domingo, 20 de noviembre de 2011

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE EN CUENTECILLO DE SIEMPRE

Doliente y de Occidente en Cuentecillo del mismo día, hace miles y pico de años.

Amanece un día típicamente otoñal en todo el territorio de Iberia. La parte de la tierra que le toca calor, tiene calor, pero nadie aquí lo sabe todavía.  La que le toca hambre, tiene hambre porque están en los siete años de escasez. Aún no se ha inventado el tren ni el avión para mandar latas de cola.

Argantonio vive en una casita de El Palo. No sabe este rey que, mil años después, por el norte, entrará una legión romana y nos volveremos un lugar de vencidos que llamarán Hispania. A nosotros nos iba bien con este rey que vestía de blanco y usaba una fajilla roja para calentar sus riñones. Le gustaba el comercio, el trueque, y cantábamos mucho y por todo. Si era para un nacimiento y para una boda, cantábamos alegremente. Si era para un duelo, por playeras. Y cuando hacíamos la recolecta de uvas y aceitunas, sacábamos los chinchines y el pandero y soltábamos el alma a rodar por los pechos del monte. Y estábamos la mar de tranquilos, de unidos ante las inclemencias del tiempo y de los pueblos bárbaros.

Por entonces, en otro lugar del Mare Nostrum, había democracia. Al pueblo que la usaba se le llamaba griego. Y tampoco les iba mal a ellos. Lo que pasa es que Platón y Aristóteles no estaban muy de acuerdo con ese sistema de gobierno porque daban voz a mucha gente que pensaban con el culo. Mientras, un pueblo intermedio de ambos en el espacio-tiempo, habían pasado por diferentes formas de vivir, desde la república al imperio, por todas sus andadas. Un pueblo que llamaban Roma y llegó a dominar toda esta parte del universo mundo hasta tal punto que hoy,  veintitantos siglos después, poco ha cambiado nada ya que el derecho de los seres que habitan lo hoy llamado Europa está legislado con las mismas reglas que ellos impusieron.

Hoy, un pescador que se muere de pena en un pisito de Huelin, varada ya su barca para siempre, piensa en el azul del mar y en los seres humanos. Es descendiente de tartessos, con una mezcla arábiga importante, con los ojos rotos de llorar tanto y dice entre dientes: ¡Qué me devuelvan mi barca! Sólo preciso un ranchillo de pescado, un trozo de cielo, unas sopitas empanás y comérmelas en paz. Y que sea lo que Dios quiera después. Si yo no me meto con nadie y vengo de gente de orden, si por pobres que sea nadie lo va a remediar ...¿qué más me da si sale col o lechuga.  Siempre serán los de siempre, vestidos de romanos. ¿ que se me importa si les sale un grano o un lobanillo?

Y se quedó dormido mirando cómo la nube negra que estaba sobre Málaga se disolvía en agua y despejaba la hermosa catedral y los Montes de San Antón. Tranquilo con su conciencia, se puso a roncar.

Desde El Garitón, un 20 de Noviembre de hace miles de años.

lunes, 14 de noviembre de 2011

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE, ENTRE EL AMOR Y EL ODIO

A pesar de lo avanzado del otoño, esta mañana hay un airecillo caliente como si muchos besos de mi madre vinieran volando desde el cielo. Me siguen gustando sobremanera los domingos. Hoy lo es, aunque para muchos no signifique más que un día más de problemas, miserias y hambre. Y cada hora que pasa van sumándose más seres humanos al carro de las desgracias. Yo no quiero ni hablar, ni sentir, por no complicar más las cosas en mi cabeza que, cuando se pone a discurrir en estos menesteres, entra en una especie de locura transitoria parecida a la del amor pero que está empezando a tener la otra cara del mismo. Odiar no es bueno, no es humano, no es ni siquiera sensato y mucho menos cristiano pero es un sentimiento que llega, sin quererlo, inmediatamente después de la injusticia.

Levantarse cada día pensando que para los políticos no somos más que una domable caterva me pone de los nervios. He tenido ocasión de hundir a más de uno por sus obscenas conductas, por ser de mentira, falsos como la moneda que es lo único que les importa, pero el miedo del poder me deja helada. Y hago bien en tenerles miedo porque cuando te atraviesas en la vida de alguno de ellos te dejan sin vida, sin oportunidades. Si no bailas el agua de algún partido no te comes una rosca. Prefieren tirarla o dársela a los perros. Y hablo culturalmente hablando...en otras parcelas es simplemente una merienda de negros, un toma y daca o un sinvergonzonerío.

Cuántas mentiras se oyen llegando las elecciones, cuánto olvido después, cuánta impotencia, para los pobres, siempre. Hace algún tiempo me confesé políticamente en este periódico, exaltada por las promesas electorales y tal vez porque entendí que las cosas que existen no se han hecho solas, al menos en este pueblo. Y voté a una persona, a un dirigente, pero eso no me obliga a tenerme que comer después las siglas de partido alguno. Viendo la miseria mundial y la apatía que nos sigue rodeando -y lo que te rondaré, morena-, habiendo sufrido en mis carnes el abandono de los llamados amigos y traicionada por los del otro partido para quienes trabajé técnicamente -nunca he considerado enemigo a nadie por su afiliación, que conste-, hoy no tengo ganas de votar a nadie. Es todo un gran teatro donde comerán los de siempre y pasarán penalidades los que les rodeamos después de haberles levantado el podium. Todos quieren la poltrona y dejarnos con la cara partida después de usar nuestro voto para sus fines y los de sus supositorios. 

Siempre es tiempo de rectificar para los humildes. Para los políticos no, ellos parecen infalibles. Pues allá ellos con su responsabilidad. Desde luego, hoy no quiero candidato alguno. Hoy sólo quiero este aire tibio que me trae besos de los que me ayudaron cuando, como esta mañana de domingo, estaba triste y se me retorcía la barriga y el alma.

*¿Quiere ser mi candidato?
Pues enseñe mejor su corazón porque las caras que han presentado no valen un duro y están  ¿o uso el verbo ser? muy duras.

En reflexión continua, Mariví Verdú

DÍA DE ANDALUCÍA Y EL ARTE DE GREGORIO VALDERRAMA, por Mariví Verdú

Hay días que merece la pena ser contados, anotados y retratados para revivirlos después en el recuerdo, como el día de ayer. El cartel que c...