jueves, 20 de mayo de 2010

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE. La Ley de D’Hondt y sus huevos de oro

Hace mucho tiempo, yo diría que desde que nací, me siento una persona cívica y sociable, casi pública, y puede que el mérito no sea ni mío, al menos, por lo del carácter extrovertido. Y es que la genética y la crianza juegan un papel muy importante en nuestro carácter y en las consiguientes relaciones de cada uno con los demás, por tanto agradezco a mis padres este posible don o sólo cualidad, porque no siempre es bueno ser sociable y mucho menos pública. Ser una mujer pública, tómenlo como les de la gana (que no está igual visto el adjetivo cuando califica a una mujer aunque allá cada uno con lo que se le venga a la cabeza), tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Las ventajas podría enumerarlas con pocos dígitos: conocer gente (buenos y menos buenos, malos y muy malos), tener siempre algo de los demás en nuestra propia cara (hablo de besos y de ese mínimo porcentaje de hipocresía o saber estar que hace sonreír cuando está una negra por dentro pero la cosa así lo requiere), ser menos una misma para ser de los demás (al menos, el tiempo que se dedica) y lo más importante: tomar el pulso a la sociedad malagueña casi a diario y tener una conciencia clara de lo que pasa a pie de calle. Si además de esto conoce una el sistema político por dentro, eso es ya el acabose. Ahí si que el concepto de hombre o mujer pública toma matices escandalosos.

El servir a los demás es una vocación y yo la tengo. Es algo así como oír una voz interior que siempre antepone al otro a ti misma. Digo yo que así será también el médico, la monja y todo aquel que entrega su vida (tiempo, esfuerzo y emociones) a los demás. Y digo que la tengo porque, además de sentirla, no cobro por ello. La única vez que cobre de la administración fue por un cargo de confianza y fui la mayoría de días a trabajar llorando. No entendía nada. Porque no entiendo la política de partidos, entiendo la política de conciencia y de ideología. La política cabrona que desune y machaca es mala de necesidad. Mi compañero Jesús, hombre trabajador como nadie y preclaro en sus ideas, siempre me dice que los cargos públicos de alta responsabilidad deben cubrirse con los mejores profesionales y expertos en cada una de las materias. Cuánta razón tiene. Los políticos son el poder legislativo ¿por qué no acaban de una vez de definir las leyes y dejan que los entendidos trabajen en aplicarlas? Y digo yo ¿qué hacemos los votantes para tener a tanto inepto en el poder? A decir verdad, nada. Falta educación y voluntad de cambio. A pesar de lo difícil que es contentar a todos, las cosas son más fáciles, mucho más fáciles, pero para ello deberíamos oír al corazón, escucharlo en silencio, y tomar determinaciones. En la unión y el respeto se basaría el tema pero ¿quién une dos fuerzas que no quieren entenderse? ¿quién será el bendito?

Me da un miedo que lleguen las votaciones. Otra vez, hileras de clones alfa y beta, vestiditos de domingo (aunque se tenga la nevera vacía) a coger la papeletita que les hace sentirse importantes... ¿Nosotros decidimos?... A grandes rasgos podría parecer que sí, pero no, no es tan sencilla la cosa. Hay trampas en todos los juegos. Las más sucias son las que hace el fabricante. Piensen y verán que no es tan decisivo nuestro voto. Es más, con este sistema electoral que rige hoy, queda todo tan pobremente repartido... O mejor dicho, lo hace dos tochos y excluye a las minorías dejándolas sin representación. Ver la Ley de D’Hondt. Un lumbreras sería este Victor D’Hondt, digo yo, si hubiera cobrado por el invento, rebasaría la fortuna del Gates. Pero aquí ya nadie hace nada por amor al arte, salvo escasas minorías y algunos poetas. Y , hablando de minorías, puede que las necesidades que estamos teniendo, las que conformarán el futuro de nuestros hijos y nietos, tengan más que ver con el pensamiento de inteligentes minorías que con este desmadre que nos está tocando vivir en esta democracia de los huevos, de oro para muchos -porque son muchos los funcionarios y políticos- y de los que se tocan los mismos, o sea, la mayoría - de madera para otros -por la obligación que otorga el paro- y de chocolate para los que se han acomodado a la sopa boba de sus pensionistas padres y ¡hala!, a vivir que son tres días. Las excepciones, que también las hay, sólo confirman lo dicho.

España es el piquito del gran dinosaurio de Europa, este que quiere parecerse al refundado continente americano, fuerte e invencible -después de cargarse a todas las minorías, dueñas y señoras, de aquellos territorios- y al vencido gran oso del este, el que se está bebiendo su propio vodka, y sigue sin echar cuentas de la vieja tortuga amarilla, a la que creemos mansa y torpe porque la comparamos con una tienda de veinte duros y un restaurantillo de barrio...pues vamos listos. Y al sur, donde las esmeraldas y los diamantes, los blancos sólo han dejado hambre y miseria. Nosotros mismos les esquilmamos por la cara las minas de fosfatos a los vecinos del continente de abajo y ahora...si te he visto no me acuerdo. Y digo yo... ¿por qué no nos unimos a Saramago y pedimos que cierren todos los zoológicos del mundo? y añado: ¿y si en su lugar metemos a estos otros animales que tanto salen en la tele?

Con mucho polen en el ambiente, y muy mala leche en el panorama político actual, desde El Garitón y con miedo a la apatía, Mariví Verdú

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