miércoles, 22 de agosto de 2012

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE EN EL INVENTO DEL SIGLO XX



Recuerdo, allá por los ochenta, cuando le compré a mis hijos el ZX Spectrum (regalo de los abuelos), uno de los microordenadores domésticos más populares de la época, ideado con una técnica muy básica de sólo 8 bits, que almacenaba su memoria y sus juegos en cintas de casete de audio normales y que tardaban en cargar y abrir un montón. Estaban hechos a prueba de paciencia pero era tan novedoso el resultado que nos parecía el invento del siglo XX. Y así ha sido.

                                                 Por ese tiempo no me arrimaba a un ordenador más que para decirle a mis hijos que ya era la hora de apagarlo y almorzar, cenar o acostarse. Más tarde tuvimos un Amstrad y así fuimos agrandando el espacio de la memoria externa hasta hoy, tiempo en el que necesito -ya para mí sola- estanterías, dos memorias externas y varios lápices de memoria para trabajar. Porque poco a poco me fui pegando al invento, viendo las posibilidades que me ofrecía para almacenar mis escritos y albumes foográficos. Hoy, si tengo que prescindir de algún aparato doméstico (por ejemplo, si me dan a elegir entre lavadora y ordenador) me quedo con mi PC. Siento decir que soy dependiente, que me gusta demasiado, que siento un verdadero entusiasmo por todo lo que rodea, desde las redes sociales al diseño, incluyendo las facilidades que nos presta como el correo electrónico, el envío de archivos y el alcance mundial de las noticias. Hoy, conectando a tantísima gente, se ha convertido en el periódico mundial y en el escaparate de todos los enganchados a esta tela de araña que nos cautiva.

Y como enganche, hablemos de facebook. Una "enganchaera" total. Un vicio. No hay que estudiar mucha psicología para conocer el carácter y/o estado mental (a veces hasta físico) de una persona, basta solo entrar en su muro.  Si tiene otros colgajos en Internet, por ejemplo: Youtube, Sonico, Hi5, Blogger, Tuenti o Web, bastará echar una ojeada a estas páginas para tomar una impresión bastante acertada de la personalidad del autor. Por tanto, andamos más que desnudos ante todos y no nos damos cuenta. O sí. Los hay fisgones y voyeurs (tímidos, gente oscura), de vida alegre (hay quien cuenta sus correrías y las ilustra), mentirosos (que con un poco que se conozca del funcionamiento, se les pilla), solapones (que quieren saber pero no cuentan), buscones (que tienen una pareja panoli que no entra en estos menesteres y se las da de lo que no es), exhibicionistas (tela marinera, la de gente que hay), sabios, imbéciles, neurópatas, divertidos, sencillos y enrevesados, gente de todo tipo y algunos con mucho talento que se muestran tal y como son en este medio tan ingenioso.

También se les puede conocer por su forma de expresión. Literalmente poca gente escribe. Se han impuestos los signos de un lenguaje sincopado que algunas veces es ininteligible. Las faltas de ortografía son bastante comunes, hay algunas que son la repera y las tienen gente bien considerada. Pero no un baile de letras o una cosita de andar por casa, no: garrafales. Los signos de puntuación no existen y, en el caso de existir, se usan mal. Los signos de admiración e interrogación nunca se ponen al inicio de la frase, sólo para cerrar y varias veces. La preposición “por” se ha quedado en el signo de multiplicar o x; =mente, q bien, xao, son palabras muy comunes en el lenguaje común vía internet. Pero, aún así ¡viva el invento!

Desde El Garitón, que está el pobre más seco que un ripio, dando gracias por vivir en el monte y por estar delante de su ordenador dándole órdenes: ¡qué sean felices, amigos!


Mariví Verdú


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