jueves, 16 de mayo de 2024

LA COLECCIÓN y el pañuelo perdido, por Mariví Verdú


La foto es prestada de la publicidad del Soho.

Ayer me fui a ver 'La colección', obra de teatro de Juan Mayorga, interpretada magistralmente por José Sacristán y  otros tres actores: Ana Marzoa, Zaira Montes? e Ignacio Jiménez. A decir verdad fui a ver a Sacristán, a oírlo, a sentir la cercanía de alguien a quien admiro. Y fue un gusto encontrármelo enfrente, con esa voz tan personal, tan varonil y profunda, esa manera propia con la que fue desgranando palabra por palabra todo el texto,  basado en la relación de una pareja, entre ellos y las cosas, los sentidos de la vida en un juego de  cajas vacías, llenas porque todas contenían recuerdos, misterio, historia y una fecha que las se colocaban exactamente en el espacio tiempo. Y los vacíos, la crítica sobre la posesión y qué hacer con todo lo poseído cuando se llega a una edad cercana al fin... A mí me gustó mucho y Sacristán le imprime carácter con su interpretación a una obra escrita que solo se deja entrever. La verdad es que me dió mucho que pensar.

Aunque fui la última en entrar al teatro, no moleste a nadie. Un minuto después se cerraron las luces. Llegar desde Alhaurín de la Torre al Soho es una odisea. Iba tan deprisa que me olvidé en el coche un regalo para mí querido y admirado José. Aparqué en el parking de mi antigua casa en Málaga y perdí un foulard que reservaba para ocasiones y que me gustaba mucho. Debió caerse por allí. Era un regalo de dos entrañables amigas mías y me sentí fatal. Pero me conformé enseguida. Ya en el metro solo me preocupaba llegar a mi hora a Calle Córdoba.  Y llegué.

Había quedado con mis compañeras de UMA. Ya estaban todas acomodadas. Luego, casi dos horas después, una vez que había disfrutado de la interpretación de uno de mis más grandes y queridos actores, volví a acordarme de la pañoleta, recuerdo de Carmen Fernández y de Loli París, y salí con prisa, no solo por volver pronto a casa, no me gusta conducir de noche, sino por saber si me la había olvidado dentro del coche como último consuelo. 

Volví a tomar el metro. Me gusta la rapidez y la puntualidad del metro. Y qué grata sorpresa al llegar al aparcamiento: alzar la vista y allí estaba, esperándome, justo a la altura de mis ojos. Alguien lo había anudado en la verja, una buena persona,y me resultó tan agradable, me dio tanta esperanza en las criaturas, tanta confianza en el futuro que he regresado feliz y he dormido con una alegría inusual y  una tranquilidad de bendita. Primero, por haber hecho real el sueño de ver a José Sacristán al que no había visto en directo en mi vida. Oír su voz tan personal, tan preciosa... le da tanta verdad a todo lo que dice, a todo lo que cuenta, pero la sorpresa del pañuelo me pintó una sonrisa y me devolvió fe y esperanza. Hoy me siento muy feliz.

LOS CHAPARRO EN LA PEÑA DE LOS VERDIALES, por Mariví Verdú

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