
Recientemente ha tenido lugar en España la reedición por la editorial Luces de Gálibo del poemario de Vallejo. Consta de quince poemas escritos por el poeta peruano durante los dos primeros años de la Guerra Civil Española y que fueron publicados después de su muerte. Hoy tratamos de la primera edición ilustrada del famoso libro y ni más ni menos que por nuestro querido Rafael Alvarado.
Aún recuerdo cómo conocí a César Vallejo y quién nos presentó, de qué mano me vino su primer libro de poemas: fue mi queridísimo amigo republicano y comareño Francisco Padilla Robles. Era una antología realizada por Antonio Merino de la Colección Austral y recuerdo la emoción que me causó, Sthendal puro, su lectura y en particular aquel poema XV en su página 234 del que transcribo su última estrofa, donde bien podrían condensarse las cinco que lo componen y todo el mundo que orbita sobre los dibujos de sangre, negros y blancos de Rafael Alvarado que componen la carpeta.
¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aun
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-,
salid, niños del mundo; id a buscarla!...

Hace muchos años, el poeta y ensayista Juan Larrea prologó y publicó este mismo poemario de Vallejo bajo otro nombre: “Profecía de América” y en esa ocasión fue Picasso el que ilustró ofreciéndonos en él un retrato del autor. Hoy, Rafael, el que en 1991 fue galardonado con la IV Beca que lleva el nombre del genio malagueño, el de “Papeles para todos” y “Espacios transitados”, el que pintó a su abuelo trascendiendo su amor a la eternidad del arte hasta el punto de estar ocupando desde hace cinco meses su lugar en el Museo de Málaga; el que tiene capacidad para llenar con su obra el MUPAM y originar con su mapa de África stendhales de muchos tipos, ese al que llamo y siento como amigo me provoca la infinita gratitud por su sencillez y cercanía y el inmenso placer de ser testigo de su obra.
No sé que es más fuerte, si el orgullo que siento al ver cómo consiguen sus objetivos los amigos que a una le van quedando, la satisfacción de poder compartir su momento de gloria, la tristeza de echar en falta los amigos que no estaban porque no estarán ya nunca o la melancolía de intuir que pronto formaré parte de los inasistentes... Por eso sentí como una bendición estar allí, presente, viva todavía, con mis cinco sentidos y la alegría de tener todavía mi cabeza, analítica y olvidadiza, encima de los hombros. Y poderlo contar a todos los que me leen.
Enhorabuena siempre, Rafael.
Desde este Garitón rebosante de bignonias,
Mariví Verdú
Fotos de Mamen Peinado y Mariví Verdú
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