jueves, 8 de abril de 2021

RECORDANDO A DIEGO GÓMEZ CABRERA, por Mariví Verdú

El día 3 del pasado mes de marzo falleció Diego Gómez Cabrera, locutor de radio, presentador de televisión, actor y estimado amigo con el que me unía el amor a la poesía y el cariño que ambos profesábamos al poeta Manuel Benítez Carrasco, a Málaga, a Churriana (donde nació en 1936) y con una especial ternura a Alhaurín de la Torre de donde era Hijo Adoptivo.

Nada habría sido igual sin su voz, en aquellos años que solo la radio nos acompañaba. Si a la voz, ese instrumento de comunicación por excelencia que aporta al lenguaje aspectos que van más allá de la comunicación cognoscitiva, le sumamos conocimientos de arte dramático, inteligencia y buen gusto para traducirnos sentimientos, la voz se convierte en inolvidable. Y eso es lo que Diego tenía, lo que nos ha dejado, lo que todos los malagueños conocemos, respetamos y amamos. Era único para emocionarnos y su voz poseía una tesitura  tan particular que no la podremos olvidar a pesar de su ausencia.

Dicen que la voz nos distingue porque no hay dos iguales pero reconocer una entre miles y ponerle nombre propio suele pasarnos con pocas personas: con la familia y amigos, con cantantes y actores de nuestro gusto, con personas que nos han aportado conocimiento, que nos han transmitido sentimientos, amor al arte, que nos han provocado reacciones en el alma. Este es el caso de Diego. Si además le añadimos la sabiduría de toda una vida dedicada a la comunicación, a entusiasmarnos con sus gustos y descubrimientos, solo podemos estar agradecidos a su profesionalidad y a su entrega.

Diego siempre fue muy querido en mi casa. Mi familia le conocía desde que era un muchacho, todos vivíamos en el Barrio de Huelin. Mi padre era por entonces, además de ferroviario, operador de cabina de proyecciones de cine en el Real Cinema y Diego trabajaba como mancebo en la farmacia de la familia Maldonado (creo recordar que se llamaba así también la botica) y eran amigos de la mía.  Fue un tiempo en el que don Emilio Benavent Escuín (por entonces, párroco de San Patricio) se remangaba su sotana y subía en la Lambretta de mi padre cada vez que era necesario. Todos éramos vecinos, nos conocíamos, nos apreciábamos. Había mucho respeto y cariño, a partes iguales. Por cierto, don Emilio, que fue quien me bautizó, llegaría a ser obispo de Málaga, arzobispo de Granada y vicario general castrense de España, siendo el hombre más sencillo del mundo. Diego sería también muy importante en los momentos de mi niñez: despertó mi amor por la poesía y, sin saberlo, me inculcó el ritmo ya que sus programas de canción española me harían conocer parte de la obra del insigne poeta Rafael de León a través de voces únicas: Concha Piquer, Juanita Reina, Lola Flores ó Gracia Montes. Qué hubiese sido de mí sin “Pena, penita, pena”, “A la lima y al limón”, “A ciegas” ó “Y sin embargo te quiero”...

No puedo olvidar la faceta de Diego como rapsoda. Su interpretación de poemas como “Ahora me toca a mí”, “Romance del Feo”, “El seminarista de los ojos negros” o “Profecía” despertaron en mí el amor a la rima, al verso medido, al ritmo. Toda una vida transmitiéndonos cultura, día tras día, año tras año, alimentando nuestro espíritu detrás de un micrófono. Fue, a la par que Ángel Montes, de los primeros en divulgar en Málaga la obra poética de Manuel Benítez Carrasco por lo que mi admiración y gratitud hacia ellos será de por vida. Hemos colaborado, tras la muerte del poeta, en varias ocasiones. Acompaño fotos, la primera de un homenaje a nuestro querido Manolo y la segunda, recuerdo de una publicación en la que coincidimos, con motivo de los veinticinco años del reinado de Juan Carlos I, en un libro que le dedicamos veinticinco autores guiados por la iniciativa de Guadalupe Rodríguez Barrionuevo.  

Recuerdo con cariño la primera vez que me llevó a un programa, hace muchos años, en una televisión local, con motivo de mi premio del villancico “Los borrachuelos”. Debe estar grabado en una cinta de video VHF-cómo pasa el tiempo- que pronto pasaré a un formato legible en la actualidad. Todas las cosas adquieren con el tiempo la categoría de documento.

Esta pandemia nos ha dejado sin Diego. Nos está dejando sin ánimos, sin ganas de vivir y sin amigos...Estoy perdiendo la memoria a pasos agigantados y tengo tanta costumbre de estar triste que la tristeza ha pasado a ser cotidiana, amiga mía, allegada, constante...

Ir adaptándonos al presente dicen que es una forma de demostrar que somos inteligentes pero nadie te avisa de que serlo conlleva tanta amargura, tanta mansedumbre y tanta impotencia que me cambiaría sin dudarlo por el más idiota de los seres humanos.

No podré olvidar, mientras me quede conciencia, a quienes despertaron en mí el amor a  la poesía. Hasta siempre, Diego.

Desde El Garitón, donde llevamos tres días sin farolas, sin luz alguna, bajo la luna menguante pero esperando una explosión de rosas cuando amanezca,  


Mariví Verdú



Alhaurín de la Torre, a 8 de abril de 2021

No hay comentarios:

Publicar un comentario

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...