jueves, 7 de diciembre de 2023

JUANITA TORRES, IN MEMORIAM, por Mariví Verdú

Porque recordar es algo
que siempre nos enternece
y permite que las cosas
no se vayan para siempre.
(...) De su poema Nostalgia.

Ayer nos dejó Juanita Torres, poeta y amiga. Fui a despedirla de este mundo que compartíamos y amábamos. Llovía una lluvia fina. El color de la lluvia tenía mucho que ver con la tristeza del día.  Juanita se ha ido joven, niña diría yo. Se rebeló contra la vejez y se quedó en la infancia, aquella que proclamaba eterna Claudio Rodríguez y que ella no ha hecho más que corroborar. Anoche estuve viendo sus fotos y leyendo uno de sus libros de poemas “El color del río”, publicado en 1998.

El tiempo que me interesa
no está dentro del reloj;
tampoco en el calendario.
Sólo está en mi corazón.   
     VI Pensamiento

Juanita y yo nos conocimos hace muchos años en las reuniones de los domingos por la mañana en la Plaza de la Merced. Eran tiempos amables, éramos jóvenes aún y teníamos inquietudes literarias. Allí acudíamos los amantes de la poesía a mitad de la década de los noventa, con frío y con calor, al aire libre, sentados todos en los bancos y escuchándonos los unos a los otros. Siempre paraba algún curioso a ver aquel grupo tan heterogéneo que solo tenía en común algo tan etéreo como la Poesía. Algunos poetas venían de puntos distantes como Juan Arias, Paco Acosta,  Juan Perea Cerón y el director de Bib Azahar del que ahora no recuerdo su nombre, ellos  desde Alhaurín de la Torre. Amigas de aquel entonces como Pilar Bugella, Carmen Aguirre, Florita Pascual y Juanita Torres García pasaron después por el colectivo AME dejando una marcada huella de su paso. La AME son las siglas de la Asociación Malagueña de Escritores “Amigos de Málaga”, entidad que presidí entre los años 1999 y 2001 y que tanto bueno me ofreció desde las Bodegas El Pimpi con aquel plantel de artistas que se reunía por fin bajo un techo: El Palomar.

Juanita Torres García, buenísima madre de cinco hijos, ha sido poeta sensible y generosa. Estaba casada con Enrique Pérez Almeda, padre de sus hijos, maestro de escuela, excelente ajedrecista y pintor de renombre y obra extensa, nacido en Puente Genil en 1928 y que residía en Málaga desde 1946. Desde  quedar viuda el 5 de abril de 2012, Juanita ha vivido los últimos años de su vida retirada del mundo. Víctima de la triste enfermedad de Alzheimer, siempre estuvo arropada por su hija y por sus cuatro hijos, atendida y querida por todos, por sus nietos y su familia política. Hoy le hemos  dicho todos adiós, sus familiares y amigos, y nos queda el consuelo de que descansa en paz, una paz que nunca le faltó en su corazón.

(...) Y aunque parezca dormida,
descubrimos de repente
que la amistad nunca cambia
y está donde estuvo siempre.   
De su poema Nostalgia.

Vaya con estos cariñosos recuerdos hacia su persona y con sus versos todo el afecto que siento por ella y por cuantos trajo al mundo. Sí, gozo de la amistad de sus hijos, en particular de Carlos y Juan Manuel con quienes comparto afición literaria y pictórica y va para ellos y en recuerdo de esos padres que quise en vida y que recuerdo con todo mi cariño a través del tiempo.
 
A veces estamos solos
en medio de mucha gente,
pero sólo es un ensayo
para encarar a la muerte. (...)
 
De su poema Soledad.

Me gustaría ser creyente para poder decirle: hasta pronto, Juanita. De momento solo creo en la vida y en el maravilloso regalo de la amistad. 
Vives en nosotros, Juanita, y en tus palabras. 
Un beso allá donde estés.

Desde El Garitón, con los pies helados Mariví Verdú

domingo, 3 de diciembre de 2023

UNA VISITA AL POMPIDOU, por Mariví Verdú


El pasado día 1 de diciembre visité el Museo Pompidou gracias a mí amiga Esperanza Arce que me proporcionó una entrada para la inauguración de una nueva muestra: Place-ness.  Habiter un lieu. 

Sí, habitar un espacio indefinido, deconstruir un cliché, transformar la materia, repensar las dinámicas territoriales, existir en el espacio público, recomponer sueños y realidades...


Aunque me cuesta entender algunas manifestaciones artísticas de este arte moderno, he de reconocer que el objetivo de no dejar a ninguno de los visitantes indiferente lo ha conseguido. En mi caso particular, no solo ha centrado mi atención enteramente sino que ha removido mi conciencia, dado ideas y causado admiración con muchas de sus obras.

La muestra quedo abierta el 1 de diciembre y permanecerá hasta el 28 de marzo de 2025.

Acompaño con varias fotos del momento. Un privilegio haber estado entre las primeras personas en disfrutar tan interesante exposición. 


martes, 14 de noviembre de 2023

LOS MANANTIALES DE VENUS, por Mariví Verdú

Ayer, lunes 13 de noviembre, fui a ver si encontraba agua en Venus. Y la encontré. Y no fue solo agua lo que allí confluía sino todo lo que el agua significa, vida y color,  elemento vital de los seres humanos, de todo aquel que quiere ver en el agua razón y motivo de nuestra existencia.

Como si un resorte me echara del sillón, así bajé hasta la parada del autobús 133 y me encaminé a Málaga. Iba con un objetivo claro, sola y sin más equipaje que mis gafas, el móvil, la libretilla azul y mi pluma. Sí, yo sabía que habría que anotar cosas porque iba al encuentro de un milagro. La creación artística siempre lo es y en este caso, que concurre  por partida doble, es la conjunción de un par de artistas de gran calado, Elena Pedrosa y Antonia Puertas, hija y madre,  que merecía toda mi atención. La verdad es que me gusta enfrentarme a solas con las obras artísticas, necesito que haya un diálogo con mi alma a través de mis ojos, del color, de las formas, de la abstracción que es el arte y que tanto provoca en mi espíritu. “El agua en Venus” se nos ofrece en el Ateneo de Málaga. Lleva desde el 27 de octubre y lo estará hasta el 30 de noviembre de 2023.


No sabía exactamente a qué hora abrían el Ateneo pero era el único motivo que me movía a hacer kilómetros y a enfrentarme a una ciudad que tanto quiero y que se me ha vuelto una desconocida. A las cinco me encontré dulcemente en Casa Aranda, venciéndome a mí misma y a mi dieta por dos churros y una mini jícara de chocolate para hacer tiempo a que pusieran la Plaza de la Constitución.

Subí las altas escaleras hasta alcanzar la sala Pérez Estrada. Leí uno por uno los versos que contiene cada peldaño, algo que dejaré para contarlo en otra ocasión, e hice parada en el primer tramo, justo donde se halla la secretaría. Ya no está en ella mi amigo Andrés, hay un chico joven al que no conozco y que me saludo amablemente. Continué subiendo hasta el tramo donde antes tanto disfruté en mis noches ateneistas, cuando Pepe llevaba el bar y cantábamos y hablábamos de poesía tantas y tantas tardes-noches... Y desde el mismo pasillo donde está la sala de conferencias, ya pude divisar las fuentes que andaba buscando: las aguas de Venus.

No sé que pensamientos cruzados en mi cabeza me pararon en cada uno de los trabajos, los de fotografía de Elena Pedrosa y los de óleo y distintas texturas de mi amiga Toñi, como cariñosamente llamamos a Antonia Puertas familia y amigos. Cada trabajo me transmitió un sentimiento, me llevó a un lugar determinado, bajo una luz precisa. Alguno me sugirió un campo de trigo cerca de un mar atardeciendo, otro un vuelo que hice hace cuarenta y siete años sobre Lanzarote. Vi también a dos seres de carne surgiendo de un mar de ocre con un niño amarillo de la mano mientras otro abría puertas en el mar enseñando sus islas amarillas, su fondo de ciudad perdida. Por un momento recordé aquel día que descubrí el tránsito de Venus, nombre que le di a un libro de poemas . El tránsito de Venus ocurre cada siglo y casi un cuarto, un hecho que sucedió en 2004 y 2012 y no se repetirá hasta 2117 y 2125... Y tanto Elena como Antonia han ido y han descubierto ríos, fuentes y mares en el Mazarrón de Venus y ahora nos la ofrecen en cascada desde el centro de Málaga.  Entonces recordé a San Agustín, que no sé bien por qué motivo recordé a San Agustín...

Quería citar aquel dicho o leyenda sobre el sabio que escribí un día y me agradecieron la Comunidad Agustina con muy bellas palabras. Entresaco el texto que recordé y decía así:
(...) Cuenta la tradición que un día, mientras paseaba por la orilla del mar, pensando en Dios y su misterio trino, vio cómo un niño que andaba  jugando en la arena quería llenar con agua de la mar – que transportada en su cubito, viaje tras viaje-  el boquete que había hecho en la arena. Agustín le preguntó qué hacía y el niño le contestó que estaba sacando el agua del mar para llenar su pocito, a lo que el santo replicó que era imposible. Cuentan que aquel niño era un ángel enviado por Dios que dijo a San Agustín, antes de desaparecer, que era aún más difícil descubrir el misterio de Santísima Trinidad (...)
Yo he visto dos ángeles haciendo lo imposible, una madre y una hija, ambas artistas, llenando el pozo del agua bendita del arte. Ellas son el misterio y el agua de Venus.

