
tienen tristeza en la voz,
una tristeza profunda
que nace del corazón.
Es, a la par que tristeza,
deber, gratitud y honor.
El que Agustín se haya ido
será el contento de Dios.
El buen Agustín Jiménez
se nos acaba de ir,
y aunque abandonó su cuerpo

Mari Ángeles, mi amiga,
me ha pedido intervenir
y no sé si con palabras
podré expresar mi sentir.
Se ha marchado nuestro amigo
en una tarde de sol,
y el cielo, color naranja,
tuvo un nuevo resplandor.
De luz se bañaba el monte,
y en sus faldas un pastor

como la miraba yo.
Y pensé: ¿qué estará viendo
que aquí no podemos ver?
¿Será un sol como un pandero
de montes? Pudiera ser.
Y le pedí que buscara
a los míos por el cielo
que seguro que encontraba
calor, abrigo y consuelo.
En un momento preciso
sentí que estaba mirando...

sonriéndome, observando.
El camino se hizo largo
por cerca que esté Alhaurín,
y pasó por mi cabeza
lo que no cabe decir.
Y así, con esta locura
al cementerio acudí,
gracias a mi amigo Ibáñez
por acordarse de mí.
Se contaban los presentes

unos lloran, otros hablan,
acompañando y sintiendo.
Gente sencilla y con arte,
gente del mundo fiestero,
amigos y más amigos
del entorno verdialero.
Puedes estar satisfecho
mi buen amigo Agustín
que no hay persona en la Fiesta
que no se acuerde de tí.
Por tu manera de ser,
de estar, de ver y sentir,
por tu humildad de poeta,
por tu forma de vivir.

El buen amigo, el padrino
solos ayer nos dejó,
se fue a la cita que todos
tenemos la obligación.
Te vamos a echar de menos,
como tú no nacen dos,
y serás para nosotros,
fuerza, esperanza y canción.
En su amor nos sentiremos
unidos y acompañados,
que es Agustín en la Fiesta
lazo de cielo bordado,
rosa blanca y espejuelo,
caracola que ha llamado
al corazón de los hombres...

Agustín, brocal sonoro
será de nuestras guitarras,
eco de metal florido,
platillero de las almas,
arco iris de violines,
estrella en la noche alta
del Monte de Santo Pitar,
agua de mar y nostalgia.
Verso y candela encendida
eternamente por Cárdenas,
y estarás, mi buen amigo,
vivo en mi Calle del Agua.
Y como todas las cosas

con estos versos despido
mi humilde ceremonial.
Y me rebelo a la muerte
y no voy a terminar
sin decir que él esta vivo
y que acaba de empezar
porque la vida es recuerdo,
y el sueño siempre es real,
y la tierra es mar y cielo
y el amor es inmortal.
A Mari Ángeles con inmenso cariño, Mariví Verdú
No hay comentarios:
Publicar un comentario