jueves, 13 de enero de 2011

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE HACE SOMBRAS CHINAS

La luz incide sobre el espejo de la coqueta como pasa solamente un día cada año a las diez menos cuarto del mes de enero. Llega con un ángulo agudo, casi de de cuarenta y cinco grados, y reverbera luego con otro similar sobre la puerta derecha del ropero que. a su vez, viene a dar en el embozo de mi cama, en el trozo que cae sobre el lado izquierdo, o sea, donde yo dormía hace ya más de tres horas. La luz toma un color de miel de romero que llena toda la habitación de dulzura.

A veces, cuando el tiempo se obstina en meternos las cabras en el corral, llega un rayo de luz, un trozo gratuito del divino misterio y nos seduce. Entonces, dejando a un lado todo lo terrenal, las cosas materiales que cotidianamente me tienen entretenida, soy consciente del maravilloso espectáculo del que todos somos protagonistas, privilegiados espectadores escogidos para la contemplación. Cuesta poco dedicarle al alma cinco minutos. No mucho más dura el momento de luz.

Lo he dejado todo, la limpieza, los soliviantos que me quiebran el alma, los desencantos perpetuos, todo, y me he puesto a hacer sombras chinas. He recordado la infancia, cuando no había televisión y sabíamos hacer figuras tras un rayo de sol sobre una pared encalada o ante la luz de una simple lámpara. Representábamos a todos los animales y caras que la pericia de las manos adquirían a fuerza de insistir. Yo sólo he podido hacer tres o cuatro cosillas porque, mientras me ponía a hacer mojigangas, mi cabeza ha ido recordado mis estudios de descriptiva y me he acordado de cómo pude abatir planos y situar un punto o una recta en el espacio...jaja, lo hice con el palo de mi fregona, que si le daba cierta inclinación y lo proyectaba mentalmente, pasaría por el techo de la casa de mi vecina de abajo y entraría por la pared de mi vecina de al lado.

Y dispuesta a disfrutar del día de domingo -el segundo de enero del que empiezo a tener conciencia-, miro al sol y descubro los verdes y azules que ha dejado la lluvia. Me remango las mangas para trabajar, que mañana hay que retomar las responsabilidades y hoy hay que dejar comida hecha para la semana y he de poner a punto la agenda, la nueva, que por sólo tres euros, me tiene la vida organizada. Lo mismito que este gobierno.

Seguiré escribiendo mientras llueva, mientras me llamen los poetas Encarna Lara, Paco Parra y, cuando le dejan, Pilar Bugella (a los que les dedico este brote de artículo). Aquí estaré mientras haya tiempo, mientras tenga eneros y febreros.

Desde El Garitón, dando gracias por las acelgas salvajes, Mariví Verdú

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