Y es que a veces no sé qué hilo mágico enreda las almas, hacen que coincidan, que pasen cerca, que ocurran cosas, que conecten positivamente, que concurran tiempo y espacio en una casualidad convergente y que caminen el tiempo preciso, juntos y en paralelo, disfrutando la sincronía de un filamento radiante. La amistad es un don maravilloso que hay que cuidar diariamente. El nueve de mayo de 2023 creé un grupo de wasap al que denominé UMANOS, así, sin H, de puro entusiasmo juvenil. La edad media del grupo es la de una jubilación activa y con las inquietudes del corazón despierto que caracteriza a la mayoría de nosotros. Todos fuimos alumnos coincidentes en la clase de Alejandro Álvarez en UMA+55, en La Térmica. Toñi Puertas pertenece a este grupo y al mío íntimo y escribo este comentario desde mi más profundo respeto a su trabajo y a su vida y, desde luego, desde mi más cariñosa correspondencia.

Y como ocurre también lo contrario, que simplemente sea un pasar por el lado sin echarnos mutua cuenta o, lo que es peor, que se vean y se conozcan el tiempo justo de sentir rechazo y apartarnos del camino porque no hay ni una pequeña hilacha con que sujetar el trato, celebro hoy nuestra amistad y le dedico mi tiempo y mi palabra. Para tí, Toñi Puertas. Y enhorabuena por trabajar con la hija de tu sangre. Enhorabuena, Elena, y besos para las dos.

Desde este Garitón que hoy ha amanecido tan rosa y dorado como Venus, Mariví Verdú

*Cuál seria mi sorpresa esta mañana al buscar el texto de San Agustín y descubrir que lo escribí tal día como un 13 de noviembre pero de 2009 y lo publiqué el 14...  ¿Casualidades de la vida? Yo diría que todo un tejido bordado de milagros.

https://dolienteydeoccidente.blogspot.com/2009/11/doliente-y-de-occidente-recuerda-san


Quien quiera saber más sobre esta exposición, os dejo un enlace muy interesante.

www.jardinremoto.net


domingo, 12 de noviembre de 2023

DEL HORROR VACUI AL GARABATO, por Mariví Verdú

Es difícil y cada día más empezar la mañana ante un lienzo en blanco, ya sea ante un folio de papel, una documento de ordenador o un trozo de tela sin más. El miedo a llenar demasiado el vacío -o demasiado poco-, el de ensuciarlo, desgraciarlo o dejarlo inservible es obsesivo. Sin embargo, el conflicto que se crea en esos primeros instantes -estos mismos- entre la osadía y la humildad, bien que merece la pena. A veces ni siquiera sirve para transmitir acertadamente lo que se siente, lo que se quiere expresar o sacar del pecho o la cabeza rebosante de palabras, de ideas, de imágenes transferibles pero...¿Cómo?  ¿Hacerlo solo porque sí, porque no explote de emoción o hacerlo por inercia. esa insidiosa costumbre de escritora? Muchas veces, la inercia del artista va directamente al garabateo del alma que en mi caso se ha hecho una constante, diaria, no remunerada y por tanto irrelevante ante la sociedad y libre como recompensa. Porque escribo libremente, sin consejo de nadie, sin precio ni obligación alguna y eso les agrada a mucha gente que me lee y lo agradezco y jode a otros tantos como es natural en la regla de tres de la vida, esa cosa increíble que está hecha de múltiples cosas buenas y sazonado con envidia, olor a multitudes y olvido.

El primer deseo que me corrió por la cabeza esta mañana era cagarme en un técnico de lavadoras y en una empresa con quien tuve trato directo el pasado 24 de octubre, hacer pública la factura que me presentaron por no hacer nada y joderles vivos con una demanda en Facua por ladrones, estafadores, ineptos y cabrones que han sido con una persona de setenta años, pero si pongo el nombre de la empresa igual me toca pagar porque, en este mundo injusto, hasta son capaces los hijos de puta de demandarme y buscarme una ruina, la que les deseo a ellos desde mi impotencia y desencanto. Os cuento la historia para que no sea solo un descargo de insultos sin argumento. He de decir que haberme contenido el meterle una hostia como Dios manda al operador que me mandaron me supuso un ataque de ansiedad que ha derivado en muchas más cosas... ya sabéis, fue la gota que colmó el vaso. También he de decir que tuve dos testigos del abuso sufrido, Ana y Adrián, dos chicos estudiantes y formales que estaban presentes en el robo a mano armada y pecho desalmado del que fui objeto.

Me citan de doce de la mañana a dos de la tarde. A las dos menos cuarto tocan al telefonillo. Aparece un “gestial” (así hubiese dicho mi madre de él. Este nombre se lo aplicaba  a una persona cuando tiene más bien forma de bestia que de humano) que no cabía por la puerta del piso y se fue a lo que todos sabíamos que tenía: la maneta rota. Era solo y exclusivamente eso, cambiarla y sacar la ropa que llevaba tres días dentro. En cinco minutos abrió la puerta, nos dejó un artilugio rocambolesco para seguirla abriendo que no funcionó, nos dejó la orden de trabajo que ascendía a 77,06 euros  haciéndome firmar en dos casillas y que, aprovechando que no tenía las gafas, daba por aceptada la reparación... En la ilegible orden de trabajo me dio un presupuesto de casi doscientos euros por rematar la faena... Y se fue muy ufano él, imagino que orgulloso de la faena. Pedí la factura al día siguiente, ya que me había cobrado hasta el IVA y no me la mandaron. Les expuse ante la empresa la estafa de la que había sido victima pagana y no me hicieron ni el más mínimo caso. Tuve que entrar en su página web, pedirla oficialmente y acompañé mi petición con un escrito adonde contaba todo lo que aquí cuento, palabras que se pasaron por el forro y que a mí me dan pie hoy a desearles que se gasten los setenta y siete euros en bicarbonato.

Al otro día me fui, por recomendación de mi amigo Francisco Moreno, al polígono industrial San Luis, a una empresa de electrodomésticos y repuestos que se llama Navas y es totalmente recomendable y compré una puerta completa por 35 euros. Mi amigo me la montó, tenía cuatro tornillos que quitar y cambiar la puerta apretándolos de nuevo. Lo que tenía es mucha voluntad, empatía y ganas de ayudarme. Luego nos fuimos a tomar una copa los tres, Mariló -su mujer y mi amiga- él y yo, a brindar por la gente buena y a no olvidar a indeseables como esos que se enriquecen dejando la profesión por los suelos, que viven engañando a los demás con malas artes.

Muchos que hayan llegado hasta aquí dirán que por qué tanto preámbulo de horror vacui y garabatos para contar una vulgaridad, para decir algo que ocurre más veces de lo deseado, para compartir un cotilleo de maruja pero... ¿Qué es escribir? Escribir es escribir y si puede ser algo verídico es mejor. Hay poco lugar para la imaginación con media España cagando y otra media vomitando, con medio mundo en llamas y otro medio desmayado. Yo no quiero estar más que en mi rinconcito. Por cierto, mi amigo Miguel Gil, el marido de mi amiga Pepi Navarrete, me ha regalado una carica papaya que he sembrado abajo, cerca del portón. He sembrado también apio y acelgas y una mata de salvia que dicen que será mi salvación.

Desde El Garitón amaneciendo en grises y celestes, Mariví Verdú

Foto de Shamsia Hassani

martes, 7 de noviembre de 2023

ONCE AÑOS CON VICTORIA, MI ABUELA, por Mariví Verdú

Mi abuela Victoria, con la conviví once años de mi vida y la marcó para siempre, era sabia, bajita de estatura, buena en toda la extensión de la palabra y tenía el don de la paciencia. Entre sus quehaceres preferidos estaban leer, contar historias y hacer croché. Las labores salían de sus manos limpísimas, no había más que almidonar y planchar para que parecieran que no habían tocado manos sobre ellas.  Y es que Victoria tenía la piel de cristal de tanto haberle dado al pulpejo, de lavar ropa y refregar con jabón casero -que tenía más cáustica que aceite-. Sus manos tenían un leve toque celeste de tanta ceniza y azulete que habían soportado y y se marcaban sus venas algo violáceas a fuerza de las penas que habían aguantado para que no les estallaran.  A veces daba una cabezada en la que el ganchillo resbalaba por su delantal de cuadritos grises. Unas veces caía al suelo rodando levemente y con un sonido casi imperceptible apagado por la ropa y otras se quedaba posado en el regazo, sobre sus rodillas minadas por la artrosis, dolencia que le impedía caminar con normalidad. Aun conservo su sillita baja, de madera, con asiento de anea, mudo testigo de tantas horas nuestras. Victoria, a la que le costaba incorporarse después de sus largos ratos de labor sentada, nunca lograba erguirse del todo porque su columna no se salvaba tampoco de la artritis y le costaba un rato ponerse a caminar. Cuando lo hacía, dando pasitos cortos y acompasados, miraba muy bien siempre donde ponía sus doloridos pies. Una mota de arena que pisara le resultaba un martirio chino. Siempre la conocí así, con sus dedos liaditos en tela finísima para que no le rozara la lona de la zapatilla sus nudillos salidos, sus deformadas falanges. Eran visibles todos sus huesecillos. Por eso siempre la conocí con sus pies calzados en aquellos angelitos negros, zapatillas de una badanita aterciopelada que eran amoldables a sus sufridos pies. Los llamados angelitos negros los compraba en calle San Juan, frente a la tienda de tejidos del mismo nombre, en la plaza de la Iglesia: Calzados Hinojosa. Este año cerró ya sus puertas definitivamente. Era una zapatería-alpargatería de mucho prestigio en Málaga. Más tarde compraba mi madre y luego yo. Hasta mi nieto tiene zapatillas de allí, por tanto han pasado cinco generaciones de mi familia por aquel mostrador largo de madera, atendido correctamente por dos hermanos que han envejecido con la ciudad eterna. De siempre me gustó ir por aquella calle, tan antigua y tan típica, rebosante de historia. Allí está también el taller Gravura, un lugar donde anida y florece el arte. Y la tetería de mi amiga Rosa...tan exquisita. Pero ya no podré comprar nunca más unas zapatillas en Hinojosa, aunque aún puedo ir a comprar lanillas a Cinco Bolas...

