DOLIENTE Y DE OCCIDENTE

domingo, 27 de octubre de 2024

LUIS PERDIGUERO Y JUAN MANUEL CADENAS "EL CHINO" EN EL RINCON FLAMENCO "LAS CASTAÑETAS", por Mariví Verdú

Hoy sábado, veintiséis de octubre de 2024, hemos tenido el gusto de recibir en la Peña Rincón del Cante de Las Castañetas a dos grandes artistas del panorama flamenco actual: un malagueño, el cantaor Luis Perdiguero, y un sevillano, el guitarrista Juan Manuel Cadenas "El Chino".

Después de degustar una suculenta fabada y de un rato de expansión con los amigos y socios de la peña, dió comienzo la sobremesa flamenca. Con un local al completo, Joaquín Cabello me invitó a subir al escenario ya que había recaído en mi persona el honor de ser la presentadora de tan esperada actuación. A una no le queda otra que rendirse ante una afición tan entusiasta. Comencé haciendo una semblanza de ambos artistas.

Del cantaor Luis Perdiguero tenía mucho que decir y todo bueno. Con él me puede el sentimiento, así que eso es lo que hay. Hacía demasiado tiempo que no nos dábamos un abrazo...
 
Luis Perdiguero, malagueño trinitario, se cría en Antequera. En la masa de su sangre lleva el arte de Jerez, familiar, de Los Paulera. Es bisnieto de Tia Anica "La Piriñaca" y con solo cinco años canta en Ronda en el homenaje de Juan Orillo, hermano del cantaor Alonso Núñez "Rancapino". Lo hace junto a artistas consagrados como Juana la del Revuelo, Juanito Villar y Chano Lobato, cantando por bulerías con la guitarra de Manuel Domínguez.
Desde los diecisiete años hasta el día de hoy no ha dejado de cantar y lo hace dejando su sello, su impronta flamenca y el arte que atesora en su corazón y que descubre en cada una de sus actuaciones.

Con la colaboración del Ayuntamiento de Antequera, graba el primer disco en el año 2007. Titulado "Vente tú conmigo", le acompaña Chaparro de Málaga a la guitarra y sus amigos jerezanos Moraito a la guitarra, Luis "El Zambo" al cante, "El Bo" y "El Chicharro" a las palmas y Joaquín Grilo al baile; nueve temas personales.

 En 2011 se atreve con otro segundo disco, en esta ocasión titulado "Luis Perdiguero canta a José Antonio Muñoz Rojas". Los textos de José Antonio Muñoz Rojas son palabras mayores y "Las cosas del campo" (mi libro de mesita de noche) un reto total. En este trabajo Luis le rinde homenaje al Hijo Predilecto de Andalucía en un trabajo conjunto con el gran guitarrista Antonio Carrión.
 
El pasado año vuelve a grabar y en esta ocasión en su tercer disco lo tituló "Nostalgia". Este es un disco lleno de sentimientos, precisamente de nostalgias, como él dice, por todo: porque recuerda a su Antequera de infancia, a su familia y los amigos que ya no están ... Con cantes añejos, clásicos flamencos, nos ofrece casi cincuenta minutos de flamenco puro.

Luis posee una relación de importantes premios y no cesan las actuaciones por nuestra geografía.
 
Ha vivido en Marbella y actualmente vive en Jerez de la Frontera.
 
 
 
El guitarrista Juan Manuel Cadenas "El Chino", nacido en la Lantejuela en la provincia de Sevilla, con sus cuarenta y ocho años es un artista consumado. Su larga trayectoria artística dio comienzo siendo un niño ya que con solo ocho años empieza a tocar la guitarra. A los dieciocho, animado por su padre, va a estudiar a Córdoba con el Maestro Paco Serrano y cursa estudios en el Conservatorio Profesional "Cristóbal Morales" de Sevilla.

Su larga y extensa vida profesional, dentro y fuera de nuestras fronteras andaluzas, su experimentado toque ha acompañado el cante de su tío Jehová Sierra y el de numerosos artistas como Emmanuel Cuevas, Miguel de Tena, Raúl Montesinos, Rubito de Paradas, Bernardo Miranda y tantos otros entre los que contamos algunos malagueños como Francis Bonela y Luis Perdiguero. Ha participado en el espectáculo "Torre de Agua" con Evaristo Cuevas y es tocaor oficial del Concurso de Flamenco de su tierra natal que cuenta ya su XXIX edición.

