tener un coche para poderlo hacer, aire para respirar, marismo para disfrutar, ojos para admirar las maravillas del azul y una cámara de fotos para poder guardarlo todo y así enseñarles a todos lo que vi.

 Desde El Garitón, rodeada de rosas,  Mariví Verdú.


Podéis oír la voz de Diego aquí: https://www.youtube.com/watch?v=BEORQcLUxDQ

jueves, 8 de abril de 2021

RECORDANDO A DIEGO GÓMEZ CABRERA, por Mariví Verdú

El día 3 del pasado mes de marzo falleció Diego Gómez Cabrera, locutor de radio, presentador de televisión, actor y estimado amigo con el que me unía el amor a la poesía y el cariño que ambos profesábamos al poeta Manuel Benítez Carrasco, a Málaga, a Churriana (donde nació en 1936) y con una especial ternura a Alhaurín de la Torre de donde era Hijo Adoptivo.

Nada habría sido igual sin su voz, en aquellos años que solo la radio nos acompañaba. Si a la voz, ese instrumento de comunicación por excelencia que aporta al lenguaje aspectos que van más allá de la comunicación cognoscitiva, le sumamos conocimientos de arte dramático, inteligencia y buen gusto para traducirnos sentimientos, la voz se convierte en inolvidable. Y eso es lo que Diego tenía, lo que nos ha dejado, lo que todos los malagueños conocemos, respetamos y amamos. Era único para emocionarnos y su voz poseía una tesitura  tan particular que no la podremos olvidar a pesar de su ausencia.

Dicen que la voz nos distingue porque no hay dos iguales pero reconocer una entre miles y ponerle nombre propio suele pasarnos con pocas personas: con la familia y amigos, con cantantes y actores de nuestro gusto, con personas que nos han aportado conocimiento, que nos han transmitido sentimientos, amor al arte, que nos han provocado reacciones en el alma. Este es el caso de Diego. Si además le añadimos la sabiduría de toda una vida dedicada a la comunicación, a entusiasmarnos con sus gustos y descubrimientos, solo podemos estar agradecidos a su profesionalidad y a su entrega.

Diego siempre fue muy querido en mi casa. Mi familia le conocía desde que era un muchacho, todos vivíamos en el Barrio de Huelin. Mi padre era por entonces, además de ferroviario, operador de cabina de proyecciones de cine en el Real Cinema y Diego trabajaba como mancebo en la farmacia de la familia Maldonado (creo recordar que se llamaba así también la botica) y eran amigos de la mía.  Fue un tiempo en el que don Emilio Benavent Escuín (por entonces, párroco de San Patricio) se remangaba su sotana y subía en la Lambretta de mi padre cada vez que era necesario. Todos éramos vecinos, nos conocíamos, nos apreciábamos. Había mucho respeto y cariño, a partes iguales. Por cierto, don Emilio, que fue quien me bautizó, llegaría a ser obispo de Málaga, arzobispo de Granada y vicario general castrense de España, siendo el hombre más sencillo del mundo. Diego sería también muy importante en los momentos de mi niñez: despertó mi amor por la poesía y, sin saberlo, me inculcó el ritmo ya que sus programas de canción española me harían conocer parte de la obra del insigne poeta Rafael de León a través de voces únicas: Concha Piquer, Juanita Reina, Lola Flores ó Gracia Montes. Qué hubiese sido de mí sin “Pena, penita, pena”, “A la lima y al limón”, “A ciegas” ó “Y sin embargo te quiero”...

No puedo olvidar la faceta de Diego como rapsoda. Su interpretación de poemas como “Ahora me toca a mí”, “Romance del Feo”, “El seminarista de los ojos negros” o “Profecía” despertaron en mí el amor a la rima, al verso medido, al ritmo. Toda una vida transmitiéndonos cultura, día tras día, año tras año, alimentando nuestro espíritu detrás de un micrófono. Fue, a la par que Ángel Montes, de los primeros en divulgar en Málaga la obra poética de Manuel Benítez Carrasco por lo que mi admiración y gratitud hacia ellos será de por vida. Hemos colaborado, tras la muerte del poeta, en varias ocasiones. Acompaño fotos, la primera de un homenaje a nuestro querido Manolo y la segunda, recuerdo de una publicación en la que coincidimos, con motivo de los veinticinco años del reinado de Juan Carlos I, en un libro que le dedicamos veinticinco autores guiados por la iniciativa de Guadalupe Rodríguez Barrionuevo.  

Recuerdo con cariño la primera vez que me llevó a un programa, hace muchos años, en una televisión local, con motivo de mi premio del villancico “Los borrachuelos”. Debe estar grabado en una cinta de video VHF-cómo pasa el tiempo- que pronto pasaré a un formato legible en la actualidad. Todas las cosas adquieren con el tiempo la categoría de documento.

Esta pandemia nos ha dejado sin Diego. Nos está dejando sin ánimos, sin ganas de vivir y sin amigos...Estoy perdiendo la memoria a pasos agigantados y tengo tanta costumbre de estar triste que la tristeza ha pasado a ser cotidiana, amiga mía, allegada, constante...