Y vuelvo de nuevo a las labores y con ellas a mi abuela Victoria: ¡Cuánto tiempo invertido en aquellas maravillosas tareas, pañitos, encajes y colchas...! ¡Cuántos pensamientos habrían pasado en esas horas por su frente! Y cuánta sangre circularía por sus manos, adormecidas al movimiento mecánico artístico de sus dedos en perfecta armonía con el hilo y la aguja. Yo estaba casi siempre allí, a su lado, para aprender, para soñar y para recogerle la aguja. Unas veces despierta y otras dormida pero ella siempre allí, conmigo, como un ángel de la guarda.

Y cada vez que marcaba el reloj de péndulo una hora, desde el amanecer hasta la noche, rezaba un rezo tan hermoso de agradecimiento que yo no podía por menos que escribirlo cuando le dediqué la novela “Hijos de la vid” basada en su vida (la oración está en la página 192), una vida abundante en sucesos y aventuras. Una vida que influyó en la mía y la marcó para siempre. Y como no me dio tiempo de anotar sus oraciones -creí que mi abuela viviría para siempre- tuve que echar mano de mi memoria y suplir con la imaginación:

Ha dado la una: gracias por el sol, gracias por la luna.
Han dado las dos: a Dios le doy gracias por lo que me dio.
Ya dieron las tres: gracias por mis ojos, mis manos, mis pies.
Han dado las cuatro, gracias por las viñas que nos dan trabajo.
Cinco campanadas: gracias por la tarde, por la madrugada.
Seis horas seguidas bendigo al que quiso traerme a la vida.
Siete horitas dieron dándole las gracias al Dios verdadero.
Ocho horitas ya, el sol que se viene por el que se va.
Nueve horitas, nueve, con Dios me levanto, contigo me acueste.
Ya dieron las diez, los diez mandamientos siempre cumpliré.
Once rezos hice, doce horas al día mi amor te bendice.
Doce campanadas: Dios está en los cielos y en las almohadas.

Desde El Garitón con un sol digno de abril, Mariví Verdú

martes, 31 de octubre de 2023

POESÍA VERSUS MEDICINA, por Mariví Verdú

En esta hora que no sé bien a quién pertenece, hora del limbo otoñal en donde hacen que me pierda dos veces al año, me siento a escribir sobre el estado de mi alma que está de cuidados intensivos para arriba. Llevo ya algún tiempo donde escribir, que solía ser una especie de necesidad vital y gozosa, está empezando a ser una manera de desangrarme, una manera de suicidio por entregas, cada vez más triste y desafortunado. Saber lo poco que sé y el escaso tiempo que me queda para aprender, me deja fuera de servicio, acomodándome lo más mansamente que puedo entre el desencanto y la ignorancia hasta que salga el sol por Antequera. En el desvelo de esta noche he estado leyendo dos libros de dos buenos amigos a quienes hace más de medio siglo sigo entusiasmadamente: Francisco Moreno Ortega, pintor y poeta, artista todo él,  y Juan Miguel González del Pino, a quien todos llamábamos en la Barriada de Carranque “El Poeta”. Y cierto es: Juan Miguel es un grandísimo poeta que logra ir y venir a la ingenuidad caminando por los versos a pie descalzo como solo algunos sabios o santos pueden hacer.

Hablo en primer lugar de mi querido Paco Moreno. En los tiempos en que le conocí, allá a principios de los setenta, solo sabía de su faceta de pintor. Yo estudiaba en el Colegio San Pedro y San Rafael -él también lo hizo allí años atrás- y mi profesor de dibujo era José Díaz Oliva, amigo y compañero de profesión de Paco. Él fue quien nos presentó. Luego lo encontré muchas veces: en la Casa del Consulado, en las galerías de Málaga, en círculos poéticos, pero cuando me deslumbró fue en la inauguración del Colectivo Palmo, cuya sede estaba situada en la Plaza del Teatro. Palmo fue un colectivo considerado como uno de los más importantes de la historia cultural de Málaga, resultado de confluencias y encuentros entre artistas cuyo lenguaje vanguardista se alejaba de los planteamientos convencionales y comerciales. Allí conocería también a uno de sus fundadores, Jorge Lindell, de quien guardo gratísimos recuerdos. Obras de estos pintores pueden disfrutarse en el Museo de la Aduana para justicia de sus obras y recuerdo y gloria de sus nombres.

De Paco Moreno me atrajo su personalidad y su porte. Por entonces era un hombre alto, hermoso, moderno, atractivo y de una simpatía arrolladora. Hoy, a sus noventa y dos años, aún conserva su hermosura, su talento, su alegría de vivir y se mantiene erguido como una torre maravillosa coronada de abundante y canosa cabellera y una lucidez que asombra y subyuga a partes iguales. Gozo de su amistad y en estos últimos años, a pesar de estar más alejados en la distancia, estamos más cerca que nunca en todos los demás sentidos. Escritor pródigo en obras que tocan casi todos los palos: ensayo, novela, cuento, letra flamenca y lo mejor...su poesía. En particular el libro que dedica a su madre Cecilia Ortega después de su muerte. Hoy he leído una serie de décimas interesantísimas recogidas bajo el título Sopa de Sapo. Me he cargado bastante más de medio libro y me he asombrado en muchos de sus versos. Gracias Paco y enhorabuena. Gracias porque somos amigos, porque  vivimos en la tierra que nos gusta y envejecemos con la posibilidad de vernos de vez en cuando y celebrarlo con alegría.

Y como mi mesita de noche rebosa de libros esperando ser atacados en algún momento, cuando solté el poemario anterior se escabullía uno más delgado, más liviano, uno que parecía tímido al roce pero yo lo escogí porque sabía a quien pertenecía, sabía muy bien quién era su autor. El libro de poemas se titula El instante no atendido, título escogido de un verso de T. S. Elliot. Su autor, Juan Miguel González del Pino, es un viejo amigo mío con el que he caminado largas jornadas en este mundo. Sé que es un poeta grande porque desde los once años ando observándolo y solo ha hecho madurar en la poesía como un árbol o una roca poética que no se mueve del lugar y es capaz de descubrir el mundo. Agradezco esa hora perdida de  insomnio que contigo llevé casi al borde malva del amanecer. Gracias.
 
La verdad es que ambos pusieron su granito de arena en mis ojos para que el sueño los cerrara y mi corazón quedara agradecido a la vida y a esa magia de los encuentros, del perfume a libro, del placer de la amistad.

Tengo acabada la maquetación de  “Cantos y silencios flamencos” , antología de mis trabajos flamencos premiados en diferentes concursos (15), pero tendrá que esperar para hacerse libro y realidad. Estoy pasando mala racha física, mental, moral y espiritualmente. Ahora mismo soy como una lagartija pegadita a la pared, buscando un sitio donde nadie me moleste y a ver si cuando salga de este obligado letargo el mundo brilla por la paz y por la comprensión. Ahora me toca recuperarme, ponerme al día con mi cuerpo. oírme, tranquilizar mi espíritu y dedicarme a guisar y a atender pequeñas necesidades, cosas chicas, cotidianas, y siempre atenta, pendiente de los momentos en los que el corazón me necesite. Hasta pronto, amigos.

Con una danza de lluvia en los labios, Mariví Verdú


*Este artículo lo empecé ayer por la mañana, antes de ir a mi médico -que dedicó más de media hora de su tiempo a oír mis penurias. Gracias.-. Lo acabo hoy, día primero de mi tratamiento y último del mes de octubre, llena de esperanza. Bueno, de Esperanza, de Sheila, de Toñi, de Antonia, de Lola, de Carlos, de Juani, de Tina, de Javier y de mi hijo: su voz me cura más que ninguna medicina.


martes, 17 de octubre de 2023

DONDE DIJE DIGO, por Mariví Verdú

mi tío Gabriel
Corría la década de los cincuenta. La carretera de Cádiz estaba flanqueada de huertas y el display de la Costa del Sol no se había desplegado todavía. Nuestro paraíso lo descubrieron algunos extranjeros que venían buscando el rayito de sol perenne, la alegría de los azules y la bondad del agua de nuestras fuentes. Mi familia y yo vivíamos en los Portales de Gómez 62, relativamente cerca de una vaquería, al lado, lo que pasaba antes es que todas las distancias había que salvarlas a pié y nos parecían de otra medida. En aquel Corral de las Vacas se crió Antonio Molina, amigo de mi tío Gabriel, el único hermano de mi madre que yo conocí. Podía haber sido famoso, casi tanto como su amigo, porque cantaba muy bien pero se dedicó a ser feliz en un amoroso anonimato y a trabajar en su oficio hasta la muerte. Solo cantaba cuando tenía ganas, mientras trabajaba de mecánico en Finanzauto o en las fiestas familiares después de pedírselo un buen rato: ¡Anda, Gabriel, cántate algo! ¡Venga, Gabriel, hazte algo, lo que sea! ¡No te hagas más de rogar, Gabriel! ¡Óle, Gabriel! Y así Navidades y resto de fiestas familiares. Una vez, a petición de los compañeros, fue Radio Nacional de España a grabarlo mientras estaba en plena faena en el taller, cantando como los ángeles. Se hubiera callado de saber que lo estabn grabando. Se hacía rogar mucho, solo cantaba cuando le daban ganas, cuando era el momento. Sin embargo, yo le oí cada día de mi niñez. A la vuelta del taller, negrito como buen mecánico, se bañaba en el patio y cantaba por cantes de Málaga y otros que empecé a distinguir desde niña. Lo hacía por gusto, para sí mismo, con una media voz preciosa y bien modulada. Tenía mucho paladar para el cante. Hace casi un cuarto de siglo, en unos versos que titulé Sanguinis, recogí la historia. Cuelgo aquí un pequeño fragmento:

(...) Pero Juan Breva, de niña,
se adentraba en mis portales
que sólo son hoy recuerdos
antiguos y memorables.