Tiene en su haber el primer premio al mejor guitarrista de acompañamiento en la asociación "Amigos del Duende" de Osuna (Sevilla).
 
Tuve el placer de oírle por primera vez en Barakaldo, en Bilbao, en la final del XXXVI Concurso Internacional de Letras Flamencas "Hijos de Almáchar"acompañando al cante de Manuel Cuevas. Está tarde lo recibimos aquí con los brazos abiertos. 

Y una vez acabadas las presentaciones, da comienzo la actuación de Luis cantando por martinete. Y se hizo el silencio. Continúan, como es costumbre en esta tierra, con unos cantes por malagueñas. Nos recuerda a Chacón y a La Trini con una magnífica interpretación de ambis estilos. Continúan por tientos y tangos alegrándonos la tarde para irse después por Levante, interpretándonos taranta y minera, cantes que fueron muy aplaudidos. 
 
Acaba la primera parte de la actuación y se celebra un concurso que hacemos cada mes en el que rifamos un jamón o un lote productos ibéricos y en esta ocasión también un décimo de Navidad. Hoy la suerte ha recaído sobre nuestra compañera Inma a quien damos un fuerte aplauso.
 
Pasamos un ratito tomando alguna copa o café y nos preparamos para dar comienzo la segunda parte. Mientras hay espectáculo, no se atiende la barra.
 
Y da comienzo la segunda parte recibidos por un caluroso aplauso que se corresponde con un cante por soleá. Hay lucimiento por ambas partes y nos llevan después al pozo profundo de las siguiriyas, un palo que no se puede interpretar mejor. Luis se entrega por estos dos cantes, son suyos por derecho, soleares y siguiriyas, y se deja el alma en ellos. 
 
Continúan con una tanda de fandangos que son muy aplaudidos, tanto por sus letras como por la interpretación, cantando el último en pie y al borde del escenario: sentimiento puro. Y rematan la actuación por bulerías con la gente entregada. Los despedimos en pie y con todo el mundo en aplauso unánime. Ellos agradecen el respeto de la afición así como nosotros aplaudimos la entrega y el corazón que han puesto en su actuación.
 
Y sin más solamente dar las gracias a este rincón tan flamenco porque nos hemos quedado verdaderamente satisfechos y contentos. Desear salud y suerte a todos los asistentes y en particular para estos dos pedazos de artistas que hemos tenido hoy con nosotros. Gracias y ole por los dos.

Desde este rinconcito de Pinos, Mariví Verdú


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martes, 15 de octubre de 2024

ENTRE PINTAR Y ESCRIBIR, VIVIR, por Mariví Verdú

No sé por qué motivo el día 15 de octubre no pasa nunca por alto en mi calendario, siempre me detengo y escribo para recordar a mis Teresas, a las grandes Teresas de mi vida.

Recuerdo con cariño la primera vez que estuve en Alba de Tormes, en la tierra donde descansa Teresa de Jesús. Fue todo un acontecimiento para mí, pasear por sus calles, sentir la humedad de su río... Aún guardo en mi memoria la bondad de los albenses y la interesante conversación mantenida en aquel bar sobre el Río Tormes.  Allí sentí que estaba en un lugar privilegiado, un sitio mágico y tocado por divina presencia. Era la tercera vez que estaba en tierras salmantinas. La Santa sentiría en Alba lo mismo que yo cuando llego a Málaga, a mi tierra, a mi hogar: los pies en lugar conocido, querido, seguro, aunque segura nunca se esté en ningún sitio. Sentirnos junto a lo que ha formado parte de tus recuerdos, es una tranquilidad. Saber que nos espera un rinconcito de casa donde cobijarnos, una cama, un plato caliente, eso es la paz.


