domingo, 7 de octubre de 2012

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE SE ENCIERRA A CAL Y CANTO CONTRA EL DESENCANTO.

Nada hay peor que tener la cabeza buena. Nada comparable al terrible dolor que da la reflexión serena ante este miserable mundo. Cuando se vive la injusticia, en clara situación de abandono y desamparo, teniendo conocimiento y certeza de las estrategias que se estudian fríamente para tenernos cogidos por las pelotas; cuando se ponen en práctica macabros mecanismos de sometimiento y deja de haber ética y bondad: adiós a la alegría. Y ahí, ante la carencia de ella, ante la falta de amor y justicia, aparece el desencanto. Con él, los hábitos malsanos y la miseria. Con ellos, los sucedáneos del placer, los tapavacíos (palabra que acabo de inventar, tan válida como televisión pero más profunda), los juegos para perder, los opiáceos, los dramas mentales. Porque toda la finalidad de este mundo moderno, de esta sociedad tan civilizada y limpita (siempre la mierda debajo de la alfombra) es ponernos a los pies de los caballos, tenernos dominados, hacernos pagar hasta el agua de la lluvia y no dejar que nos mojemos con ella la cara o confundirla con nuestras lágrimas.

A mí me entra un escalofrío por el cuerpo y me pasan por la cabeza tan malas ideas que me contagio de una maldad impropia. Pero, entre tanta podredumbre, es normal que nos salpique la inmundicia. Porque vivimos engañados desde que nos vendieron el placebo demócrata. Porque en ese supuesto poder del pueblo va implícita la falsedad y con una preguntita dirigida y una urna nos quieren vender libertad cuando la elección es siempre pollo o pechuga. Porque eternamente mandan los mismos, o los hijos de los mismos, o los nietos de los mismos, porque ellos saben lo que llevan entre manos  y también se tienen cogidos entre ellos por las pelotas. Cuando entra alguno que no viene de familia... a saber cómo conoció el secreto y le dieron la llave que abre las puertas de la manipulación. Excepcionalmente entra en el circuito alguno que no hace más que confirmar mi regla.


El poder no nos quiere sanos, nos enferman para darnos despues la medicina a precio de orillo. Por eso me voy a curar en salud. Cuando pregunten por mi decidles que no estoy, que ya me he ido y que no vuelvo. Pensar en lo absurdo de esta vida me aturde de tal manera que no me queda más remedio que cortar por lo sano y quitarme su lastre. Al fin y al cabo, lo que interesa de cada uno de nosotros es que paguemos impuestos. Nadie notará mi falta porque pagar, lo que se dice pagar, pago hasta con mi salud. Y, como nadie es insustituible, que venga otra buena persona en mi lugar (por favor, que se lo piense) y que tome mi puesto hasta que quede tan consumido como yo. Trabajar para la Cultura y el Bien Social es estupendo cuando se tiene vocación y además se es funcionario. Cuando sólo se tiene voluntad y nadie te pregunta de qué comes o si comes algo y ves que a nadie le importa ni lo uno ni lo otro y sientes cómo se aprovechan de ti hasta la saciedad, hay que irse pero antes se deben decir los motivos a la cara: estoy hasta la coronilla de caraduras. Qué trabajen los que cobran.

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