miércoles, 24 de marzo de 2010

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE EN CUARESMA

Queda muy poco para que comience la Semana Santa. Por estos días solía quitarme de en medio y así he hecho siempre que el tiempo y el trabajo me lo ha permitido. Unas veces para aislarme y meditar sobre la vida y la muerte lejos de mi tierra –donde mejor se ven las cosas-, otras, simplemente, para observar la naturaleza, ese don que Dios nos ha dado, tan inconsciente como cruel, tan bello y prodigioso, tan salvaje, adonde creemos ser los reyes sin saber que sólo somos una raza perdida. Y me iba porque ya he visto, uno a uno, todos los tronos malagueños, ya fueron admirados y absorbidos en esencia por mi alma, tan llena de dudas como de amor, tan sencilla y utópica que siempre espera de la raza humana solidaridad y paz.

No quisiera que nadie pensara que soy una malagueña ingrata ni falta de convicciones y mucho menos que no sé apreciar la flor de imaginería que pasea por nuestras calles, tanto en Málaga como en el resto de sus pueblos. Creo que mi amor a Málaga no necesita otras manifestaciones que las que hago entregándole mi tiempo y dirigiendo a ella siempre mis ojos y mi corazón. Vivo en Alhaurín de la Torre y no podría hacerlo sin amarlo. Podría haber optado por vivir en cualquier otro sitio pero estar aquí es una decisión tomada para la vida que implica el lugar dónde se quiere morir también. Es difícil decidir, por tanto, de qué color pondría mi manto en estos días. Amo Alhaurín de la Torre entero y profundamente, por lo que mi color sería el del hábito de la Virgen del Carmen, o sea, una mezcla de verde y morado a partes iguales. Pero no llevo hábito alguno, bueno, sí, tengo el de pensar y escribir lo que pienso y el de encomendarme a Dios cuando las cosas se me escapan de la mano.

Por eso, yo, que creo firmemente que la doctrina de Jesucristo, su santa ideología y su ejemplo de vida, es norma válida para el buen funcionamiento del mundo, en estos días que se acercan, tan especiales para los cristianos, quiero retirarme del bullicio, de cualquier ruido que impida mi dosis necesaria de silencio. Y si acaso he de hacer algo, aparte de escribir, es recordar la palabra del Cristo, que no hay nada mejor que haya salido de la boca de un hombre. Una palabra que sigue vigente porque fueron pronunciadas desde la infinita sabiduría, y si no recuerden en lo que condensó su discurso: Ama al prójimo como a ti mismo… ¡qué locura!

Ocurre que a muchos no le interesa para sus intereses… ¡qué utopía, ser todos iguales! Por eso me retiro y dejo que cada cual siga su vida como pueda, disfrútela cada uno a su antojo, unos vistiéndose de nazareno, otros, llevando a hombros nuestras imágenes; disfruten las mantillas, los penitentes, los militares desfilando; haya exaltaciones y pregones por doquier, redoblen los tambores… pero que nadie interrumpa mi oración en el huerto que en mi sangre mando yo mientras quiera mi Padre.

Desde El Garitón, en un miércoles ventoso y gris, como habría de esperar que fuera de marzo, entresacando poemas del libro “De Dios y de su falta” para decirlos en voz alta esta tarde como si de una confesión pública se tratase, Mariví Verdú.

*Les esperamos hoy miércoles, 24 de Marzo, a las siete y media de la tarde, en la Sala de video del Centro Cultural de Alhaurín de la Torre. Hablaremos del tema.

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