Ha pasado casi medio año desde mi última entrada en Facebook, en mis blogs, en Instagram... Pensé no hacerlo nunca más, me lo juré, pero he cambiado de opinión porque mi promesa pasaba por ver acabar este triste episodio de la historia del mundo que hemos vivido impasibles durante dos años y donde parecía verse un punto de luz... Era un espejismo. Sin embargo, como superviviente que soy de casi todo, no quiero perder la oportunidad de compartir el lado luminoso de la vida, el que tan bien conocía el milanés Caravaggio, que nos enseñó a distinguir el color y la vida entre tanta oscuridad.
Las guerras y la falta de vergüenza de muchos políticos me han dejado sin ganas de casi nada. Vivir en este mundo caótico es imposible, pero hay que resistirse a la depresión. Tristemente he comprobado que hablar de política cuesta muchos disgustos porque hay gente que no respeta la opinión de otros. Afortunadamente, no todos somos iguales. El adversario tiene la misma libertad de pensar, de elegir y, aunque con distintas posturas y visiones del mundo, todos somos seres políticos. Mi único deseo es vivir en paz, sin problemas con el de enfrente ni con nadie, pero tampoco quiero aguantar a los malintencionados que insultan, que ofenden, que no dudarían en meterme una paliza si no existiera el estado de derecho. Tanta acritud me ha hecho dudar si merece la pena seguir manifestando mis ideas, pero hoy sé que no me harán cambiar de actitud. Seguiré junto al más necesitado, el que más mala suerte y menos comprensión tenga, junto al honesto: el que menos consigue del mundo, pero puede caminar erguido y mirando a los ojos. Seguiré apoyando a los que mantengan una política social que mire por esta parte necesitada de la sociedad, a los que luchen por el bienestar de la mayoría de seres humanos y por sus derechos. Esos derechos de los que, después de conseguidos, se benefician todos, hasta el que no se los merece poniendo trabas o dejando de cumplir sus obligaciones de ciudadano.
Y regresar a las redes sociales no tendría motivo si no fuera para contar cosas buenas, no sería justo volver para contar penas, porque la vida ha sido generosa conmigo -me tocó vivir en el lado bueno del mundo , aunque, como ser pensante, es también el del sufrimiento, el de saber lo que significa nacer en el lado más duro, injusto y cruel de la tierra...-. Por eso, la gran mayoría de los que vivimos en este país deberíamos reconocer lo que se ha alcanzado gracias a nuestra política social, a todo lo que desde una parte de la política se ha luchado y se ha conseguido. Y brindo por ello.
Esta mañana puse unas palabras y unas pocas de fotos en mi ventanilla de Facebook y entraron muchos amigos a verlas, a leerme, cosa que me alegró muchísimo. En este medio año que he estado ausente, el tiempo lo he dedicado íntegramente a mí misma: a los míos y a mi entorno que buena falta le hacía. He tenido unos meses con días de veintinueve o treinta horas: pocas para el sueño y el resto bien empleadas para multitud de proyectos. Han sido días fértiles, con mucho trabajo, pero con grandes recompensas. No os contaré mi diario, pero lo resumiré en las cosas más importantes que me han pasado.
Una de las más esperadas ha sido la restauración de la caseta que comprara mi padre a RENFE, la de un guardagujas, que sirvió en los primeros años alhaurinos para cobijarnos y disfrutar de este pedregal que compró mi padre en la década de los setenta y que convirtió con sus manos en mi jardín de las delicias: El Garitón.
Desde aquí os mando un cariñoso abrazo en un día tan señalado para los de mi generación. Y, aunque aún es de madrugada, ya es 20 de noviembre y mis pensamientos están todos en flor, y los kalanchoes, y las begonias...
* Hace cincuenta años exactamente, tal día como hoy, amanecí con mi hijo mayor en brazos y embarazada de mi hijo Pedro. Tenía una cámara de Super 8 y grabé la salida del sol, era un sol nuevo el que refulgía frente a nuestras caras, un sol majorero y fuerte que invadía cualquier rincón y lo llenaba todo de esperanza. Mi hijo pequeño inauguraría la democracia.
Y para ir poniéndome al día de lo conseguido en estos seis meses, iré contando poco a poco, cada día un rato, todas las cosas que han llenado mi vida de emoción.
Cariñosamente Mariví Verdú



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