Patio de mi vieja casa…
Mi tío solía bañarse
en aquel baño de cinz…
Jabón, estropajo y cante.

Se cantaba por Jaberas
y Serranas como nadie.
Fue él el que me enseñó
a diferenciar: La clase

que tenía Canalejas
Manolo Vargas, los cantes,
de los hermanos Mairena,
Antonio al taconearse.

…Y escuché hablar de la Trini,
del Canario, el Pena padre,
de Toronjo y el Fandango,
de “El Gallina”, “El Chocolate”,

de Pepe el de la Matrona
de caña,  polo y cabales,
de las hermanas de Utrera,
Vallejo, Beni de Cádiz…

Me enseñaron a escuchar,
que el saber está en callarse,
o decir un ¡ole! al tiempo
que el alma hacia fuera salte.

Con todo lo que aquí cuento
nadie podrá preguntarme
si a mí me gusta el flamenco…
¿Cómo podría no gustarme? (...)

La verdad es que hoy os he contado otro poco de mi vida, os he destripado un poco de mi próxima novela, un ejercicio de memoria para olvidar lo que de verdad quería haber hablado: de la hipocresía, del Premio Planeta, del millón de euros de la Sonsoles, de la mala suerte del chico cordobés Álvaro Prieto, del pánico de las guerras recrudecido por minutos, en resumidas cuentas: de la mala leche que gasta la mayoría del personal de este mundo redondo que da vueltas y del infortunio de tantos otros. Parecen olvidadrse que unas veces estaremos boca arriba y otras boca abajo.. Había empezado con este párrafo que os dejo a continuación pero no podía seguir, no podía. Estoy derrotada.

¿Dónde fueron las almas, en qué huida de nosotros mismos las perdimos? ¿Y qué es un hombre sin alma, con la conciencia muda, a solas con su propio vacío? ¿En qué animal peligroso nos convierte la carencia de afectos? ¿Adónde irá esa carne, ese montón de huesos  sin memoria? La guerra está en la televisión como un magacín más, muy moderna la cosa, muy informada, inmediatamente informada, retransmitida con cortos de muertes a gogó, matanzas en directo que dan a horas puntas, dentro de los informativos, mientras engullimos un plato triste en la soledad más absoluta y no queremos creer que sean de verdad, que se van para siempre, que se les roba el derecho a crecer, a estudiar, a pensar y a enamorarse... ¿Cómo podríamos comer si no, con la que está cayendo?

No podía seguir escribiendo sin darme un cabezazo contra la pared. Y opté por recordar la infancia, esa que le están robando a tantos niños. Y, por si sirve de algo, os diré que mi corazón es niño y a veces está en países que no he pisado nunca. Y a la pregunta de Claudio Rodríguez ¿Por qué todo es infancia? contesto siempre: pues... porque sí.

 Desde El Garitón, esperando la lluvia con desesperación, Mariví Verdú

lunes, 16 de octubre de 2023

ESPANTAPENAS, por Mariví Verdú

Cuando miro hacia atrás buscando el rastro de  mi maldito oficio de poeta, presiento que hay poemas inacabados, cíclicos, eternos sobre el amor y sobre el dolor. Hasta los no escritos todavía llevarán un rastro de esa doble tristeza que es marca de la casa. Llevo escribiendo desde que lo recuerdo, o sea, hace sesenta y cinco años, cuando supe exactamente las letras que conformaban los nombres  de mi agrado, los de adentro de mi pecho, las repetidas sílabas de “ma” y “pa” con acento en la segunda, las que nombraban lo más grande que un humano puede tener en este mundo. Cuando escribía mamá tenía la sensación de escribir mundo, agua, dios y vida. Cuando escribía papá... albergaban tanto esas dos pes: seguridad, fuerza, hermosura, bondad y un largo etcétera de adjetivos en torno a la admiración y el agradecimiento. Las aes repetidas en ambas palabras eran de amor, amor, amor, amor. Después escribiría primavera, mar, azul, abuela, colegio, río y música. La primera muerte llegó con once años.

Mi niñez, llena de descubrimientos como todas las niñeces del mundo, fue un tiempo pobre en recursos y rico en ilusiones. Cada momento del día, cada día de la semana, cada mes, cada estación -en aquellos tiempos había estaciones y rebecas-, cada festividad, desde Reyes a Navidades, marcaba nuestra vida moldeando nuestras almas,  dándole un significado, un aliciente, una esperanza, un porqué. Todo tenía su agradable intríngulis, desde lavar los azulejos de la tumba de mi abuela, ponerle flores y comprar un cartucho de castañas a la salida del cementerio, hasta ir al río de excursión el 18 de julio, día de paga doble para los padres: tristeza y desmemoria. El sabor y el calorcito que desprendían aquellas castañas recién asadas en el puesto de la puerta del Batatal siguen en mi recuerdo, igual que aquel tiempo otoñal de los primeros días de noviembre en los que necesitábamos abrigo y a veces hasta una bufanda. Yo tuve guantes de lana. Mi tía María sabía hacer de todo, tejía ilusiones y surcía desilusiones. En aquellos entonces el calendario estaba llenos de fechas memorables: el Corpus y el Domingo de Ramos eran días de júbilo sin saber por qué -todavía ando descubriéndolo-, tal vez sería porque nos hacían estrenar ropa blanca, al menos unos calcetines tobilleros o unos cucos; otras, las menos, un vestido con manguitas de farol o una rebeca calada y nos llevaban a Málaga a pasearnos. En el primer caso solo fui en dos ocasiones a una procesión y en ambas fui con mi tía María Teresa. Nunca me gustaron las procesiones, los bullicios ni los palios. Una vez vi La Pollinica. En la misa de ese domingo nos daban ramitas de olivo y me gustaba hacer cruces entrelazando sus hojas de dos en dos. Las ramas las dejábamos secar enganchadas al crucifijo -símbolo cristiano que colgaba en la pared de la cabecera de la cama en la mayoría de las casas de la época-. A veces teníamos detrás de la puerta una rosquilla de pan colgada a modo de espantapenas o una herradura. El Jueves Santo era también un día señalado. Era un día serio, silencioso. Se paraba de emitir la radio desde las tres de la tarde y la gente hablaba en voz baja en señal de respeto a la anual cita de la muerte del Cristo. Recuerdo especialmente la visita de las titas María e Isabel, cuñada y concuñada de mi abuela, que vivían en Calle Salitre y parecía que estuvieran en tierras lejanas. Así eran las cosas por entonces, las distancias en particular. También venían mis primos de La Línea. Con ellos se iba la tristeza. Las primeras, como dos modosas pasitas con cara de porcelana, nos traían una cajita de dulces de la Imperial. Eran dos beatas de luto interminable en esta vida. Los tres primos eran un canto a la esperanza, mi primo Antoñín, mi prima Isabelita y mi prima Julia. Eran tan guapos y tan alegres. El habla gaditana era un añadido a la alegría de su juventud. Ellas se vestían de mantilla y se colocaban unos tacones negros de aguja y el garbo natural se multiplicaba por cien. Echábamos colchones al suelo y a mí me parecía que la casa se hacía grande y que todo era fiesta.
A pesar de que ese día no se comía carne, solo potaje de bacalao o gazpachuelo y papas fritas con huevo, porque era día de ayuno y abstinencia, a mí me daba la sensación de que aquella cocina compartida olía mejor que nunca porque no nos absteníamos de nada. Con ellos todo era abundancia, sonrisas y abrazos.

Aquello de vivir fuera del núcleo de la ciudad, en las afueras, en la misma carretera de Cádiz, tenía de positivo que no habían procesiones ni barullo alguno. Toda la calle estaba en calma y cada cual en su casa, por lo que no me hubiera importado que fuese siempre jueves santo. Hasta los saludos eran realizados serenamente, como en un duelo. Desde niña, desde siempre me gustó el silencio, en él es fácil distinguir el canto de los pájaros. O el sonido de los cencerros por los campos que circundaban Málaga. En las tardes de verano, a la hora de la siesta, podían oírse a las lagartijas deslizarse por la tela metálica con la que mi padre cubrió parte del patio. Yo oía el aire, hasta la brisa oía, y los podía distinguir en las hojas del coléo o en los mismos helechos. Las tardes de terral eran mudas del todo. Así era el silencio por entonces, general, extendido y preciso. Hoy hemos olvidado lo que es. Igual que hemos olvidado la piedad, la misericordia y el motivo de nuestra existencia.

En este texto quería hablar de las interminables guerras del mundo, del dolor que provocan, de la injusticia que las resume y he acabado sin decir nada de lo que quería pero no por olvido sino por no morirme más todavía. Y es que no revientan los culpables,  nunca mueren los que provocan las guerras pero nos matan a todos, algunos con una muerte de verdad, esa que  deja sin niñez y sin vida, la que está ocurriéndole a una pobre gente que solo quería vivir estas cosas que os cuento u otras por el estilo. Querían vivir. Y es dolor lo que me hace contar vivencias, es impotencia y es empatía, creo que mucho mejor que ahondar en una tristeza tan grande como irremediable. Privar a la gente de paz es un pecado, eso sí que es un pecado mortal. Así haya un infierno para los culpables.


