lunes, 31 de agosto de 2009

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE CUMPLE AÑOS

Anteayer cumplí cincuenta y seis años. Cualquier cosa es longaniza. Cincuenta y seis años, una edad afortunada por vivirla en paz. La paz es el estado habitual de esta tierra de ensueño que me ha tocado en el bombo: un pueblo de ensueño que se llama Alhaurín de la Torre. Cerca de mi vieja ciudad, Málaga, la que ha sido testigo de 10 lustros mi vida, o sea, de mi trabajo, amores y desvaríos. Y por tanto, de mis llantos y de mis primeros pasos por la historia y los versos. Mi edad es para estar, si no contenta, agradecida, porque ya es largo el chorreón de años que me han echado demás. No hay más que compararla con la media que tienen en otros muchos lugares de este mundo redondo, si las estadísticas no fallan. Resultado inhumano de la injusticia existente entre los primeros, segundos y terceros mundos. Por eso, a pesar de estar viva y agradecida, no dejo de estar dolida y peleando con la impotencia y en pleno ajuste de cuentas con Dios.
Si me pongo a comparar lo que había cuando llegué y lo que tenemos hoy, son muchos los avances que hemos sufrido, muchos vapuleos los que nos han sacado de la adormidera franquista, aquella que cada día se ve con menos acritud y con más claridad. Porque es verdad que la dismnesia es uno de los síntomas de estar mayor, por no decir vieja, pero la memoria me falla sólo cuando llego a la nevera y no sé para qué, o cuando quiero recordar con que somnífero televisivo, libro o música, caí ayer en brazos de Morfeo. Porque falla más para el corto plazo de tiempo que para el paseo por los recuerdos. Es por eso también que escribo, para no olvidarme que existí. He de recordar, cuando no tenga ya más que pellejo. Y porque algo se agita en mi interior todavía y sé que estoy en el mundo y, a pesar de los años, me duele esta tierra. ¿Será porque la quiero?
Os dedico este viejo poema, unas espinelas que hablan del recuerdo de una Málaga que amo con las mismas ganas de cuando era chica o más. Estaba incluido en un libro homenaje a Pedro Vila que se llamó Cultura, Paz y Libertad. Hace ahora una década. Bueno, estas cosas pasan, que se encuentre una dentro de un libro olvidado en la estantería. G.A.D. (O sea, abreviatura de Gracias a Dios.)
Ciudad noble y marinera,
crisol de toda cultura,
vergel de mar, gloria pura
de añeja y viva solera.
Al cantarle... yo quisiera
recorrerla con poesía,
describir lo que tenía
mi Málaga del cincuenta
y, al hacerlo, me doy cuenta
que lo tiene todavía:

el azul de su bahía,
la Santa Iglesia “Manquita”
sobre la antigua Mezquita...
la calle Santa María...
Esencia de morería
en su Alcazaba prendió
y un alto castillo alzó
que Gibralfaro se llama
y a cuatro vientos proclama
la historia que nos legó.

¿Y la farola?...pequeña,
blanca, de luz femenina
que con guiños ilumina
mar y tierra malagueña.
Desde la Puerta Veleña
hasta la de Valquatar
quisiera yo rescatar
las conchas de tu muralla
y devolverte una playa
que había en Puerta del Mar.

De Atarazanas al Río...
La calle de Especerías
era todo algarabías,
ventas, contraste bravío
entre trajín y amorío,
de Camas a la Posada...
desde el Puerto hasta Granada
toda la tierra cabía
en ésta ciudad del día
y de la noche estrellada.

San Juan, Santiago, Chinitas…
eres santa embaucadora,
sol que encala, cantaora,
una de las más bonitas.
La tierra donde palpitas
es libertad soñadora.
Eres mar, río que aflora
y a todos quitas la sed.
Estamos a tu merced
al son de tu caracola.

Desde este Garitón recién pintado de azul y con arriates nuevos, Mariví Verdú.

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