sábado, 8 de abril de 2023

VARIACIONES SOBRE EL AMANECER. DE LA PAZ Y EL SILENCIO, por Mariví Verdú

Hay muchos momentos en la vida en los que hay que tomar medidas, días cruciales en los que se dirime el porvenir y hay que decidirse porque depende de ello nuestro futuro. Algunas veces tenemos que renunciar a muchas cosas, hábitos y lugares por los que sentíamos apego. Otras, hay que sopesar la soledad y la compañía. Si se está mejor solo, asumir que afortunadamente nos tenemos a nosotros mismos. Pero lo más importante es el proceso, el viaje de la vida, hacer un buen viaje. Y la paz. La paz y el silencio que nunca nos falten, son imprescindibles para nuestro propio conocimiento, nos ayudan en la importantísima tarea de estar vivos. Bien es cierto que no todo depende de nosotros mismos y de nuestra voluntad, pero en gran medida sí que dependemos de nuestras actitudes y determinaciones ante cualquier situación que se nos plantee. Desde que nos levantamos, pasando por la alimentación, el trabajo, la higiene, el tiempo dedicado al ocio y al descanso, hasta la actitud con la que nos enfrentamos a cada momento del día y de la noche, la mayor parte de nuestra vida depende de nuestra voluntad. Luego están otras cosas, lo casual, lo inesperado, lo que llamamos azar -humano o divino, depende de los credos- y lo organizado desde las tripas del mundo, esas que tienen detrás seres humanos sin corazón con poder para reducirnos y hacernos mixto cuando les da la gana. La mayoría tienen credos conocidos y se jactan de ello, dando las gracias y actuando en su nombre. Qué miedo.

En la parcela de voluntad que tenemos cada uno, nos corresponde evolucionar, buscar objetivos y conseguirlos, afrontar cambios y asumirlos, adaptarse a cada situación o contratiempo para llegar hasta el final y morir con dignidad, con la honra de haber sido merecedores de la vida. Porque morirse hay que morirse, aquí nadie se queda para semilla de rábanos. Mientras respiremos, somos totalmente responsables de nuestras determinaciones, destinatarios de las consecuencias. Yo no puedo achacarle a ningún dios, ni al de aquí ni al de más allá, que sus designios vengan con maldad como para arrebatarle la vida a inocentes u otorgarle a uno dones particulares como premio mientras les da a otros una mierda de vida como castigo. Porque, si todo es cuestión divina y vivimos por su voluntad, habrá que achacarle no solo lo digno de agradecimiento sino todas las burradas que aquí suceden, no vaya a ser que solo esté para el ratito de las alabanzas. Y lo que es peor: que una creencia coarte mi libertad de pensamiento y tenga que pensar esto para mis adentros por miedo a que me parta un rayo.  

Eso de que los designios de arriba manejan nuestra vida se ha quedado muy antiguo. Lo de que no entendemos sus propósitos ni el plan que tiene para esta humanidad, nunca me cupo en la cabeza. Tampoco logré entender los conceptos de cielo y de infierno eternos.  Lo del limbo si que lo entendí desde que tuve uso de razón, desde que conocí a muchísima gente que vive en él y que les encanta hacerlo echando la culpa de todo lo que pasa a un ser inmenso que no ve. Es una actitud bastante cómoda, digna  de los que viven en el limbo -Babia o Las Batuecas, como diría mi madre-, porque da un margen grandísimo para hacer lo que les place mientras viven la vida padre. Esta gente entiende que su dios quiere que haya una miseria tremenda en otros puntos del mundo mientras ellos son sus hijos queridos. Pero su dios los identifica por los kilos de basura que tiran cada noche y porque se pasan la vida cagando más que un mirlo en un desagüe que les importa una mierda donde va. Tiran mil veces de la cisterna porque les preocupa otra mierda de dónde sale el agua. De hecho, les jode que llueva porque se mojan... Menuda plebe. Se les reconoce también porque les encanta joder al prójimo y lo quieren todo limpito, peladito, cocinado y plastificado... Se conocen los nombres de todos los protagonistas de mierda de la telebasura y no quieren saber, ni pensar porque... todo está escrito.

No soy creyente pero desde el colegio bien que lo intentaron. Bueno, creyente sí que soy pero no practicante. Bueno, practicante tampoco soy, ni ATS ni nada de eso, soy madrugadora, adoradora del sol y de la luna, del ciclo incansable del almendro, del madroño, del membrillo, todo lo que tiene que ver con la naturaleza incluidos muchos seres humanos y, hablando de ellos, me gustó mucho conocer la historia de Jesús, me pareció un gran hombre al que sacrificaron por envidia porque a muchos les molestaba que, viniendo de una familia humilde, pudiese tener tanto don de gentes como para llegar vivo hasta la actualidad. Durante esta semana lo están paseando por las calles medio desnudo, ensangrentado, crucificado... Yo no he salido a la calle. Me he dedicado a quitar yerbas, a estercolar el huerto, a disfrutar de la compañía de los míos... A vivir.

Desde El Garitón, fundida con la naturaleza y agradecida a mis amigos Javier y Juani, a mi nieto Daniel y a sus padres Pedro y Cristina que me han ayudado en el campo y lo que más: a creer en la vida, en el trabajo en equipo y en la bondad de los seres humanos.

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