jueves, 29 de mayo de 2008

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE SE VA POR "ESPACIOS TRANSITADOS".

Cuentecillo dedicado a una obra pictórica recién presentada, y, por ende, a su autor, y por inevitable consecuencia, a quienes dan con ella. Por cierto, la exposición se llama Espacios Transitados, el pintor, Rafael Alvarado, y los que quieran ir a visitarla pueden hacerlo en el número 5 de la Cortina del Muelle de Málaga. Galería Cartel.

Dicen que fue una tarde de Mayo cuando se fueron, dicen, pero no estaba el cielo mayeado, no, era el cielo de color sienna oscuro y una fina lluvia había perfilado los contornos de aquellos hombres que cruzaban la pista, hatillo en mano, haciendo de sus sombras más tierra, y de las nubes más tierra, y de las aguas más barro. Para quien no usa otro reloj que el desamparo, era cualquier día. Aún así, el instante es, como para todos los que se van, eterno. Un golpe de brisa en la cara, una inevitable quietud que rueda en su largo retorno, que cabalga parada, con el corazón por delante y la vida entre los dientes, era todo. Y una sola idea monocorde que parpadea a la par de los intermitentes… ¿dónde? Y, sin destino alguno, se dirigen en cola, perspectiva del drama universal. Encaminados hacia un avión que no es metálico sino de color del tronco de un ciprés antiguo. O azul, quizá, slategrey. Aunque son varios aviones hay uno solo. Todas las panorámicas son convergentes. Oh, fuerza de la contradicción que mantiene el curso de los ríos. El mundo queda quieto, estático, abierto a los abismos y sólo lo ilumina un cielo que, pocas veces, tiene alguna sombra de rosas o de espinas. Y el avión está, como toda la vida que pasa, de espaldas, en ningún sitio.

Oh sol de luz oscura que persiguen los hombres. Ay el hombre, ni recorriendo todos los caminos llegarás a encontrarte, de tan profunda huída de ti mismo y del Dios que te cuelga en las espaldas.

He visto tanto en esta nueva obra y tan estremecedora es toda ella que más ahondaría, si pudiera, en lo que me dejó por descubrir, en el pensamiento que rondaba la poblada cabeza de Rafael Alvarado cuando, pincel en mano y resguardado de todo menos de sí mismo, pintó y dijo. Este hombre capaz, de corazón radiante y ojos limpios por humildes, mucho ha debido sufrir desde su vejez hasta hoy, mucho habrá caminado por el túnel redondo, mucho sabrá de luces y de sombras…Si no, no me lo explico.

La soledad, amiga que no me abandona ni de día ni de noche, y yo, nos despedimos con una rama de olivo en la boca y una recomendación: no se pierdan Espacios Transitados. Merece la pena.

Mariví Verdú.

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