
He ido con una amiga que lo quiso al cementerio. Le ha llevado flores. Está todo muy frío sin él y entre tanto silencio obligado he dejado mi pensamiento quieto mientras observo cómo corre el agua por el verde suelo del cementerio buscando no sé que mar de sueños rotos.
Sólo tres años -mucho son tres años- y sin embargo parece que fue ayer cuando su cara preciosa sonreía a cuantos llegábamos al ayuntamiento y, con la celeridad de un rayo, se disponía a atendernos. Aunque la vida sigue, el consistorio se mantiene abierto y comemos todos los días, hay personas que dejan un hueco tan grande que nadie puede llenar. Miguel Ángel es una de esas personas. Y hoy quiero recordarlo con el cariño que se recuerda a las almas buenas que han venido a traernos un rayo de luz. Te mandamos, Miguel Ángel, nuestro recuerdo caliente y amoroso, nuestra triste impotencia y mansedumbre, nuestro beso más tierno y un abrazo. Desde este Garitón empapado de lluvia y con una rosa roja que ha nacido para él, Mariví Verdú.
Ya han pasado cuatro años y le seguimos recordando.
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