miércoles, 12 de mayo de 2010

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE EN LA INVASIÓN DE LAS ROSAS

Doliente y de Occidente en la Invasión de las rosas

Amanece un nuevo día de Mayo. Han pasado doce días desde que comenzó y siguen las lluvias. No puede haber más belleza que la que queda en un paisaje recién pasado por un baño de agua mansa y fresca de mayo.

Qué fresquita ha venío
la primavera
y el agua que ha caío…
qué calaera.

Verde está el campo.
Más verde los amores
que va anunciando.

Desde el pasado viernes hasta ayer martes he estado fuera de mis límites queridos, los que conforman la Sierra de Mijas, la de las Nieves, la del Torcal y la da Tejeda, los planos verdes de la Vega del Guadalhorce y el turquesa vivo de la mar. He ido cruzando olivares de Jaén y campos verdes de varias provincias hasta llegar al mismo Madrid, ciudad apasionante, enorme, que me da por perdida. Aunque, si me pierdo allí algún día de verdad, me hallarán - frente al Hospital 12 de Octubre- en una placita que tiene el nombre de Málaga. Estaré junto al mural de cerámica que nos la retrata con su farola y su mar contenido. La verdad es que Madrid es hermoso, demasiado para vivir allí. A la vuelta, he visto atardecer en Granada desde el Mirador de San Nicolás. Porque Granada sí que es belleza, una belleza que nunca me pierdo cuando por allí ando.

Granada, ciprés y nieve,
verde y blanca es mi Graná...
es tanto el arte que tiene
mi morita acristianá,
¡bandera tú, porque puedes!.

Y es que una visita al Sacro Monte, un paseo por la Cuesta del Chapíz y un alto en la Placeta del Salvador no hay quien me los quite si voy a la Ciudad de la Alhambra.

Granada sólo es Granada,
agua de Darro y Genil,
carmen de cuatro barandas:
Sacromonte y Albaycín,
Generalife y Alhambra.

Porque Granada tiene aljibes de un agua que a mí me quita la sed más grande, la del alma, me deja el corazón líquido y transparente, me enamora:

De cármenes y de flores
está llenita Granada,
de ojos negros y de amores
y placitas donde el agua
va cantando sus rumores.

Y, como llegué de noche no pude hacer otra cosa que dar gracias por lo vivido, por estar de vuelta y dormir. Pero, al amanecer, al volver a descubrir las bellezas de mi entorno diario, al recuperar la paz de la rutina, sentimiento de conformidad con la vida que no puedo traducir con palabras, veo mi trozo de bahía, mis montes cercanos, mi luz clarísima. Y, como presente, encuentro abiertas las mil flores de un chilindro y todas las rosas de la tierra en este pequeño mirador del mundo.

No quiero herencia ninguna
porque ya tengo bastante
siendo Málaga mi cuna.

Desde El Garitón, con un cariñoso recuerdo a Los González, a Paco Pereira, a Gema de la Torre y a Richard Gautier, Mariví Verdú.

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