Desvelada, desde este Garitón que necesita más lluvia y menos lágrimas, Mariví Verdú

*Al recuerdo de mi tía María Teresa en el día de su santo. 

martes, 10 de octubre de 2023

ESTADO DE DESGRACIA, por Mariví Verdú


Hacía mucho tiempo que no tenía la necesidad de rezar y hoy la he tenido. Cuando recurro a ese Dios del que dudo si existe ¡Qué mala está la cosa entre los hombres! Cuando decido hablar con el gran desconocido es porque estoy perdida. De no ser por la sonrisa de Emma, la ternura de los abrazos de los míos, el ciclo de los almendros y la voluntad de vivir de dos matas de pimientos que tengo en el arriate, habría desistido hace tiempo hasta de la duda que lo alberga, esa duda que me protege del nihilismo y que me hace acudir desesperadamente al Padrenuestro. He rezado hasta un Avemaría porque una oración me parecía poco. No he llegado al Gloria. Todo está consumado.

El mundo está en guerra y nada podemos hacer por evitarlo. El conflicto viene en la misma masa de nuestra sangre, parece que estuviera escrito en nuestro código genético y, de ser así, eso no hay quien lo arregle.  Los viejos conflictos tribales, tan largos en el tiempo por las creencias y la imposición de las mismas como por la hegemonía de los territorios, forman parte del ciclo de la vida humana desde que estamos aquí y  han debido interiorizarse de tal forma que no hay marcha atrás. El desencanto que inspiran nuestros mandatarios, el consumismo generalizado en la parte afortunada, la mala distribución de los recursos -que hace desafortunado a quienes no deberían serlo-, la misma sociedad del bienestar que falsamente nos han vendido... todo ello me hacen sentir una tristeza tan grande que sería feliz si me acogieran los lobos en su manada o las huidizas abubillas que vienen cada primavera, que van a los suyo y vuelven a ese trozo de mi casa que escogieron y que ya es más suyo que mío.

Me he despertado a las cinco con el corazón encogido. No sé por qué motivo he venido hasta mi escritorio, he encendido el PC y me he puesto a teclear como una posesa. No entiendo qué sinestesia habita en mis palabras, pero el silencio suena a lamento y el amanecer está totalmente apagado en este día diez de octubre. Hoy hace exactamente veinte años que murió mi padre, Ángel Verdú Rodríguez, un hombre íntegro y educado en la palabra correcta. Todo un mundo interior llevaba encerrado bajo su piel oliva del que solo sus ojos negros tenían facultad para canalizarlo al exterior dejándonos ver su ánimo y sus sentimientos. Su muerte me parece reciente, su duelo... indefinido en el tiempo. Ser huérfana tiene eso, que lo eres desde el momento de la muerte de tus padres y para siempre. Hoy escribir no me me consuela, ni siquiera utilidad le encuentro más allá que gastar los minutos primeros del día y desvariar dentro de mi limitada lucidez. En momentos como estos quisiera parar el mundo y bajarme de él. Total, ir de viaje a ninguna parte es una tontería y mucho más acompañar a esta humanidad de la que solo queda el nombre.

Cuando quiero creer en el mundo que vivo y me encuentro tan desamparada y sola como ahora mismo, no sé adonde recurrir. Escribir, que es un hábito siempre y un recurso, hoy solo es un pañuelo de llanto. No quiero buscar la palabra precisa para el estado de desesperanza que me embarga porque no la encontraría. Y me he sentado aquí, delante del ordenador y de todos vosotros, para abrir la espita del alma por que no estalle.  Esta sensación de impotencia que me ahoga por dentro, presiento que me envenenará.  He tomado una manzanilla con miel para aliviarme el amargor de mi boca. No lo he conseguido. Pongo punto y final porque ya no quiero hablar más. Solo quiero un milagro.

Aún no ha amanecido. El Garitón está oscuro. Sé que hay un verdor dentro de la noche, un mar enfrente y un jazmín próximo, pero no los veo, no los veo.

domingo, 17 de septiembre de 2023

HOMENAJE DE MÁLAGA A ANTONIO BELTRÁN LUCENA, por Mariví Verdú

A mi querido Antonio Beltrán Lucena, con quien me une una larga amistad, en el día de su homenaje.

El pasado viernes, 15 de septiembre, tuvo lugar un acto de homenaje a nuestro queridísimo Antonio Beltrán Lucena, una manifestación de clamor popular hacia su persona y su legado en el que intervinieron un buen número de artistas en diferentes facetas del arte: cantaores, poetas, guitarristas... gente maravillosa. Ha sido un acto de justicia nacido por iniciativa de la Peña Rincón del Cante de Las Castañetas, dirigido por Salvador Pendón y Gregorio Valderrama y en el que me habían pedido colaborar con la coordinación de la parte poética del espectáculo. Muchas gracias y enhorabuena a nuestro protagonista, a los organizadores y a cuantos han colaborado de una u otra manera.

Fue un acierto recibir a los asistentes agasajándolos al ritmo de verdiales. La panda El Manantial estuvo tocando en la puerta y en el hall del auditorio Edgar Neville hasta el comienzo del acto que abrió con su intervención en el escenario. Pararon en su despedida delante de Antonio y Beli y tocaron para ellos.


El poder de convocatoria estaba más que asegurado, dada las características del homenajeado y la programación que presentaba el cartel del acto, cosa que se pudo corroborar con un aforo completo. La valoración del encuentro es más que positiva: Antonio disfrutó. Su familia, también. El auditorio estaba a rebosar de amigos, llenos de cariño y admiración hacia lo que es y lo que representa para Málaga la figura de Antonio Beltrán Lucena. Objetivo conseguido.

La intervención de Salvador Pendón glosando al homenajeado hizo referencia a su legado poético y a la importancia de lo popular, esa forma de llegar a todo el mundo con un lenguaje sencillo y familiar, en el idioma del pueblo, algo que caracteriza la obra literaria de Antonio. En la programación hubo dos sustituciones de guitarristas que asumieron Juan Moreno y Chato de Málaga. El resto es de todos conocido por el cartel que os compartí en su momento y siguió el orden establecido: Antonio de Tolox, Antonio Fuentes, Antonio José Fernández con la guitarra de Gabriel Cabrera; Joaquín el Quini acompañado por Lidia Vergara; Miguel el Pibri por José Delamaría, Enrique Castillo por Niño de la Aljaima y Gregorio Valderrama acompañado por el presidente de la entidad organizadora y guitarrista Juan Moreno; luego fue el turno de Paqui Corpas y cerró Virginia Gámez acompañada por Andrés Cansino. Un acierto de la organización el que todos cantaran palos distintos, letras distintas.  Desde aquí he de destacar la intervención de Antonio Fuentes con la guitarra de Pepe Satorre y la de Paqui Corpas con Chato de Málaga porque el público rompió en aplausos en mitad del cante y merece que así se cuente. Quiero nombrar también a Joaquín Cabello “El Quini”, a Miguel Vergara “El Pibri” y a Gregorio Valderrama por haber interpretado y escrito unas letras dedicadas a Antonio que el público y Antonio valoraron y aplaudieron.

Durante el acto se fueron alternando el cante y la poesía: poemas, contarriñas  y chascarrillos de nuestro querido Antonio en las voces de Antonio Alarcón, María Donaire, Manuel Fernández Maldonado, María Gómez Riera, Encarni Jiménez Palma, Paco Moreno Ortega, Mari Paz Redoli y Toñi Romero. Paso a continuación a transcribir cada una de las intervenciones, todas obra de Beltrán Lucena.

COSILLAS DEL TREN DE VÉLEZ 
Fragmento recitado por Antonio Alarcón “Niño de la Morena” que dio inicio al turno de los rapsodas. Una excelente y cercana intervención.

Lo acariciaban las olas
de la Bella a Torre del Mar
y al pasar, las caracolas,
se ponían a cantar.
Y dejando atrás la playa,
cruzando el campo axarqueño
subía hasta Zafarraya
entre huertas y viñedos
salpicaos de casas blancas.

En uno de estos trenes había un conductor que le decían el Avión, porque a lo mejor se paraba en cualquier sitio a tomar un caminante y ¡claro!, luego tenía que recuperar el tiempo perdido; y también más de una vez tenían que llevarle carbón, porque calculaba mal, y se le paraba el tren entre El Palo y Málaga. Decían, según las malas lenguas, que vendía el carbón por el camino.

Cosillas que le pasaban
a aquel célebre Avión,
¡claro, el tren se le paraba
si le faltaba carbón!
Desde allá arriba, en to lo alto,
bonita estampa hasta el mar,
¡cómo aquel tren lo recuerdo
cruzando por la Axarquía!
¡Qué pocas luces tuvieron
con quitarlo! ¡Qué herejía!

Pues en ese tren se subió uno que no estaba mu avisao, vivía tierra aentro, por el río Benamargosa y no se había montao nunca en el tren y se prebelicaba por ver el agua correr, le gustaba quitarle los tapones a las albercas que veía con agua, que cada casita tenía una para regar los huertos, pequeños vergeles, pos tenían que andar alerta con Manolillo Pinto, que además de su afición por ver el agua de correr, era mu bruto. La primera vez que fue a Málaga a tallarse pa irse a la mili, se subió en el tren en la estación del Trapiche y dos que iban ya montaos se dijeron: «ahora veremos».

Na más el tren arrancar, los dos con las cuatro manos, fingiendo como queno podían tirar de la maneta que ponía «en caso de emergencia tirar de aquí». Al verlos, Manolillo les dijo: «Quitarzos». Los apartó con no mu güenas maneras, pegó un tironazo de la maneta, y el tren que se para. Al momento los dos civiles y el revisor: ¿quién ha sido? –Yo solo, y con la zocata na más. Y siguió diciendo:

Porque er tío tiene juerza,
no solo pa pará un tren,
que lleva cuatro vagones
si llevara veintitrés
también me sobran cojones.

