martes, 17 de diciembre de 2024

CLAUSURA DEL XXXVIII CONCURSO INTERNACIONAL DE LETRAS FLAMENCAS "HIJOS DE ALMÁCHAR", por Mariví Verdú

Desde que amaneció el pasado jueves, día 12 de diciembre, hasta la mañana del domingo quince, todo el tiempo he sentido un ángel de la guarda a mi lado. Si queréis venir conmigo estos días, os lo cuento. 

Llegué a Bilbao con un frío soportable pero en el aeropuerto recibí el abrazo calentito de un grupo de amigos almachareños, encabezados por el alcalde Antonio Yuste, y en tan grata compañía llegué a Barakaldo. Dos taxis de malagueños con ganas de compartir la experiencia familiar que un año más nos lleva a la Calle Castilla y León número 2. Llegamos riendo, disfrutando ya desde la fresca mañana bilbaína. Allí nos esperaban el presidente de la Asociación Andaluza Hijos del Almáchar, Manuel Sánchez Villalba, y su hermano Bernardo. Juntos nos tomamos unos cafés después de abrazarnos y ponernos al día y pude conocer al resto de los componentes del grupo formado por concejales de distintos partidos políticos, todos almachareños: Juan Manuel Pérez Fernández, Adrián Santana Guerra y Juan Pérez Gámez. Con ellos venían Joaquin y Leticia, de Axarquía Información, y Beatriz Nuñez Priego.

Dejamos el equipaje y nuestras pertenencias en la asociación, en la misma sede donde se celebraría al día siguiente, viernes 13, la presentación de la Antología Poética de la Copla Flamenca y liberados nos fuimos a pasear todo Barakaldo. Llegamos al teatro donde tres días más tarde celebraríamos el XXXVIII Aniversario del Concurso Internacional de Letras Flamencas "Hijos de Almáchar" y nos fuimos de pinchos y zuritos toda la mañana.

Ese mismo día había quedado con mi amiga Concha Landa de Vitoria para vernos y echar el día juntas. Fue una satisfacción volverla a abrazar. La vi venir a mi encuentro por Calle Nafarroa, a la altura de la iglesia de San José. Conchi y yo nos conocimos en Almería, en un viaje del imserso y nos hemos hecho amigas, lo que no esperaba es que vendría hasta Bilbao para abrazarnos y tener la ocasión de compartir un día feliz. Al final nos quedamos por Barakaldo y fuimos a comer a un lugar que nos había recomendado el propio presidente. Por la tarde fuimos a Bilbao y vivimos muchas peripecias juntas, nos reímos, merendamos y nos pusimos al día de todo lo importante, compramos suerte y nos regalamos unas horas mágicas. Nos despedimos ya entrada la noche deseando un nuevo encuentro y agradeciendo a la vida cuanto nos ha dado. Me recogí enseguida. Estaba fundida del viaje y del palizón de andar que nos dimos.

El grupo al completo estuvimos alojados muy cerca de del Teatro Barakaldo y desde allí  llegábamos con mucha facilidad a la sede de la Asociación. El viernes me levanté temprano y llegué hasta allí con el deseo de ver a los amigos. Ese día era mi día, el motivo principal de mi visita a Barakaldo, la presentación de la Antología Poética de la Copla Flamenca, un aproximación al Flamenco por sus letras, editada por Renacimiento y auspiciada por la Diputación de Sevilla.

Me abrigué bien, hasta con guantes y sombrero. Había organizado la mañana de ese día prácticamente al completo, pero hubo cambio de planes. Desayuné en el café de la asociación hasta que llegó Manolo,  el presidente. Traía el nuevo vestuario del Grupo de Baile Malaka, el que componen hijas, sobrinas y nietas de los socios, y algunos vestidos había que modificarlos. Los trajes los iban a estrenar en la gala del sábado y me ofrecí para coser si había que hacerles algunos arreglos, por lo que tomé la decisión de quedarme y ayudar. 

De esta manera pasé a formar parte de un taller de costura improvisado, después de regresar de Bilbao y realizar un compra necesaria. Y allí, con un grupo de maravillosas mujeres: Lourdes, Charo, Juani (la mujer del presidente) y Leire estuvimos dando lo mejor de nosotras. Le dedicamos prácticamente el día y hasta media hora antes de la presentación del libro. He de decir que el tiempo de costuras fue tan mágico como el de la presentación. De hecho, a las siete el taller se convertiría de nuevo en salón de actos y seguidamente en lugar del ágape. Hay que vivirlo, verlo para creerlo y poderlo contar. Este grupo de almachareños son increíblemente eficaces, trabajadores, abnegados, además de buenísimas personas que es lo más importante de todo. Volvería a hacerlo, sin dudar, a comer bizcocho de Charo, a ver cómo ensayaban las chicas, a disfrutar de la amistad.