Ir adaptándonos al presente dicen que es una forma de demostrar que somos inteligentes pero nadie te avisa de que serlo conlleva tanta amargura, tanta mansedumbre y tanta impotencia que me cambiaría sin dudarlo por el más idiota de los seres humanos.

No podré olvidar, mientras me quede conciencia, a quienes despertaron en mí el amor a  la poesía. Hasta siempre, Diego.

Desde El Garitón, donde llevamos tres días sin farolas, sin luz alguna, bajo la luna menguante pero esperando una explosión de rosas cuando amanezca,  


Mariví Verdú



Alhaurín de la Torre, a 8 de abril de 2021

lunes, 5 de abril de 2021

PONIENDO COTO A LA DESIDIA, por Mariví Verdú

A veces puede asombrar lo complicado que resulta sacar tiempo para las cosas importantes y con la facilidad que somos capaces de perderlo en trivialidades, cuando no en idioteces. Es un acto de locura ver cinco horas seguidas la televisión sin quejarse y dejar de leer, por un hora al menos, un día a la semana aunque sea, a algunos de los Migueles, ya sea Cervantes o Delibes, cualquiera de sus obras, o de cualquier otro autor poniendo las excusas más absurdas, tales como: no encuentro el momento, me duelen los ojos, se me caen las gafas, se me queda dormido el brazo, se me mueven los versículos y me mareo leyendo, no sé lo que leo y tengo que volver tres veces seguidas al mismo párrafo y al final...me duermo. Peor aún cuando sueltan eso de: no me gusta leer.

Pues algo así de estúpido y de imperdonable es lo que me sucede cuando, antes de sentarme a escribir, busco cualquier argumento para explicar este abandono al que someto a mi intelecto dejándolo en el más despreciable sinsentido, como si me hubiese declarado la guerra y hubiera cogido el arma más lenta y dolorosa de todas: la desidia. Hace ya un mes que no cuelgo nada en mi blog pero lo que más me asusta es que se me mueren los argumentos de mi próxima novela mientras veo cómo me engulle el sillón presa de una apatía intolerable, que pierdo el pulso, el temblor del poema mientras soy presa de una bulimia totalmente neurótica y me olvido de un acto tan necesario como escucharme y dar gracias por tener corazón. Me siento prisionera de una depresión injustificable, precisamente ahora, cuando la vida no me cuesta tanto trabajo y parece que la cuesta arriba ha llegado a un descansillo...

Ayer estuve reflexionando mientras limpiaba la nevera. Mucho. Casi lloro haciéndome propósitos de enmienda. Hice una lista negra de cosas que no volverán a estar en mi frigorífico, no tengo veinte años, y me juré no comprar nada que sea prescindible. El día lo había comenzado oyendo ‘La bohème’ y arreglando la casa. Oyendo a Nicola di Bari y Aznovour la vida cobra sentido y los recuerdos se levantan como nuevos y me cargan las pilas. Hoy me levanté cuando aún era de noche y volví al cuarto que fuera de mis padres a seguir ordenando y tiraando ropa, esa que tanto me cuesta el desprenderme. He tirado bastantes cosas pero quedan muchas más. Quiero dejar el ropero vacío, la casa vacía, que levitemos ambas, que nada material me ate a este mundo. Y la verdad es que me ha sentado tan bien que aquí estoy contándolo.

Y esta mañana de lunes de pascua en la que no se ve Málaga por la niebla y parece que anduviésemos perdidos entre nubes, siento un profunda necesidad de escribir, de sentir, de tomar las riendas de mi voluntad, de volver al tajo y recuperar mi conciencia. El sillón no es culpable de nada, el pobre está ahí para ofrecerme descanso. Primero lo hizo con mi madre y ahora lo hace conmigo. Es un objeto querido pero nada más. Útil y necesario pero no insalvable. Mi inercia no es definitiva todavía, es curable y tengo verdadera fe en que así será. No quiero ningún periodo de recuperación. Voy a echarme agua fresca en la cara y a decirme delante del espejo lo mucho que valoro la vida. Voy a darme una patada en el culo que me eche a la puñetera calle y a ver si se me quita este cuento chino. Porque, a decir verdad, la pandemia tiene mucha culpa de lo que pasa pero la única que puede salvarme de mí misma soy yo.

Gracias a cuantos han venido a verme en estos días: mi familia. Me han hecho muy feliz. Gracias a Juan e Isabelita que me han invitado a la mejor cazuela de papas de la historia y han compartido conmigo un resplandeciente y bellísimo jueves santo. Muchas gracias a las amigas que me han mandado su energía positiva, a Ana María Martín, Ana Olmedo y Ana Novell. Agradezco también a mis amigos Juan Miguel González, Fabián Labra y Carlos Prados, a mi prima Nina y a Ana Olirrey sus deseos de resurrección. Y para Eu Bandera. A Eu con mi deseo de que se restablezca pronto y pueda volver a su afición favorita: la lectura.

Desde El Garitón, poniendo coto a la desidia, Mariví Verdú

*La foto es un escapulario que tuvo mi abuela y que lo llevaron sus hijos con un imperdible en la ropa interior. Lo guardo como un tesoro familiar y lo conservaré mientras viva.


VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...