viernes, 28 de agosto de 2009

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE, EN POS DE UN IDEAL

Qué maquinaria más completa y misteriosa poseemos los seres, cada una con forma e identidad precisa y exclusiva. Hablo en particular del cuerpo humano. Ese templo que nos conforma, define y posee. Cada uno de nosotros es perfecto y milagroso, con su altura y sus kilos de más o de menos, pero albergando la vida y en lucha perpetua con el bien y el mal. Y mis preguntas las lanzo a los cuatro vientos ¿adónde está ubicada la conciencia? ¿Dónde se forjan los ideales? ¿Adónde está el alma?
Cuando se hace inevitable la hora del enfrentamiento con el final de la estancia en este maravilloso espacio azul que compartimos y que más de uno se ha empeñado en cargarse, se hace presente, casi obsesivamente también, el encuentro con el alma, ese milagro que nos mantiene animados y que cuando nos abandona nos deja más tiesos y más feos que un muerto. ¿Dónde está? Las respuestas sobre el alma, cosa tan abstracta y misteriosa, son tan difíciles que apostaría que a más de uno le ha quitado el sueño y le ha creado dolores de cabeza. Y todo porque nos buscamos el alma y nos la encontramos en cualquier sitio: en la cartera, en la casa del vecino, en la caja tonta, en el bar; o bien en una iglesia, en un trozo de sembrado, en un ideal… Ah, pero ¿quedan ideales? Ese es el ideal más importante: el alma. Tenerla o no tenerla, he aquí la cuestión.
La conciencia, no me cabe la menor duda, la tenemos en la cabeza casi siempre, cerca de la garganta –lo sé porque me ahogan las injusticias y porque no me deja tomar la segunda copa-. El alma… la mía está hecha últimamente una callejera… Oigan, yo me la escucho llorar a menudo, así que ayúdenme a no perderla. Si la ven rondando por vuestra casa, échenla a escobonazos y mándenla para Alhaurín, que vive aquí. El otro día se la llevaba una gatilla que merodea por los pinos. Hace poco me la devolvió el amigo Paco Parra porque se había quedado en casa de la Teodora, allí en Comares. Y ayer, sin ir más lejos, me di cuenta que se pasa más tiempo en aquel ideal que nos inventamos tres locos hace seis años y que ahora, gracias a la Asociación de Artistas Flamencos de Málaga y al Ayuntamiento de Alhaurín vuelve a salir a la luz. Se llama Calle del Agua. Es una revista. Una revista que roba mi tiempo, que me tiene robada el alma y yo diría que el corazón. Pobre alma mía ¡qué feliz es con poquito cariño que encuentre!
Bueno, amigos, a seguir con las preguntas del alma, de la conciencia, de toda la metafísica que escondemos los que hemos estudiado en la universidad de la vida.
Ya empieza a amanecer, ahora más tarde, pronto estará aquí septiembre, la de las mañanas preciosas, pero es tal la belleza de cualquier día en ésta mágica hora que bien podría robarle el alma a cualquiera de sus observadores. Pruébenlo y verán. Desde este cuarto que se va tiñendo de luz malva -maravillada, como siempre- les mando un abrazo muy pero que muy humano.
Mariví Verdú.

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