sábado, 14 de agosto de 2010

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE EMPAPADA DE LLUVIA

La mística es una irrupción de lo absoluto en la historia. Al igual que la música, ella es el nimbo de toda cultura, su justificación última. E. M. Cioran.


Son las siete de la mañana y sigue lloviendo. La tormenta de esta noche ha dejado el ambiente fresquito y los poyetes llenos de salpicones de barro. A la atmósfera le ha venido bien y a los que hemos sufrido estos días de calor tan extremo nos ha dado una pequeña tregua y hemos podido dormir. El calor ha sido insufrible este agosto, se ha disparado la tensión de mucha gente, se ha acrecentado el mal humor y los saludos han prescindido de besos, por aquello de los sudores. Gracias, lluvia, por caer aplacadita y misericordiosa.


He dedicado esta pasada semana muchas horas a ordenar las libretas viejas, esas que durante años han ido recogiendo mis sentimientos y en las que un grafólogo hubiera descifrado muchas cosas sobre mi estado de ánimo, menos que las que reflejan sus escritos. Una palabra tras otra, desde mi cuidada caligrafía de los trece años, pasando por las cartas de amor y los poemas del desamor; la descendente caligrafía de mis locuras carnales, la transfigurada de mis poemas místicos, la reconocible letra que dice dolores y penas, hacen un total de vida que, aunque llena de altibajos y tropezones, dice mucho de mi fidelidad a esta vocación de escritora sin papeles que soy. Todo un trabajo diario que abarca desde los cuadernos de fabricación casera, cosidos a mano, con lacitos, hasta los de gusanillo, desde el saco de cartas de amor hasta la memoria perdida de dos ordenadores y una cuarentena de cedes. Toda una vida esperando el verso que resuma mi estancia en este rincón bellísimo que esta noche ha sido traspasado por la lluvia.


Tener la sensación de que queda poco tiempo para poner las cosas en su sitio es ser simplemente consciente, no pesimista. Y es que dedicarse al grave oficio de escribir tiene sus riesgos. Uno de ellos es pensar. Y si encima no eres de las que te gusta arrastrarte por los pasillos de las instituciones pidiendo una oportunidad como Platanito para tener un libro que llevarte a la hoguera, después del poco mérito que le dan a una los que tienen carrera o poder para quitarte o incluirte en las actividades líricas de este pueblo y de esta provincia, no quiero dejar por aquí ni un papel demás. Mi tiempo se ha pasado, que te publiquen un libro ahora es como cumplir tu última voluntad, como tener un hijo probeta, a destiempo, sin la regla, sin el goce, sin bendición ninguna, cosa forzada, carne de quirófano. Sin embargo, aunque se ha aumentado con todo lo roto el volumen del reciclado de papel, he pasado al ordenador algunos poemas que quiero conservar, algunas reflexiones que no son ya ni mías al ser de todos los hombres y algunas letras de coplas que daré a mis amigos músicos para que las pongan en el aire. Iré sacando en mis artículos unos y otras, en los blogs que visitan los pocos amigos que me quedan y algún internauta equivocado. Y los ratos místicos... que no me falten nunca. Ay, soledad divina, que hoy se siente empapada de lluvia, acompañada de la flauta de mi canario y de la independencia adorable de mi gata.


*Dedicado a Francisco Rojano, un amigo que me regaló hace unos días un precioso canario. Y a mis compañeros animales, mi gata y esta flautilla divina que hace de mi casa un lugar en el cielo. Milagros para creer.

Corazón del pajarillo,
cuarta parte de un fresón,
donde se guarda el secreto
de la música de Dios.

M. Verdú

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