El nombre de Teresa significa mucho para mí y encierra el mismo cariño con el que suelo pronunciarlo. Primero, por mi bisabuela y madre de mi abuela Victoria, tan querida por mí, con la que conviví durante once años de mi vida. Bueno, casi doce porque todo el embarazo transcurrió en su casa, en Calle Pacífico 25, frente al mar, frente a las Playas de la Misericordia, trozo de la bahía malagueña que siempre marcó el marítimo compás de mi vida. También llevó ese nombre la hermana de mi madre, mi tía María Teresa, que tantas cosas me enseñó en la vida. Me enseñó a tener paciencia, algo de lo que me he dado cuenta hace poco que poseo; me transmitió su estoicismo nato e intentó, inútilmente, inculcarme su resignación. Por todo le estoy agradecida, en particular porque con ella aprendí a ganarme el pan trabajando con mis manos. Entre las dos, ella y mi madre, me crié. Me enseñaron, la una, a coser, la otra, a bordar y hacer primores, y las dos a vivir. Con cuanto mimo me enseñaron a hacer toda clase de bordados: el pespunte, el cordoncillo, la cadeneta, el festón, el punto de aguja, de sombra, de arroz, de arena, de Asís, de cruz... Aprendí a sacar hilos para hacer vainica y deshilados, a hacer los bordados canarios y Richelié, el punto yugoeslavo o de escala y el maravilloso punto de sombra donde solamente podías ver el perfilado relleno de un pequeño nublado de color sobre la fina tela de organza... Tantas y tan distintas formas de colocar la aguja, de disponer el hilo para hacer aquellas puntadas maravillosas que resultaban tan mágicas, que llenaban delicadamente el blanco del muestrario o la labor. La tela siempre tenía que estar Inmaculada, no permitían ninguna mancha sobre el lienzo que bordaba. Por fortuna, nunca me sudaron las manos y mi muestrario de labores siempre estuvo al gusto de mis maestras, de no ser así me hubieran hecho lavarlo. O lo hubiera tenido que deshacer, como hacían cada vez que veían alguna equivocación. Mi tía María Teresa  me enseñó a poner las pencas de las mangas con un vuelo que se conseguía con un fino hilván que se repartía desde un lugar determinado de las sisas... Me enseñó a hacer bien los dobladillos, los sobrehilados, las crucetillas, las bastillas, las presillas y  los ojales. Ella siempre me decía que las cosas debían estar mejor hechas por dentro que por fuera, que lo contrario era cosa de fulleras y puercas, esas que toda la basura la esconden bajo la alfombra. Y efectivamente tenía razón: lo mejor es lo de dentro, lo que nadie ve. Eso es lo que hay que cuidar con más esmero, lo que está adentro. O sea, los sentimientos y el alma que los alberga.

Hoy, después de setenta y un años que disfruto de todos los conocimientos que me dieron, tanto Teresa como Victoria, dos hermanas que se quisieron hasta el final, que se respetaron siempre y estuvieron juntas en los grandes y pequeños momentos de la vida, en honor a ellas y en particular a mi tía María Teresa, quiero agradecer de todo corazón cuanto dejaron en mí, la magnitud de su herencia en mi vida.

Yo, que siempre tuve prisa, hoy vivo en un remanso de paz con ellas, junto a ellas, con todos sus conocimientos y con toda la tranquilidad que me han transmitido en cada puntada que dieron en mi vida, tantas como minutos pasamos entre primores y agujas, enhebrando, aprovechando el sol, pinchándonos, cantando o llorando.
 
Pasa el tiempo y no escribo como antes, estoy pintando mucho y haciendo otras muchas cosas que hay que hacer en este mundo antes de irse. Cuando remuevo las palabras casi siempre salen las tristezas, recuerdos y ausencias, por eso últimamente mezclo colores sobre mi paleta y pinto.   Y aunque escribir significa quitarme espinas, lo cierto es que siempre me deja sangrando el corazón.

Desde este Garitón que hoy sonríe a la lluvia y canta, Mariví Verdú

 *Foto en el Cortijo de San Isidro, de izquierda a derecha, María Teresa González Sánchez, mi tía, con otros familiares míos, los primos lejanos Pepe y Federico Luque y su madre, Catalina Navajas.

* Mi muestrario de labores del Bachillerato.
* Mi visita en 2007 a Alba de Tormes.

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Con los años me doy cuenta de que lo más importante, antes de morirse, es haber vivido, haber disfrutado las emociones que la vida regala, compartiendo, sintiendo, equivocándose tantas veces como sea necesario. Amo a mi familia, no me entrometo en sus asuntos y tengo amigos. Rindo cuentas a diario ante mi misma. Ansío tener salud y procuro tenerla. No quiero perderme ningún amanecer. Necesito luz, aire, mar y quiero pintar, bordar, escribir, seguir el curso tan puro del almendro. Lo demás, si no está demás, es prescindible. Los años hacen que me sienta agradecida cada día por poder presenciar, mientras voy haciéndome pequeña, que un niño inteligente y bueno va creciendo mientras me llama abuela.
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