martes, 12 de noviembre de 2013

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE EN VARIACIONES SOBRE LA TRISTEZA II

Esta mañana me he prometido no pisar el centro de Málaga en una larga temporada. Estoy muy triste. Pero la tristeza que hoy siento es rara, se fija en el centro justo de mi alma, como si se hubiera roto y me encontrara una herida abierta y sin sangre, como si me estuvieran arrancando de cuajo de la tierra que tan quiero. Es la impotencia, el no reconocer, el estar sola y perdida en un mundo virtual de gente sin rostro. 

¿Sabe alguno de vosotros dónde venden corazas para el corazón? Hoy, antes de reventar, me hubiera hecho falta ponerle una. Mi pobre corazón ya no aguanta y siente una tremenda y rara tristeza. Lleva sesenta años diciéndome lo que tengo que hacer, mientras la razón se pierde en debates infructuosos conmigo misma, achacándole al pobre mío las penas y derrotas. Y mi pobre corazón, aguantando.

Bueno, a lo que voy ¿sabe alguno de vosotros dónde venden corazas para la razón?...y anda que yo también... si no tengo dinero para nada, casi no me llega para comer, ¿para qué quiero saber dónde hay o dónde las venden?... Y una señora, que parece pitonisa, una de esas que da las noticias tristes dentro de la pantalla estúpida del mundo con la sonrisa intacta, perpetua, fijada con alfileres negros, va y  me dice que puede que halla contrabando de corazas en el hemiciclo -digo yo que será alguna tienda de los chinos-  o en colmados de estraperlo europedo de vinos carísimos y jamones del pato donal. Y allí no voy.  Además... ¿qué coño hago comprándome una coraza?, si lo que habría que hacer es arrancarme el corazón ya de una vez o encerrarme en la sala 21 del pasado siglo. 

En mi Málaga no podemos dar dos pasos sin toparnos con el resultado de la injusticia social y de las carencias que  tal desequilibrio provoca. Vuelven a haber pobres y ricos, marcándose como nunca las diferencias. Soy austera por convencimiento, por vocación, aunque hoy debo serlo, como todo el que le toca vivir al margen, por obligación. Pero cuánto me duele ver pobres, mucho más que sufrirlo en mi carne.  Espero que cambien pronto el panorama social y, mientras, que metan en la cárcel a los responsables, a los mangantes culpables  de tan dramática situación: desde el hambre de pan y de esperanza hasta el hambre de educación, todo un mundo de hambres.

Un abuelo duerme con una manta de color ocre, sucio, espeluznado y solo, como muerto, en la puerta de la catedral. Una niña pide en el parking del Muelle 1, junto a la caja, confundida con el color del suelo, acerada y oscura. Y como colofón, un hijo de ... le pegaba al caballo con el látigo doble en la cara con toda la fuerza que su cuerpo de mulo le permitía, un cochero, que tendría que besarle los cascos a su caballo porque le da de comer, porque si no fuera por él ¿de qué comería un mulo tan hijo de la gran ...? Pues eso, que no vuelvo en una temporada. 

Viva Málaga que tiene...
una tristeza sin par:
un abuelo que se muere
enfrente la Catedral
porque ya nadie lo quiere.


No hay perdón.  

Desde El Garitón que está seco como un ripio, viviendo loca por esa doble cara del mundo, rezando por los que tengo cerca y llorando por los que el agua ha dejado muertos muertos o muertos en vida. Como contrapunto, hoy ha nacido una rosa. Ella no tiene la culpa pero yo la he mirado de reojo.

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