jueves, 19 de agosto de 2010

DEL DICHO AL HECHO HAY UN ESTRECHO. A Pedro y Cristina.

Con gran afecto recuerdo a mi amigo, por un tiempo mi jefe, Curro Flores, ex-Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Málaga en tiempos de Pedro Aparicio (cuando ser del pesoe era algo ilusionador). Como si de un resorte se tratara, después de conocer las impresiones o noticias que cualquier descerebrado le transmitía gratuitamente,  ya fueran de cotilleo insano, de palabra ominosa o, lo que era para él peor aún, vana, saltaban sus palabras y decía: “...y lo bien que estaba yo sin saberlo”. Pues eso mismo digo yo. Y no sólo digo, hago. Hace ya algún tiempo me puse manos a la obra y he cruzado el trecho que separa al dicho del hecho y ando ahora con mi nueva y transparente camisa. Aunque mi poder no alcanza más que a evitar lo evitable, comencé por no darle mucho “harilleo” a la gente que nada aporta a tu vida más que quebraderos de cabeza, seguí por la criba de los actos sociales, eliminando esos en los que la mayoría va a ver tus arrugas y los kilos que llevas demás, donde las conversaciones son de lo más insípidas, por no calificarlas de mediocres y torpes; he continuado por aniquilar la prensa y he terminado por extirpar los telediarios. Ya está bien de darme la comida con ese periodismo pobre, sensacionalista, partidista y descalificador que tanto me agobia y que no solo ha conseguido que le tenga asco sino todo tipo de fobias. Ahora, entre quitarme de fumar, de comprar el periódico y el no tener que aparentar lo que una no es, por tanto, no gastar ni un duro extra en tonterías ni pijadas, he podido ahorrar lo suficiente como para dedicarme a lo que me gusta. Claro está: este pan para este queso pero...¡y lo bien que sienta el pan con aceite!


Entre los políticos y este contagioso bostezo primate, aburrimiento colectivo, está desencantado el personal. Sabemos que no tenemos nada que esperar de la historia actual -tendría que surgir un nuevo lider, nacer una nueva filosofía, realizarse un gran milagro social-. Hoy sólo queda recurrir a los libros -ya sean de historia o de poesía, a ver si encontramos soluciones físicas o metafísicas -, a la música, al recogimiento y al pico y la pala, algo que debiera ser obligatorio para la mayoría ya que falta les hace a más de uno saber lo que es bueno. Tanto ocio y tanto trasnoche, tantos derechos para gente que no tienen la más mínima responsabilidad, imbuidos por tanto serial de paparruchadas entre hombres y mujeres de plástico; tanto programa de relaciones cagalistrosas que ponen como ejemplo a niñatos incultos que vestidos de limpio no valen ni un duro y que tienen menos futuro que una pompa de jabón -éstas, al menos, son tan efímeras como hermosas-; tanta gente tocándose las pelotas necesitaría de una buena dosis de trabajo corporal. Y es que está la gente cada día está más apamplinada, llena de complejos absurdos, siempre comparándose a las medidas y bultos de silicona de los starrings- y sin saber qué trapito ponerse para agradar. Aún no saben y nuestra actual enseñanza no se ha preocupado de enseñarles que el mayor tesoro no está en la apariencia sino en las poderosas fuentes del conocimiento y en el respeto a sí mismo. Recomendaría altas dosis de trabajo físico contra este sistema equivocado de vida para que las quedadas no sean a partir de las doce y hasta la mañana siguiente sino que el cuerpo no se pueda levantar de la cama de puro cansancio. Pero como a las madres y padres de hoy les da miedo tocar diana...¡qué nos zurzan a todos! Desde luego no pretendo ser catastrofista pero pocas esperanzas nos quedan si pensamos que de esta hornada salga alguien que merezca la pena en cualquier faceta profesional o cargo público y mucho menos personajes en quienes confiar nuestro futuro. Deseo y sueño con la excepción que confirme la regla.


Entretanto, con tanto calor como desencanto, canto y doy gracias por la vida mientras deseo a todos un llevadero verano. Casi me había olvidado del color de la semana, ya tendría que hablarles del color del mes y casi de las estaciones, pero los caminos de la vida son inescrutables. A mí me han llevado a dirigir un hogar de jubilados y a estar en contacto permanente e integrado con un colectivo que está lleno de inquietudes, de ganas de darse, de sabiduría y de soledad. A esto dedico últimamente mi tiempo: a que la soledad se llene de amigos. Tal vez sea así como deba emplear mis días. Mis tardes y mis noches, a repartir entre el sueño y los ensueños. Y si soy útil, bendito sea Dios.

DEL PERIÓDICO DIGITAL EL AGUIJÓN

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