Nombrar a Paco Parra es como decir poeta de las más bellas alturas. Paco es un escritor que ni tiene ni quiere otro cielo más que ese que roza empapándose de su color añil, el alto cielo que corona el cerro de Comares. Y cuando este poeta sea estudiado en profundidad por algún intelectual loco y/o místico -porque se necesita más experiencia de lo divino que de leyes o de ciencias de la información para hablar de Paco Parra- muchos literatos criticones se tirarán de los pelos por no haber sido justos ni generosos con quien tanto ama y sufre escribiendo. ¿Es la justicia una simple razón? Yo diría que la única.
Foto de Manuel Ibáñez.
Cuando las publicaciones y la opinión especializada deje de ser enchufista, partidista… sectaria, en una palabra; cuando se descubra en libertad la poesía de autores que van por libre como es la de nuestro querido Paco Parra, muchos críticos se achantarán y, si tienen algo de conciencia, entonarán el mea culpa por haberlo tenido en desconocimiento y, por tanto, “no amado”. Ni siquiera puedo decir que “echado en olvido” porque sólo se olvida lo que se ha conocido antes y es susceptible de recordarse. Es de cajón que todo aquel que conoce la poesía de Francisco Parra Postigo no puede olvidarla jamás porque es de tal envergadura literaria –por corta que llegue a ser una soleá- que sin volutas ni hojas de acanto alberga la simplicidad de la belleza y la profundidad de un pozo hondo, tal y como dijera la letra popular:
Cuanto más jondo está el pozo,
más fresquita tiene el agua;
cuanto más hablo contigo,
más me gustan tus palabras.
Cada día es más absurda la manera de hacer literatura. Hay quienes escriben alegremente poesía aunque no la hayan olido siquiera, pero hay quienes hablan de poesía y, lo que es peor, escriben crítica sobre ella y sobre sus autores desde un estadio que se les presupone de conocimiento pero que decepcionan ante la falta de rigurosidad y, lo que es peor, de ganas de conocer y, por tanto, de apreciar una obra.

Me parece que el trato a Paco Parra en este prólogo es sólo es un desafortunado escarceo, un puñadito de palabras hueras que fastidian a quienes no sólo conocemos sino que admiramos al poeta y a su obra, premisas más que suficientes para hablar de un ser de las características del que firma estos cinco poemas del libro Cuaderno de Tierra Madre que aquí les presento: Paco Parra.
A Pedro J. Vizoso
Huimos hacía los montes,
alta la fuente y los pianos
rotos, por la puerta de
Buenaventura por no
llorar su muerte.
Bajamos a la ciudad
de los puentes rotos,
más tristes, más amargos
que nunca.
A José García Pérez

Llegaban los saltimbanquis
con miradas lejanas de
otras tierras del norte.
Acampaban bajo las estrellas,
bajo los puentes, en las cuevas
del monte.
Agua madre les daba
algo de queso y el
pan de los caminantes.
Para Jean Moreau
Sentados en la arena
de poniente, bajo los
palos borrachos, con
los ojos cerrados a
ellos en su imposible
retorno, creímos
verlos llegar.
A Mariví Verdú
Agüela Paca era
inválida y gitana;
no cabían en aquellos
terrenos.
No olvidemos la noche
que el mar nos llegó
hasta Comares.
Para Jesús González Rodríguez
Para la noche anduve
y para el tiempo que te vi mirando;
para el barro, a tus oídos,
para la luz
y tanto amanecer en los días
cercanos a los montes.
Bajaste a la mar
machacando sombras.
Llévate a la tierra
los crespones felices y montones de
auroras. Reniega en los castillos,
pisa en esta flores
secas.
Humedécete de lirios.
Quiero también reivindicar públicamente los derechos que tengo como autora de la biografía que se publica en este libro de poemas titulado Convergencias, ya que se usa mi texto sin firma alguna, como si hubiese bajado del cielo, hecho que incurre en delito. No me importa ceder esta nota biográfica para que se presente al poeta, pero quiero saber dónde y de qué manera se usa, como es natural, y exijo que lleve mi firma si reproduce textualmente mis palabras, mis sentimientos hacia Paco Parra.
Y aunque no quería explayarme -creo que lo he hecho- sí quería exponer mi opinión públicamente porque yo soy para Paco Parra como lo fuera “El Bautista” para Jesús, una adelantada que alberga el compromiso de proclamar su obra y difundirla, aunque me cueste la cabeza. Hay quienes reconocemos en su literatura unas señas de identidad que sólo se dan en unos pocos elegidos y Paco Parra es uno de los tocados por la varita, aquella que bendijera Fernando Villalón siguiendo los ritos mágicos pertinentes.

Mariví Verdú, desde un Garitón lleno de musgo, con el corazón encogido.