En el almuerzo, al que estuvimos invitados todos los que habíamos volado juntos, estaban  también María José Martín, presidenta de la Peña Flamenca de Almáchar, hija de mi amigo Vicente, y otras personas que llegaron el mismo viernes. Con todos compartimos la mesa, la armonía y la alegría de vivir. Lo pasamos muy bien. Al acto de presentación, vinieron todas la personas anteriormente nombradas, prácticamente todos los directivos de ambas entidades hermanas, Barakaldo y Cornellá del Llobregat, acompañados de sus mujeres; Jagoba, responsable de la asociación en redes, los responsables de Axarquía Información, los concejales Alba Delgado, Carlos Fernández y Raquel Olalla del Ayuntamiento de Barakaldo... el salón estaba completo.

Después de las cariñosas palabras del presidente Manuel Sánchez Villalba, comenzó mi intervención. Hice un recorrido por el libro, nombré a cada uno de sus antólogos: José Cenizo Jiménez, profesor, experto en flamenco y poesía, crítico literario, escritor y letrista; Rafael Domínguez Villa, escritor, poeta y letrista;  Catalina León Benítez, profesora, escritora, estudiosa del flamenco y experta en su didáctica; Francisco Antonio Linares Lucena, profesor, escritor, investigador, poeta, letrista, lexicógrafo, dialectólogo y estudioso del flamenco; José Francisco Ortega Castejón, experto en música y flamenco, editor de la revista “La Madrugá”;  María del Mar Prats Yusta, profesora de baile, poeta y letrista y al ideólogo y coordinador, Domingo Jiménez Cánovas, así como al prologuista tan especial que hemos tenido: José María Velázquez Gaztelu. Hablé del misterio y el duende que rodea a la letra flamenca y cité parte del prólogo que no tiene desperdicio. Abrí debate, turno de preguntas y luego, después de dedicar algunos ejemplares, comimos y bebimos brindando por la amistad y el encuentro. Me retiré agradecida a tomar un caldito de puchero con mi amiga Juani a casa de Ana, una almachareña increíble que regenta un bar al volver la esquina de la calle. Me dieron las diez y las once hablando con ellas, y me dieron las doce y la una, las dos y las tres...sin dormir: emocionada, agradecida, recordando lo vivido.


Al día siguiente estaba allí como un clavo. Había quedado con Miriam Sánchez y no podía faltar. Hasta acabar su vestido. Más tarde me fui a Bilbao, necesitaba pasear por el Casco Viejo, asomarme a la Ría, llegarme al Mercado de la Ribera y gozar de un vermut rojo y un pincho en aquel marco único, exclusivo, inevitable sí voy a Bilbao. Y eso hice, como la protagonista de un ritual mágico donde toda la esencia de la tierra viene a mí y me abraza. Allí, esperando el tranvía, frente a la Iglesia de San Antón, me despedí de Bilbao hasta otra y tiré para Barakaldo totalmente emocionada.
Llegué justo a la hora del almuerzo y les leí esta décima que había hecho en esos duros momentos de mi sentimental insomnio:

Hay momentos en la vida
que me ayudan a vivir,
los que puedo compartir
con mi gente más querida.
Arropada, comprendida,
rodeada de lo mío,
ese mundo en quien confío
que me roba el corazón.
Para todos, mi canción
agradecida, os envío.

Habían llegado ya el ganador de concurso, José Sánchez Cano, y su querida compañera Marisa, con quien hice migas desde el primer momento. Hablamos de muchas cosas, antes, durante y después de la comida, un almuerzo que despedimos los tres juntos y porque nos avisaron, de no haber sido así, todavía estaríamos allí y porque el acto comenzaba a las seis y media y había que arreglarse un poco. Eso hicimos todos, ponernos un poquillo guapos para asistir a la clausura. Lo intenté, al menos.

Llovía a la hora de salir del hotel, pero afortunadamente no habían más de cien metros hasta el Teatro Barakaldo. Presidido por la alcaldesa Amaia del Campo, el alcalde de Almáchar Antonio Yuste  y nuestro querido presidente Manuel Sánchez España, acompañados a su vez de ambas corporaciones municipales, comenzó el acto a la hora prevista. Presentaban, como en ediciones anteriores, Joseba Larrinaga y Cristina Zúniga y, tras dar la bienvenida, comenzaron las pequeñas del Grupo Malaka con su baile llenando de gracia el escenario. 


Siguieron las adolescentes y terminaron las brillantes actuaciones las más mayores, todas jóvenes y hermosas, responsables del Grupo Malaka.
Y comenzó la entrega de premios.

