

Cansada y muerta de frío, recurrí a un antiguo método que hacía tiempo que no usaba. Dejé la mente en blanco intentando concentrarme en lo que me dolía la rodilla derecha y la suerte que tenía por darme cuenta de ello. Casi llegué a ser feliz al reconocerme viva y sola. Hoy me alegro de lo ajeno que me resultó ayer el mundo. Como me resulta cada día, a pesar de ser un triste eslabón de su cadena.
Quien tiene una vida plena no tiene que recurrir a nada de fuera para encontrarse. Es todo un placer ser uno mismo, con nuestro propio dolor, con la compaña del insomnio o con la gratitud del sueño, con la seguridad de la muerte pegada al costillar pero con la preciosa certeza de la vida y el don de que ésta sea ajena a la mediocridad. Ayer el mando solo sirvió para corroborar.

La lluvia ha dejado un dulce esmerilado en los cristales. El frío, un vaho extraordinario. Mis ventanas son de tal belleza que estar encerrada tras ellas es todo un consuelo.
Desde El Garitón, gris y acuosa como la madrugada, clara y fresca como el día, con esperanza de sol, Mariví Verdú
Quien tiene una vida plena no tiene que recurrir a nada de fuera para encontrarse. Es todo un placer ser uno mismo, con nuestro propio dolor, con la compaña del insomnio o con la gratitud del sueño, con la seguridad de la muerte pegada al costillar pero con la preciosa certeza de la vida y el don de que ésta sea ajena a la mediocridad. Ayer el mando solo sirvió para corroborar.

La lluvia ha dejado un dulce esmerilado en los cristales. El frío, un vaho extraordinario. Mis ventanas son de tal belleza que estar encerrada tras ellas es todo un consuelo.
Desde El Garitón, gris y acuosa como la madrugada, clara y fresca como el día, con esperanza de sol, Mariví Verdú
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