
La verdad es que, una vez acabado el sorteo, sin ira, asumiendo la mala suerte con una mansedumbre ya de vicio, he quitado la tele y me he puesto a hacer borrachuelos. Las tres horas y media que he pasado entre los perfumes de la matalahuva, el clavo y la canela, poniendo en práctica la vieja tradición materna, he pensado sólo en que me salieran hojaldrados y ricos. Qué maravilla no depender de nadie más que de Dios para tan dulces planes. No he querido evocar otras navidades más dichosas (pocas) ni recordar lo que han sido otros años (tristes), no tenía más ganas de sufrir. No he pensado en los seres queridos que están en el hospital y mucho menos en los que ya se fueron para siempre. Sin embargo, mi gente estaba un año más en la cocina, a mi lado. Inevitablemente, el alma, asustada de tanto vivir sin vivir en mí, se ha puesto como el día: melancólico.
Y como la lluvia me había dejado sin coche esta mañana y un puñetero rayo sin internet durante el día, después de la tradicional tarea navideña me he puesto a escribir lo que siento y ha encarrujar unos versos que puedan llegar al alma de los lectores de este periódico, www.diariolatorre.es, un periódico tan libre como responsable, tan alhaurino como internacional, tan bien llevado y por tan buenas personas, donde ando acompañada de tan espléndido grupo de escritores que estar entre ellos me supone un gratísimo orgullo. Y ya que no puedo hacer otra cosa que esperar, voy a darle una vuelta de tuerca al poema y a desearos en él toda clase de venturas y aventuras para 2011 y, cómo no, para que la paz esté con vosotros.
No sé qué Dios necesita
esta sociedad presente,
tan sin fe, tan indolente,
tan aparente y perita;
siempre tan arregladita
y tan autosuficiente...
Tan sólo vive el presente
y cree que la Navidad
es ir de compras. ¡Comprad
un par de dedos de frente!
Gente, gente, gente, gente
que no usa su cabeza,
que no llora, que no reza,
y que existe simplemente.
Vivir tiene otro aliciente,
otras normas de belleza:
amor, justicia, pureza,
palabras, pan y cariño.
Dios es la cara de un niño.
Silencio y Naturaleza.
Inmersa en sabe Dios qué, mi voluntad poética tiene más de mi corazón que yo misma.
Desde un garitón lleno de musgo y melancolía, Mariví Verdú.
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