Los premiados de la XXXVIII edición del Concurso Internacional de las “Letras Flamencas”, con el Jurado formado por Salvador Pendón, José Martín Pérez y Luis Cabrera Sánchez, había otorgado  premiar, bajo el lema “Maresía”, a José Sánchez Cano de Lebrija, Sevilla, con el primer premio.
Bajo el lema “Misericordia”, el trabajo de Rafael Domínguez Villa, de Sevilla, con el segundo premio y el tercero, bajo el lema “Por amor al arte”, a Juan José González Aguilar de Conil de la Frontera, Cádiz.
Rafael Domínguez Villa consiguió el especial “José de la Picá” a la seguiriya, y los especiales al mejor verdial, la mejor malagueña, la mejor soleá y la mejor bulería fueron para  José Sánchez Cano. Se entregaron los premios en orden inverso y yo subí a recoger el segundo en nombre del compañero de la antología Rafael Domínguez Villa. Lo recibí  de manos de la alcaldesa Amaia del Campo. El último en subir y recoger su premio fue José Sánchez Cano, que lo recibió de Antonio Yuste, alcalde de Almáchar. Después de diez minutos de descanso, subieron al escenario la cantaora Nuria Martín vestida de un blanco inmaculado, dispuesta a ser el centro de atención, y el guitarrista Francis Hernández, deleitándonos con su buen hacer. Por cierto, he de decir a los organizadores y especialmente a los iluminadores, que fueron un acierto las luces cenitales, particularmente las azules... 

Comenzaron con un recorrido por Málaga, desde Andalucía de El Chino de Málaga para acabar por verdial, una letra que hace muchos años le dediqué a Nuria Martín y habla de sus abuelos fiesteros, ya que estamos emparentadas por mi vía materna, por mi abuelo José González González, de los Montes de Málaga, y el suyo Antonio Martín González “Raicero” y a su otro abuelo Andrés Rivera Torres “Cincorrales”.  Me dedicó unas palabras de agradecimiento que me enternecieron.

 Continuaron por tientos y tangos, por soleares -por cierto cantó la de La Niña de los Peines que cita Gaztelu en el prólogo:

Fui piedra y perdí mi centro
y me arrojaron al mar
y a fuerza de mucho tiempo
mi centro volvía a encontrar.

Después del solo de guitarra por granainas de Francis Hernández, donde encajó un recuerdo de la Suite Española de Albéniz, correspondiente a Asturias, se levantó la sala en aplausos. 


Nuria salió con nuevo look para cantarnos unos villancicos por campanilleros: “El rico avariento”. Y para acabar nos interpretaron “Hay que nacer en Jerez” recordando a Lola Flores. Pero no acabó aquí, y yo lo sabía, aún nos tenían guardado un fin de fiesta por bulerías. Nuria no se iba sin una pataita y descalza se marcó un baile que hizo las maravillas del público. Pude hacerle unas fotos que así nos la muestra, en pleno delirio.

Y para concluir, cerraron el acto las componentes del Grupo Malaka, esta vez todas juntas, las chicas y las mayores, poniendo el broche final una actuación redonda y emotiva.

Antes de despedirnos hasta el año próximo, los presentadores Cristina y Joseba llamaron al escenario a dos personas incondicionales, entregadas, imprescindibles, Paco y Leire, tan importantes en la organización, recibiendo de los presentes un fortísimo aplauso mientras bajaban el telón.
Se nos hizo corto todo, todo. 



Luego continuó la noche con un ágape en la sede, una comida generosa donde todos dimos buena cuenta de las delicias y del vino. Estuve sentada con Nuria -no podíamos estar más tiempo de pie-, con los hijos de Alba, recibiendo clases de guitarra de Francis Hernández, aprovechando los últimos minutos de mi estancia con gente querida... Me despedí uno a uno de cada amigo con el deseo de volverlos a ver pronto y con la esperanza de que ellos también puedan verme a mí y abrazarnos como en esta ocasión, estrecha y fuertemente.

 


Me fui a dormir con pocas ganas. Paseé hasta Los Fueros y por Elcano Kalea disfrutando las calles mojadas y el ambiente limpio después de la lluvia. Todo olía a Navidad. Tenía solo cuatro horas para descansar, pero no podía. Me acosté pensando, dormí un par de horas y a las tres ya estaba escribiendo, viendo fotos, intentando dejarlo todo bien guardado en mi retina para que nada se me escapara...

Recogí muy temprano mis cosas. Aún no había pasado el operario de la limpieza con su chorro de agua por Calle Nafarroa. La juventud seguía de marcha sin temor al frío, en plena calle... La juventud, esa edad que aún se cree inmortal, es totalmente envidiable.

Regresamos en el mismo vuelo Nuria, Francis y yo. Nos separamos, cada uno llevaba su billete sacado desde muchos días atrás y no pudimos ir juntos. Volvíamos cansados, aunque felices y agradecidos por el amable trato recibido. 

Vi amanecer sobre las nubes, volando por el cielo, entre el sol y una espléndida luna llena: la luna fría de diciembre. Y, como un milagro, como una primera vez, me sentí mecida sobre el aire, repleta de esperanza.

 Traje regalos. Volví más cargada que a la ida. Pero la rosa, el eucalipto y el trigo de Miriam, de Sandra, de Leire y de las niñas llegaron asombrosamente intactos y lucen en mi entrada con aires de para siempre, con intención de eternidad.

Desde este Garitón que dejé por unos días y que hoy me cobija con la ternura de mis padres,


Mariví Verdú

 Fotos:
Jagoba Cueto
Beatriz Núñez
y Mariví Verdú

 

 

 

 


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