El tren que se vuelve a poner en marcha, y al llegar entre Almayate y Torre del Mar parecía que iba derechito al agua y el Pinto que empieza a pegar saltos, loco de contento, de lo otro ya estaba, mientras decía: «¡Ojú, la que viá liá como me encuentre el tapón».

En mi vía he visto yo
un charco con tanta agua
¡como me encuentre el tapón,
voy ajogá media España!
Con este cante evocar
recordando aquel Juan Breva
y volverlo a ver pasar
al tren de Vélez quisiera,
bajar de la sierra al mar,
desde la Torre a la Bella.

En segundo lugar intervino María Donaire, de Alhaurín de la Torre, que nos recitó con su brío natural y flamencura CORONADO EN LA HABANA:

Málaga, reina y señora
del buen vino y mejor cante,
tan noble y trabajadora,
con la verdad por delante.
De sus pueblos tan bonitos,
elogio en este cantar
a uno blanco y chiquitito
que entre viñedos está.
Fue cuna del gran poeta
que llevó siempre en su cante
a su tierra malagueña
y a su querido Benaque.
Con su pluma singular
por todo el mundo llevó
al más alto pedestal
el nombre de lo español.
Pues loaba con sus versos
al popular cenachero,
al hombre de tierra adentro
y al sufrido marinero.
En mil novecientos nueve
fue coronado en La Habana
malagueño universal
y Poeta de la Raza.
Fue su pluma incomparable
alborada mañanera,
una fuente inagotable
de Málaga, Salvador Rueda.

Salió en tercer lugar Manuel Fernández Maldonado, con su habla tan malagueña y su gracia natural nos dijo una parte del pregón sanjuanero de verdiales que el poeta homenajeado dijo en Santo Pítar, estando presente Manuel, que por cierto es su compadre, aquella noche de San Juan.
AL FUEGO CON TO LO MALO (fragmento):

Como me gusta soñá
y como sueño despierto
po lo empecé a encarrilá.
Y como el cante lo llevo
metío en el corazón,k
con coplas y versos quiero
que sea cante este pregón,
es el deber de un coplero
que no salga mu peor
y así me libro del fuego..
No puede estar Santo Pita mejón situao:
ahí pallá toa la Axarquía,
a la partallá Comares;
a este Montes y Almogía;
allí abajito, la Bella;
a to alreó, Verdiales;
mú cerquita, las estrellas.
¡Santo Pita, cuánto vales!

A lo largo de los tiempos, esta noche, la noche de San Juan, se ha significao por las verbenas y dentro de ellas, la candela, la ruea, los saltos sobre el fuego y el meceó, columpio o bamba (de las tres maneras se le dice, aunque a mí me gusta más el meceó).

Sigamos con el pregón
cantando algunas bamberas,
se cantan en el meceó,
por mozuelos y mozuelas.
Sigue Carmela subía
que te voy a seguir cantando
y en mi cante te diré
en lo que yo estoy pensando.
Mientras yo me estoy meciendo
tú me cantas por bamberas.
Me gusta a mí columpiarme
mientras tú me estás cantando.

Amigos, tos en unión,
jagamos una gran hoguera,
que viá quemá mi pregón
para avivar la candela;
y con él quisiera yo
que los males de la tierra,
al salir mañana el sol
solo ceniza ya fueran.
Que a partir de mañana
las balas sean de pringá,
los cañones de pan moreno
y el aceite pa engrasá
que sea de oliva, del güeno,
puro, sin adulterar...
y con to lo malo al fuego.
Acabo con el pregón,
que está la noche mu güena,
¡fiesta, vino, ruea, jamón!
¡más vino, más fiesta, brevas,
hasta que nos salga el sol!
¡Que está la noche mu güena!
¡Y al fuego con el pregón!


En cuarto lugar y con la delicadeza que la identifica,  la poeta María Gómez recitó magníficamente un poema del libro, Cantando salen mis versos cuando sufro y cuando sueño, ilustrado por el querido amigo Manuel Garvayo y titulado ERES MÁLAGA UN ENSUEÑO

¡Ay mi Málaga, ay mi Málaga!
¡Cuánto te quiero, mi Málaga!
Te quiero por tantas cosas,
por noble y hospitalaria,
por tus mujeres hermosas,
siempre, siempre ¡Viva Málaga!

Verte desde Gibralfaro
me embeleso al contemplar
Puerta Oscura, La Alcazaba,
¡y ese Parque junto al Mar!
¡y ese Paseo de España
hecho por Dios al soñar!

¡Ole, por eso le canto
a ese rincón perchelero
del paraíso un pedazo,
 
por sus flores y su color
los Jardines de Picasso
en nombre del gran pintor.

Eres, Málaga, un ensueño
porque todo en tí es divino,
boquerones victorianos,
y de tus montes ¡el vino!
a tí Dios extendió su mano
y te abrió to los caminos.

Con letras de oro estás
en el libro de la historia
¡Ole, te quiero cantar!
mi Virgen de la Victoria
la Patrona celestial
que con Málaga es la gloria.

Por tu clima, por tu luz
y del arte embajadora,
por tu cielo tan azul,
¡tan guapa y tan cantaora!
y por todo, siempre tú
¡Málaga Reina y Señora!

En quinto lugar salió a recitar mi querida Encarni Jiménez Palma, hija de nuestro añorado Antonio de Canillas, diciéndonos con especial gracia y desparpajo un texto titulado EL QUE LA JACE, LA PAGA

Cuarenta años casao
mu güena la convivencia,
algún que otro altercao
pero sin más consecuencia.
Ella, Rosario López Carmona,
hacendosa, mu apañá,
bien conservá, sesentona,
bondadosa, recatá
pero algo inocentona,
falta de toda maldá.
Él, Romualdo García Pinsón,
que se le nota la doma,
borricote, fanfarrón
que por cualquier atajo toma
sin pensá si hay otro mejón.
Y el otro día la Rosario
que de la iglesia llegó
de eso venía, de rezarlo,
jenchiíta de doló.
Al verla tan compungía
Romualdo le preguntó:
Rosario, sentrañas mías,
¿qué te pasa, corazón?
Yo no te doy mala vía,
otra será la razón,
vienes mú descoloría,
cuéntame te escucho yo:
¿Qué te pasa vida mía?
Rosario al verlo tan preocupao
colmándola de atenciones
en las que él no era mu prodigao
pos le explicó las razones
de su atribulao estao.

Romua, ¡qué pena más grande, ayer se murió Don Jacobo!
Romualdo: Güeno, ¿y qué? ¿Quién era ese?
Rosario: ¿No te acuerdas? El cura que nos echó las bendiciones, el que nos casó hace ya cuarenta años.
Sin pensarlo, le contestó el Romua: «El que la jace, la paga».

Para terminar su intervención nos recordó a su padre en la lectura de un acróstico que Antonio le regalara a su tocayo y que el de Canillas usó como tarjeta de visita hasta el fin de sus días:

A continuación subió al escenario nuestro querido Paco Moreno, poeta y pintor a partes iguales, un sabio que a sus noventa y dos años tiene más energía que tres de treinta. Sus propias palabras, antes del poema de Antonio, fueron aplaudidas ampliamente por todo el publico asistente, hablando sobre el estado de gracia que embarga a los mayores que, como Antonio o él, artistas ambos y personas admirables, están cerca del siglo. Luego dio paso a la lectura de los versos de su amigo de tantos años y nos dijo:

SI TENGO NO QUIERO MÁS

No cuentes a nadie tus penas
que se aflige quien te quiere,
quien no te quiere, se alegra.
Tú cuenta la feria bien
se alegrará quien te quiere
y quien no, peor paé.
Si tengo no quiero más,
corazón pa bien sentir,
cabeza pa bien pensar,
cariño pa compartir,
un amor pa disfrutar,
lucidez pa discernir,
paciencia para esperar,
contención para no herir,
tiempo, para al tiempo dar,
ilusión para seguir,
utopía para soñar,
sonrisa pa repartir,
güena voz para cantar
y poder hacer feliz
al que cerca de mí está.
¡Tampoco es mucho pedir!
Porque como tenemos...
Ocena y media de gallinas,
un gallo majestuoso,
un minino y tres mininas
y agua mu güena en el pozo
po no estamos en la ruina.
Y el botijo suando
a la sombra del parral,
las moscateles colgando.
Mi serrana en el portal,
mi guitarra y yo cantando.
¿pa qué queremos más na?

