jueves, 17 de octubre de 2019

MI TIEMPO HA PERDIDO LA RAZÓN, por Mariví Verdú

¿Soy una escritora inoportuna o son las musas las que se aparecen a destiempo? No, ellas no pueden ser porque las maté hace muchísimo tiempo a fuerza de trabajo y de desconfianza. Y es que a veces siento una grandísima necesidad de escribir pero nunca me pilla en mi mesa de trabajo, ni delante del ordenador, ni siquiera con papel y lápiz. Ocurre casi siempre a plena luz del día y en la calle por lo que recurro a la grabadora del móvil para dictarme a mí misma lo que, en gran parte, dejo olvidado bajo un número con el que automáticamente nace el archivo.  En ocasiones digo palabras que después, a la hora de transcribir, me suenan incoherentes o vacuas, perdidas o mal hilvanadas, irreconocibles. Siento que han perdido el momento. Y me aburre tener estos arrechuchos, ocurrencias que quedan como trozos de hielo desgajados y a la deriva. Otras veces ni me acuerdo de oírlas. Palabras sin oficio ni beneficio que ni siquiera a mi me emocionan...

La verdad es que, cuando me siento delante del ordenar, escribo. Ay, pero...ilusa de mi: todo es olvido. Creí que nunca llegaría el momento de perder la memoria, que mis entretenimientos y aficiones harían que me durara, como a la mayoría de mujeres de mi familia, hasta la vejez. Todas han alcanzado los ochenta y algunas casi los cien con las cabezas despejadas, leyendo y recordándolo todo como mozuelas eternas. Algunas hasta leían sin usar lentes, hacían croché y punto de cruz, y mantuvieron sus ojos vivos como si el tiempo no fuera con ellas. Sin embargo, a mí no me tocó esa suerte. A decir verdad, sé que me tocó algo pero también lo he olvidado. Creo que lo rompí por el uso y voy perdiendo facultades a la par que pasan los días y sus noches, tan largas como cortas, porque mi tiempo ha perdido la razón. Y aquí ando, las taras van llegando sin pedirte permiso y te van desplazando del mundo apoderándose de tu cabeza y de tu alegría.

Solo con poner un punto y aparte voy a dejar las penas. Oh, suerte de las penas escritas y eternas.

La celestina que me regaló Teodora de Comares está preciosa y se ha convertido en seña de identidad de este patio mío de La Volaera que ve cómo voy cuesta abajo y no puede ayudarme ni moverse del rincón de los cipreses pareados, esos que perdieron su razón de ser y ya no llegarán al cielo. Ay, no te vayas para el poema, Mariví, que eso es pecado. Me lo dijeron en clase de narrativa...¿tú vienes de la poesía, no?... Fue, Cristinita, como decirme: nunca escribirás prosa, para eso hay que olvidar la música.

Últimamente escribo en papel y lápiz algún poema nocturno. Y no sé hasta cuando.
Pero delante del ordenador solo palabras, palabrotas, palabrillas...
Parole, parole, parole,
parole, parole, parole...
Por eso recojo hojas cada tarde. 


Desde El Garitón, elucubrando a las diez en sombra de la noche, Mariví Verdú

*Como es tan de noche, no puedo salir a hacer fotos de mi "Plumbago auriculata" y he cogido ésta de una página de Internet, de Un jardín sostenible. Mañana, si me acuerdo, haré algunas y las compartiré.

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