martes, 6 de agosto de 2024

PACO MORENO ORTEGA O EL ARTE DE VIVIR, por Mariví Verdú

Ha muerto mi querido amigo Paco Moreno Ortega y llevo una semana dándole vueltas y largas al escritorio, al ordenador y a las fotografías. Estoy triste y disgustada, enfadada conmigo misma por haber dejado para mañana nuestro encuentro, nuestra llamada, nuestro abrazo. Paco y yo teníamos un hilo, activo y propio, que comunicaba las dos almas y, con unos pocos de datos, poníamos al día los dos corazones. Paco y yo nos entendíamos bien, hablábamos un mismo idioma, ese que se hereda desde la cuna, desde el colegio y la afinidad y teníamos varios lenguajes en común, en particular la Poesía y la Pintura. A pesar de los veintidós años que nos llevábamos, nunca hubo diferencia generacional entre nosotros, tal vez porque él fuera adelantado a su época o porque sabíamos que no hay edad cuando el cariño, la admiración  y el respeto son el sustento de la amistad.

Pero la vida y la muerte son imprevisibles, nos sorprenden con su llegada y nos dejan el corazón temblando. Los que somos viejos, temblamos ya por todo. A sabiendas de lo corta que es la existencia y la sentencia que pesa sobre todos nosotros, tan inevitable, y obligatoria como inoportuna, no queda otra opción que una mansa tembladera. Su muerte ocurrió mientras yo estaba disfrutando de las bellezas de nuestra tierra y de algo que nos apasionaba a los dos: la Poesía. Estaba sentada en la Plaza de la Iglesia de Villanueva de Tapia, celebrando el XXIII Festival de Cante de Poetas, oyendo improvisaciones en quintillas y décimas de troveros venidos de muchas partes del mundo. Fue con el son de fondo de la música caribeña cuando me dio por consultar el móvil. Así me enteré de la muerte de Paco. Me tapé la cara y estuve unos minutos fuera de allí, no sé dónde, en la frialdad que provoca una ausencia tan querida. Cogí la pluma como quien se coge a un salvavidas e improvisé lo que pude y os comparto.

En esta noche tan bella
mi amigo Paco se ha ido,
tras una vida que ha sido
verso, color, luz de estrella,
dejando profunda huella
en mi roto corazón.
Hoy te escribo una canción
para que empape este llanto,
una décima temblando...
Qué triste improvisación.

En los tiempos en que le conocí, allá a principios de los setenta, solo sabía de su faceta de pintor. Yo estudiaba en el Colegio San Pedro y San Rafael -él también lo hizo allí años atrás- y mi profesor de dibujo era José Díaz Oliva, amigo y compañero de profesión de Paco. Él fue quien nos presentó y lo encontré muchas veces por Málaga, en la Casa del Consulado, en las galerías y bodegas que solíamos frecuentar, pero cuando me deslumbró fue en 1979, en la inauguración del Colectivo Palmo, cuya sede estaba situada en la Plaza del Teatro. Palmo fue un colectivo considerado como uno de los más importantes de la historial cultural de Málaga, resultado de confluencias y encuentros entre artistas cuyo lenguaje vanguardista se alejaba de los planteamientos convencionales y comerciales. Allí conocería también a uno de sus fundadores, Jorge Lindell, de quien guardo gratísimos recuerdos. Obras de estos pintores pueden disfrutarse en el Museo de la Aduana, para justicia de sus obras y recuerdo y gloria de sus nombres.

En mi taller de El Gartón, el 11 de mayo de 2017

De Paco Moreno me atrajo su personalidad y su porte. Por entonces era un hombre de cuarenta y ocho años, alto, hermoso, moderno, atractivo y de una simpatía arrolladora, casi tanto como lo es hoy, a sus noventa y dos años, porque aún conserva su hermosura, su talento, su alegría de vivir y se mantiene erguido como una torre maravillosa coronada de abundante y canosa cabellera y una lucidez que asombra y subyuga a partes iguales. Gozo de su amistad y en estos últimos años, a pesar de estar más alejados por la distancia real, estamos más cerca que nunca en todos los demás sentidos. Escritor pródigo en obras que tocan casi todos los palos: ensayo, novela, cuento, letra flamenca y lo mejor...su poesía. En particular el libro que dedica a su madre Cecilia Ortega después de su muerte. Hoy he leído una serie de décimas interesantísimas recogidas bajo el título Sopa de Sapo. He leído bastante más de medio libro y me he asombrado con muchos de sus versos. Gracias Paco y enhorabuena. Gracias porque somos amigos, porque  vivimos en la tierra que nos gusta y envejecemos con la posibilidad de vernos de vez en cuando y celebrarlo con alegría. Gracias por compartirnos tanto arte.


Estos textos en cursiva los escribí en octubre de 2023. No sé ni cómo he llegado hasta aquí. No soy capaz de encarrujar ni tres palabras más, así que copio lo que escribí en Facebook y tal vez sea capaz con el tiempo de acabar una décima que se quedó enquistada en la noche tormentosa de Salinas, sin poder pegar ojo. Me he sentido tan triste que, de no haber estado en la Laguna Grande, hubiera llorado sin parar... Busqué consuelo en su positividad, en su manera de entender la vida tan optimista, porque él seguro que se alegraría de saberme  disfrutando de las pequeñas grandes cosas que nos han mantenido unidos más de medio siglo. Descansa en la paz que mereces, amigo mío. Te echaré de menos hasta que me llegue la hora. Te quedas en mi pensamiento para siempre. Mis manos son las que te rodean... Se me rebela el abrazo último, el que no te di. Gracias por tu amistad sincera y por cuanto has compartido conmigo. Adiós, Paco.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

CONSTERNACIÓN Y TRISTEZA POR LA MUERTE DE EDUARDO BANDERA, por Mariví Verdú

Ha llovido esta tarde y esta noche. Hoy, día 7 de septiembre, víspera del día de la Victoria, nos han arrebatado a Eduardo Bandera. No quier...