domingo, 22 de diciembre de 2019

DÍA DE SOL Y BORRACHUELOS, por Mariví Verdú

 Hoy necesitaba sentarme un rato más ante este maravilloso invento, ante mi pantalla preferida, papel en blanco, donde siempre dejo la huella de mi paso. Necesitaba desprenderme de la rima y hacer frases seguidas, tan libres como yo. Aunque sigo escribiendo en papel lo que no publico, escribir frente al teclado va siendo cada día que pasa más natural, más cotidiano, limpio y fácil de ordenar, corregir, renombrar, almacenar... Son las cuatro de la mañana y en pocas horas oiremos el tradicional soniquete de la lotería de Navidad, la cantinela de El Gordo, con sus números y réplicas de premio, con la ilusión de ser buena por generosa porque ser espléndida siendo pobre es una verdadera putada. Nunca te alcanza el bolsillo a paliar el hambre ajena.

En la mañana he disfrutado el sol, ya barriendo jazmines -que parece verano-, hojas de la higuera o de la parra, ya viendo cómo se prodigan las violetas o cómo se entangarillan mis boinas de vasco. Una mañana radiante donde se han disipado algunas penas transformándose en nostalgia, en bellos recuerdos, en añoranza. Estas fiestas tienen eso, nos acostumbraron a que la familia lo era todo pero resulta que no nos enseñaron a vivir sin ella. Y hay que vivir, no queda otra. No puede una suicidarse ante el espejo de esta bahía malagueña. Es, más que un suicidio, un crimen, una injusticia, un desmérito de la belleza.

La tarde la he dedicado a los borrachuelos. Dos manos que parecían una cadena de montaje...¡vamos, vamos, que se quema el aceite! El primer limón del limonero de mi Cristina ha sido para la ralladura, junto con la de la naranja que cogió mi Dani el otro día del naranjillo enano del segundo bancal. La cascarilla de limón que uso para ver la temperatura del aceite, del limonero que sembraron mis hijos Pedro y Cheche en esta casa bendita. La canela, de Xauen; el aceite, de las aceitunas de mis amigos Pepi y Miguel, la receta...de mi madre. Al cante, Nano y la Paquera de Jerez, José Merced y Chano Lobato. Y yo. Yo cantando y estirando masa, haciendo pañuelos, rellenando, friendo, escurriendo, emborrizando y poniendo platos y platos tapaitos con paños escamondaos... Y oliendo a gloria toda la casa. He estado casi cuatro meses sin olfato, no sé por qué, y lo recuperé en el pueblo santo, en la perla del Norte, de donde traje la canela.

Y por si no tenía motivos suficientes para escribir, al ir a colgar este relato, acabo de comprobar con  alegría y orgullo que se han superado los cuarenta mil visitas en Con garbo y flamencura. La verdad es que no necesito hoy nada más. Doliente y de occidente pasa de las treinta y tres mil quinientas...muchísimas gracias, amigos. Cuando creé estos blogs, el primero hace ya doce años, fue para guardar mis artículos que por entonces y durante varios años se publicaron en un diario local. El de poesía, Con garbo, lo creé en 2009, hace ya una década, y no sé cuando puse a los dos el contador de visitas, no fue de inmediato porque he ido aprendiendo sola sus posibilidades, funcionamiento, diseño, tipo de letra, la manera de colgar imágenes...

Esta noche merecía la pena contar porque todo lo que cuento es bueno, agradable, dulce y necesario. Me sobran motivos para descansar hoy en paz. No sé si mañana me tocará la lotería, mi familia me ha regalado tres décimos así que tengo las mismas posibilidades que los demás jugadores. Pero a mí me tocó la lotería desde que nací. Estar viva y sentir el paso del tiempo, sufrir y padecer, amar y reír son la clave del premio. Y el pasado día 14 vinieron los míos y les hice un tajín de ternera que los transporté a las calles azules. Lo serví en la cuscusera que me regaló mi hijo Fernando. Su recuerdo resguardó el calor del guiso. Mi nieto y yo montamos el Portal. ¿Qué puede nacer sino un dios pequeñito de manos tan bendecidas?

Soy mucho más que afortunada. Gracias, papá, por este Garitón que tanto quiero. Desde aquí os deseo unas felices fiestas navideñas, mucha salud y muchas ganas de vivir.
Perfumada de canela, Mariví Verdú.


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