Llegó el turno de Mari Paz Redoli, profesional donde las haya, que nos recitó con la soltura y gracia que ella tiene LOS PREGONEROS

Mi amigo Domingo Mérida Casermeiro, un malagueño de esos de con “M” grande, siendo director y presentador del programa de radio, Málaga, paso a paso me dijo: «Se va a celebrar un homenaje a los pregoneros malagueños, escríbeles algo». Esto que sigue me salió:

Amigos, por todos quiero
con mis versos evocar
a unos cuantos pregoneros
de la Málaga inmortal.
Como estamos en agosto
ya va mi cantar primero
pa el de gordos y reo...ndos
que, así pregona el chumbero;
y aunque sean de lo Milla,
del Barranco o de Jotrón,
el dirá: ¡los de Almogía
qué dulces y güenos son!
Y al latero, echao palante,
¿recuerda señora mía,
con la caja y el anafre
los pregones que decía?
Traiga una lata vacía
de la leche condensá,
por dos rales enseguía
una asita le viá echá.
Tendrá un jarrillo de lata
que le servirá pá to
pa el café, el vinillo, el agua
¡qué apañaíllos que son!
Recordarlo es oportuno,
era ameno su pregón
casi siempre tres en uno,
sombrillero, colchonero y lañaó
pa buscarse las jamancias
el hombre jacía de to.
Se reparan las sombrillas
se recor...tan y atiran...tan
las corchonetas de muelles;
parecía tener por la voz de su garganta
en vez de pulmones un fuelle.
Señoras el lañaóóó...
se reparan los lebrillos
orzas, cántaros, macetas
cuatro lañas, un durillo
y dos lañas, tres pesetas.
Venga señora pa ca
no sea remoloncilla
que tres lañas le viá echá…
al lebrillo, Mariquilla,
no me seas mal pensá.
¡Y el que vendía en el otoño
pregonaba lo que había
¡bellotas, piñas, madroños
y las batatas cocías!
Y el de voz dulce y sonora
que también en estas calendas
iba pregonando moras.
¡El mejor...EL NIÑO LAS MORAS!
Juan Ternero Mingorance,
flamenco, jovial, chicuelo
rompía el aire su voz
maú...ras las moras llevo.
Su voz potente y sonora,
en sus labios el corazón,
Málaga su silueta añora
y recuerda su pregón,
pregón del NIÑO LAS MORAS.
Y recordaré también
a uno alto y enlutao,
pregonaba a voz en grito
cualquier cosa, lo que fuera
se llamó, El Arrojaíto.
Se vende un cuadro
de uno de los mejores
gloria y orgullo de los pintores malagueños.
Y se vende una sartén
con un agujero en medio
para que usted pueda ver
si la candela está ardiendo.
Aquí mi decir postrero
tengo ya que terminar
¡fueron tantos pregoneros!
que esto sería el no acabá.
Así que con todos quiero
por Manolo Ocón brindar
que, sin serlo, es pregonero
de Málaga como el que más.

Para acabar la parte que dedicamos a la obra de Antonio Beltrán Lucena, llegó Toñi Romero y representado en ella al mundo de los verdiales, con el sombrero de su padre, el inolvidable Rafael Romero, al hombro, y el traje típico de la Fiesta para dedicar unos
CAMPANILLEROS A LA NIÑA DE LA PUEBLA

Con cariño y respeto has llevao
nuestra Andalucía
por tos los senderos
y en los pueblos a su gente has cantao
con el alma entera
los campanilleros.
Con el corazón,
cuando salen sus sones al aire
la gente al oírla
llora de emoción.

De La Puebla donde un día naciera
su nombre en el arte
para sí escogió
y poniendo todos sus sentíos
a los cantes nuestros
los engrandeció.
Y nadie jamás
con su duende, su arte y pureza
los Campanilleros
los podrá cantar.

Compañera, como esposa y madre,
mujer ejemplar
y cantando su voz limpia y pura
clara y cristalina
como un manantial.
Yo quiero cantar
con mis versos a la Niña La Puebla,
que el cielo la colme
de felicidad.

Acabó su intervención con estas letras por bulerías que Antonio dedicó a los suyos:
A MIS DOS BELIS

Bien sabes sentrañas mías
que antes podrías tu ver
luna llena al mediodía
que yo dejarte querer.

Pué que sea pasión de padre
pero mi niña Isabel María
tiene más arte que nadie
bailando por bulerías.

Compañera, yo te quiero
que eres de mi condición
porque quieres a mi madre
igual que a la tuya yo.

Cuatro ramitas mis niños
por ellos canto y escribo,
me animan con ilusión
y con su cariño vivo.

No he hablado de la parte institucional porque fue, como casi siempre, un rollazo. Estoy harta de visitas obligadas, móvil en mano, de bulla y a huir porque estos políticos quieren estar en todos lados, como Dios, y es solo para salir en la foto... Estuvieron pero para dar cuenta de ello ya están otros medios de información.  A mi manera de ver, estaban de más, postizos. Me quedo con la visita de los amigos de Montalbán (Córdoba), que sé cuanta ilusión le hizo a Antonio. Posiblemente también le hagan ilusión las placas otorgadas por el ayuntamiento, la diputación y las federaciones pero a mí no me da la gana de nombrar a estos inmortales. No los necesito para nada que es mucho menos de lo que me necesitan ellos a mí. Y no olvidemos que esos regalos que ellos traen como suyos están comprados con dinero público que es muy fácil de gastar. O sea, que se lo hemos regalado todos los malagueños.

Me hubiese gustado, como solía hacer antes, confeccionar una crítica inmediata, pero la salud está cada día más pachucha y ayer tuve que volver a urgencias. Me queda una semanita, con suerte, de cama y tratamiento, y ya no me repongo como antes que tenía la fuerza de una mula. Ahora todo tarda en volver a su sitio y  retorno disminuida de fuerzas, que no de memoria y de objetividad. Quiero deciros que no tengo COVID, me hice el test antes para tranquilidad de los asistentes y las decenas de besos que intercambiamos. He pasado una semana sin saber si podría asistir a un acto que me había tomado como mío desde el minuto uno en el que Salvador me pidió colaboración y en el que había pedido a Antonio Alarcón, María Donaire, Manuel Fernández Maldonado, María Gómez Riera, Encarni Jiménez Palma, Paco Moreno Ortega, Mari Paz Redoli y Toñi Romero su intervención, aceptada por ser quien era el homenajeado y fruto de la amistad y de la confianza que me une con cada unos de ellos. 

Doy gracias por haber podido asistir, atenderlos y oír a todos dar lo mejor de sí mismos. Y por haber podido entregarle a Antonio mi trabajo, fruto de estos dos meses últimos: el retrato a óleo que hice para recordar aquella visita que  hizo a El Garitón el día de la Fiesta del Fin del Mundo, donde di de comer a casi cien personas y tuve la visita de Pepe de Cañete, Ramoliche, Paco de Ronda, Pilar Illa, Manolo Jiménez Bravo, Leo Vilar, Paco Moreno y un sin fin de artistas de los que disfruté y entre los que cuento a nuestro querido Antonio Beltrán, al que fotografié. Aun vivían mis padres y mi hijo Cheche y mi vida no se había roto por la mitad.
Aquella fiesta tenía un lema en su invitación, una razón de ser:

El mundo s'íba a acabar
y como no s’ha acabao
vamo a jartarno pringá.

Y preparé un pedazo de comida, hoy impensable. Piqué sola y a mano todas las las habichuelas de la berza, una berza de habichuelas verdes con garbanzos lechosos que llevaba tantos avíos que nos duró almuerzo y cena porque a la noche nos comimos unos pocos de kilos de pan de Alhaurín en rebanadas con pringá. La fiesta duró hasta la madrugada. Quería que fuese esa la foto del retrato y eso he hecho. También le escribí hace un par de semanas un poema  que he titulado DE ALBAHACA Y YERBABUENA.

 

Aquí lleváis todas las cosas junto a mi corazón.







Querido Antonio Beltrán,
mi amigo Beltrán Lucena,
campanillero ejemplar
a quien su Málaga entera
hoy hemos venido a honrar
por persona grata y buena.
No sé por dónde empezar
a decir cuanto quisiera,
solo sé que va en mi voz
una confesión sincera:
todo el que recoge amor
es porque amor fue su siembra.
Muchos años de amistad
avalan este poema,
todos ellos perfumados
de albahaca o yerbabuena.
Desde el viejo Palomar
hasta hoy van muchas fechas,
siempre cantando y contado
entre alegrías y penas:
los amigos que se van, 
los nietos que al mundo llegan
para llenar de ilusiones
el tiempo que aquí nos resta.
Porque al fin es la familia
el cobijo que nos queda,
la bendición de la vida
para el que su vida entrega
y en la casa de Er Ziguero
con Beli, tu compañera,
la vida preparó un nido
para vuestra descendencia,
todos honrándote están,
todos juntos y a tu vera
que hoy, ayer, mañana y siempre
te quieren y lo demuestran.

Sé lo importante que es
para ti lo familiar
pero sé cuanto valoras
la relación de amistad:
simpatía, confianza,
estar siempre para dar
lo mejor que hay en nosotros
por simple y pura bondad...
Hoy te traigo aquí recuerdos
de varios que ya no están
pero que hubieran querido 
desde los cielos bajar:
Francisco Padilla Robles,
¡Qué amigo más especial
el que los dos compartimos
y lloramos por igual!
Él te haría la redondilla
más digna de la amistad.

¿Y quién te haría una milonga
con aquel trino especial
con aires de la Axarquía,
con duende y con majestad?
Nuestro Antonio de Canillas,
nobleza y arte sin par,
aquí estaría orgulloso,
lleno de felicidad.

Y nos falta una sonanta...
¿No hay nadie para tocar?
Ay nuestro Enrique Naranjo,
por detrás de la humildad
cuánto saber escondía,
cuánta generosidad.
De haber estado en el mundo
no habrían podido faltar
por eso aquí te los traigo
esta tarde, frente al mar.

Hay tanto bien que nos falta
y tanto por disfrutar
que hoy no quiero que haya penas,
sentimientos nada más.
Porque los años que quedan
ya son para disfrutar,
para gozar de la vida
y el aliento que nos da.
Para dar con la palabra
que necesita rimar,
amor, familia, futuro,
pasado, presente, hogar,
recuerdos, tardes, belleza,
vejez y serenidad... 
Aquella que nos traduzca
el alma entera al hablar,
la que nos ponga en la mano
el honor de la amistad
con el corazón abierto
que es como tiene que estar.

Hoy que Málaga te honra
en este día especial
te deseo, querido Antonio,
todo lo que es natural
que se deseen los amigos:
salud, vida, bienestar,
que no te falte ni gloria,
que siempre tengas demás,
que la vida te sonría
y nunca te deje atrás.
Que en la sombra de tu huerto
haya siempre algún rodal
de albahaca o yerbabuena
porque no pueden faltar.
Siempre p’alante, mi amigo,
viva la vieja amistad,
lo que seremos y fuimos
hermano Antonio Beltrán.

