martes, 13 de septiembre de 2011

Doliente y de Occidente en El Arte....¿morirte de frío?

Transmitir ilusiones, derrochar energía por el simple gusto de ver cómo prende en los demás, ser generoso, imparcial, objetivo y fiel a uno mismo está siendo cada día más difícil, más imposible, menos comprendido, más criticado y envidiado, odiado a veces. Ser desinteresado llega a ser más un acto de fe y de locura que un don. Poca gente entiende que una responsabilidad que tomas libre y altruistamente -hablo de un cargo en una entidad cultural sin fines lucrativos, que por simple que parezca puede llegar a ser muy dura- pueda ocupar gran parte del escaso tiempo que nos va quedando a los que, como yo, rondamos los sesenta, sin remuneración alguna,  sin otra recompensa que el lucimiento del grupo, de todos y cada uno que lo componemos.

Cuando digo esto es porque no deja de sorprenderme la actitud de algunas personas que, lejos de estar contentas por tener a alguien que les mueva a sacar su lado positivo, un lado que es, al fin y al cabo, el que nos une, se vuelven hostiles, malintencionadas, yo diría que hasta malvadas y demasiado críticas con sus propios compañeros, con los de su casa, cuando no aportan más que una cuota y lo único que hacen es beneficiarse del trabajo de quienes llevan la responsabilidad del grupo (como ha ocurrido dentro de uno de los colectivos que presido). Siempre hay quien trabaja demasiado, en este caso doy las gracias a mi compañera Ana Verdugo, que la he tenido codo con codo; hay quien simplemente admira el trabajo y espera su parte de la cosecha; hay quien no se mira más que el ombligo y desprecia al compañero y hay quien está sólo para poner trabas. Por supuesto, el que no valora el trabajo, ni sabe ni mueve un dedo. Vaya, de pena. Y digo esto porque conozco el campo en que me muevo, conozco a las personas e intuyo el final de tanto esfuerzo. Espero que no sea la pared del desencanto para los que, conmigo, han puesto el corazón en el empeño.

Yo sé que cuando se asume una responsabilidad, un cargo, hay que trabajar mucho y, aún trabajando, nunca se hará todo lo que hay que hacer porque, para más INRI, la última palabra la tienen los políticos y los puñeteros intereses creados. Pero esto no hay que pensarlo porque no se haría nada, pero tampoco olvidarlo para saber que con quién podemos contar. No hay más que sembrar y desear que llueva para todos -a gusto de todos es imposible-. No debe dar miedo la labranza, con agua y con sequías -que las hay muy a menudo-, hay que dedicarse a trabajar para que prospere lo sembrado. Es un ingrato quehacer observar la mala yerba que no deja lucir lo demás: da miedo quitarla porque nos arriesgamos a llevarnos la buena con la mala. Sin embargo, tampoco se puede esperar el milagro de la conversión en trigo para quien sólo fomenta la envidia y la vanidad. Sin embargo hay un objetivo: un campo frondoso. Y, cuando llegue el tiempo de poner la era, no hay que pensar en el trabajo  que dará el trillo, ni en ninguna recompensa personal que no sea otra que el pan que compartiremos en el sagrado acto de la comunión.

Por eso me meto en estos líos asociativos, porque creo que compartir el sagrado pan de la amistad es el objetivo. Porque cuando un colectivo participa de las mismas aficiones y metas logrando junto sus aspiraciones, cuando lo más importante es fomentar la amistad, no caben la hipocresía ni la soberbia, sólo cabe el poso sagrado del arte.

Espero que el Arte no sea morirte de frío.

Con un abrazo muy estrecho a mis compañeros y con una mano tendida al estrechón a quienes guarden el puñal en la suya.
Mariví Verdú

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