Cariñosamente, Mariví Verdú

*Las fotos son de mis amigas Esperanza Arce, Ellen Dijkgraaff, Paqui Olmedo Estebanez y el video es de Toñi Maldonado Martín. Muchísimas gracias a las cuatro.

Éstas dos últimas son unas preciosas imagenes encontradas en mis archivos. Os quiero, Antonio y Beli.
Te quiero, Paco Moreno












martes, 5 de septiembre de 2023

EL COMPÁS DEL TIEMPO, por Mariví Verdú

Llegó septiembre como llegan las cosas de la vida, como engorda el membrillo, como se endurece y se abre la capota de la almendra, como en aquel eterno retorno que dejó seca la cabeza de tanto sabio mientras la contestación estaba y sigue estando delante de nuestros ojos, sencilla y fácil como la caída de las hojas al llegar el otoño. Cíclica y naturalmente, la vida da respuesta tangible y etérea como la caricia del viento en el rostro. Con igual naturalidad llegan la vida y la muerte. Tan normal como se abren las rosas. O se marchitan.

Hacía mucho que no me sentaba a escribir. Las últimas fechas han sido un no parar, un continuo ir y venir del mar al corazón, del corazón a la cocina, del caballete a la máquina de coser, de una emoción a otra, creando recuerdos para la época de escasez donde todo será traducido, deglutido, transformado.... Hacía mucho que no me ponía a hilvanar palabras como me gusta hacer en las tardes de invierno. Pero han llegado las primeras lluvias y el corazón se inunda de palabras, de sensaciones limpias: de agradecimiento. La voz de mi conciencia, esa que ha decidido estar en paz, en paz conmigo y con la vida, esa que ha dejado por fin de atosigarme como si tuviera detrás un capataz con látigo, exigiéndome siempre, de noche y de día, sin tregua, sin límite, sin compasión, ha tenido piedad y ha dejado de serme cruel. Y se me nota bastante la suelta de lastre.

He decidido ser paciente, darle tiempo a mi vida para que se reinicie y ponga en orden los archivos. La paciencia se aprende obligatoriamente cuando se es pobre y luego se queda a vivir contigo y se tiene como una virtud conquistada. El estoicismo, que llega a ser una forma de vivir y de entender el mundo, se ha encargado de poner a mis espaldas una concha digna de un galápago. Soporta ya el peso que le quieran echar. Y ha sido gracias a aceptarlo todo tal y como es, tal y como va viniendo que siempre es difícil cuando una está empeñada en sobrevivir, cuando se carece de cosas, cuando se prescinde de todo lo superfluo, cuando se ha domado el ego a fuerza de renunciar a las goyerías. Ya veo el resultado, un epílogo a la vida que he vivido y de la que no me arrepiento porque volvería a vivirla idénticamente de volver a tener la oportunidad. Pocas cosas evitaría, poquísimas.

Es por eso que hoy me siento a escribir para celebrar el paso del tiempo, ese que te va dando la capacidad necesaria para sobrevivirlo. Ahora, en el último tercio de su compás, habiendo cantado ya la niñez, la juventud y la madurez, vivo mi vejez en plena armonía, allegro moderato... Adagio: todo está en cogerle el compás.

Solo está en mi mano mi propia felicidad. No se puede aspirar a la de los demás si no somos felices nosotros mismos. Qué más quisiera yo que regalar felicidad como quien comparte unas sopas perotas: cucharón y paso atrás. Qué haya para todos.

Y para poner un punto y final no podía pasar por alto la lluvia caída. La lluvia, ese escaso fenómeno que tanto bien nos aporta, no cae nunca a gusto de todos. Cuando lo hace tan intensamente como estos días atrás, no estamos preparados para ello. En estas últimas inundaciones tenemos que lamentar la pérdida de seis personas: tres muertos y tres desaparecidos, así como muchísimos daños materiales. Y el corazón se resiente aunque también me obliga a dar gracias por haber tenido consideración con nosotros.


Sí, amigos, demos gracias por todo lo que somos capaces de superar. Salud, amigos, os deseo que seáis felices y que la serenidad y la paz os inunde el corazón. Con la tierra húmeda y los árboles verdes, ser felices es una obligación.

Desde El Garitón limpio como una patena, Mariví Verdú

domingo, 20 de agosto de 2023

LA SOMBRA INMENSA DE UNA MUJER MENUDA. A PAUL MANDEVILLE, por Mariví Verdú

Siempre fueron los dos como uno solo
y el camino lo hicieron de la mano,
no había Toti sin Paul, y él no tenía
más paz ni posesión que su mirada:
cielo claro, mañana luminosa,
con la calma del mar o con su brío
en las playas de El Palo...
Dos espejos de Kivu, lago eterno
del corazón de un África soñada
que siempre le sirvieron de refugio.
Pero Toti se ha ido hasta el silencio,
ha cerrado sus ojos y no sabe
que el mundo ya no es nada más que tierra
y que no vuelve a casa.
Tan solamente Paul se ha dado cuenta
del alcance de la palabra muerte.
La soledad es Paul. Y su recuerdo.
Y una tristeza alta, tan hermosa,
erguida cual ciprés, junco de oro
hablando con el aire de la nada,
perdido en horizontes tan celestes...
Con palabras no puedo decir llanto,
no sé decir adiós si es hasta luego.
Creí siempre en los dos a ciencia cierta.
Yo creo en el amor cuando te miro.

Este poema lo escribí hace cuatro años aproximadamente, el día 28 de septiembre de 2019, día de la despedida de Clotilde Vega Carrillo. Hoy, 20 de agosto de 2023, último domingo de la Feria de Málaga, me siento a escribir unas palabras nuevas para Paul que nunca leerá. Aunque las escribo por él y para él, son en realidad para abrir la espita de mi corazón que está a punto de estallar de tantas emociones. Paul Mandeville se nos fue el día 18  y se ha ido con casi un siglo a su espalda, un siglo de amor, de familia, de ideales, de trabajo: de generosidad.
La historia de este matrimonio que se quiso con verdadera pasión nos la han contado ellos y está en la memoria de internet, el primero por Juan Torres López y el segundo (Diario La Opinión de Málaga) por Alfonso Vázquez en los siguientes enlaces:



Mis vivencias con Paul y Toti han sido otras, ellos vivían una época de jubilación -pero de acción siempre, social y necesaria- y yo en mis momentos más intensos de vida social y cultural, la más efervescente y efectiva. Tiempos de finales de siglo corrían cuando el poeta Paco Parra propició nuestro encuentro. Ocurrió un treinta y uno de mayo del noventa y siete, aprovechando la estancia en casa de los Mandeville de Marcos Ana y la visita a Málaga del poeta Rafael Franquelo, fuimos a verles a su piso en El Palo Antonio Ligero y los poetas Parra, Franquelo y yo. Fue una tarde memorable. Oír las confesiones de Marcos Ana en viva voz sobre su vida, encarcelado desde la juventud por sus ideas políticas, libre desde que lo pariera su madre, fue tan interesante... también dio buena cuenta de la generosidad de los Mandeville al compartir su hogar y el tiempo que tenían para él  con nosotros brindándonos así la oportunidad de la amistad,  algo que ocurrió al abrir nuestros corazones, que nos pasó a todos y para todos. Extraordinario inicio para lo que llegaron a ser con el tiempo Paul y Toti en mi vida.

Después de aquel primer encuentro fueron impulsores y seguidores de “Calle del Agua” siendo Toti la socia nº 5 de nuestra asociación cultural. Desde entonces son muchas la veces que he estado con ellos y ellos conmigo, innumerables momentos de los que siempre quise dejar testimonio y fotos donde quedaran esculpidas nuestras sonrisas, pintados nuestros rostros, iluminadas nuestras miradas, unidas nuestras manos... Visitas a Comares, encuentros en el Ateneo, en El Garitón, en el Hogar del Jubilado de Carranque (donde venían a arreglar sus pies de manos de Inma Vicario), en El Rincón Cubano de la Feria de Málaga...

Recuerdo especialmente la Feria 2014, con la visita de sus nietos, los hijos de su hijo Pablo, la Familia de Ahmed Larinouna... Me pareció una verdadera feria con familia y flores en el pelo. Una semana antes habíamos estado comiendo en El Garitón todos juntos. Había venido también Paco Parra desde Comares con un taxista amigo que como era natural se quedó a comer con nosotros.


Recuerdo que después de la muerte de mi hijo Cheche hubo otra visita de Marcos Ana. Le habían contado mi desgracia y fui a visitarles. Así se puede leer su sentimiento en la dedicatoria de “Decidme cómo es un árbol”, palabras que comparto para dar gracias por tanto cariño recibido. Los tres besos que nos dábamos Paul, Toti y Marcos Ana se convierten desde hoy en recuerdos, en agradecimiento, en ternura para su eterna memoria.

Y es que cuando me pongo a cavilar en los que tengo más allá, tantos y tan importantes para mi vida, suelo irme del mundo por un tiempo indeterminado... Menos mal que vienen a rescatarme los que tengo todavía por aquí y me devuelven al mundo real, aunque ya no sé dónde está la raya que divide uno y otro mundo. Se rozan tanto que han llegado a formar una sola y constante forma alternativa. Sueño y misterio, vida y muerte, sentimientos y realidades distintas que se confunden para sacar de mí sonrisas y lágrimas, melancolía, tristeza... amor, en una palabra.

No sé cómo poner punto y final hoy a este texto que sale desde un lugar al que cada día conozco mejor y ocupa más parte de pecho. Descansa en paz, querido Paul. Mientras que viva estarás con Toti en mi recuerdo. Os quiero.

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...