sábado, 14 de febrero de 2009

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE. VIDA RETIRADA

"Al fin y al cabo, el secreto del éxito es la capacidad de adaptación. Y de ganancia, como todos sabemos.”
“La mentira es tan real como la verdad. Puede actuar sobre el mundo.”
“Ellos tiene el papel, nosotros la voz y la Palabra” R. Murillo

En primer lugar, vayan mis deseos de salud y prosperidad hacia todos los lectores de Diario La Torre. Durante el tiempo que he estado alejada del ordenador y reducida a un terreno de poco más de 50 metros cuadrados, he volado mucho con mi vista -menos con mi imaginación- y he tenido tiempo de reflexionar sobre mi vida y mi tarea en este mundo que compartimos. Cuando envío mis deseos para con todos he colocado los términos en orden de prioridad, ya que la prosperidad, tal como la tenemos conceptuada, algo material y sin topes, es menos importante que la salud. Gozar de salud es lo primero, a la par de la paz, dos bienes fundamentales para poder seguir viviendo en este valle de lágrimas. Quien dio al mundo ésta definición –que forma parte de la Salve, rezo que hoy sólo recuerdan pocos seres humanos- estuvo más acertado que quien lo hizo como paraíso, o sea, hablando de Málaga, Aleixandre.

Decía José Carlos de Luna, en unos versos de su poema titulado El Piyayo…y a mí me da pena y me causa un respeto imponente. Pues yo sufro, querido lector, el mismo sentimiento cuando pienso en esta tierra donde nos ha tocado vivir porque me da mucha pena de su contenido, de lo perdido que anda el hombre de su alma, de tanta belleza para tan pocos ojos, de tanta naturaleza en manos de depredadores, de tanta orquídea para elefantes. Sus moradores tienen de humano lo que tiene el caracol de velocidad. Y digo yo ¿para qué tanto esfuerzo en intentar cambiar la trayectoria imparable del planeta? Creo que lo mejor es hacer como Fray Luis con su vida, retirarla. Irse del sentido. Que nadie sepa de mí, más que los pájaros.

Aunque mis buenos deseos para con todos ustedes son verdad y extensivos a todos los hombres (como ven no digo hombras ni uso arrobas o /a, porque eso queda para los modernos que no estudiaron lengua), permitidme que estén salpicados de realidad, o sea, de un lodo que ensucia una barbaridad, fruto del momento que vive toda la bola terrestre y definitivo en mi trabajo como escritora. Es hora de cambios. Es por eso que mi obligada ausencia por motivos de salud ha desembocado en una redacción oscura, desesperanzadora, pero sincera –una cualidad que intento conservar-. Mi firme voluntad es darle un giro a mi vida -un giro que comparto con todos ustedes- porque la mejor manera de cambiar es hacerlo desde uno mismo, desde sus propias actuaciones. Y eso es lo que haré a partir de ahora. Cambiar, ha sido, es y será, retirarme. El éxito no es para mí ni para ninguno que piense en la salvación del hombre. La mentira, tampoco. Y ya tenemos muchos bufones en la corte. Mi tarea es otra: cortar las rosas en un lugar que conoce Romero Esteo.

Sé que a todo el mundo, como a mí, se le mueren sus seres queridos, enferman, pasan algún momento de escasez -ya sea material o sentimental-, pasan calamidades y horrores que parecen insufribles, y no pasa nada, la vida continúa. Pero yo no puedo seguir en el mundo y presenciar la injusticia con frialdad y sin mover un dedo para intentar solucionar algo…La impotencia me mata y eso es tan malo que me retiro, que no quiero seguir haciendo el paripé de vivir en sociedad ¿qué sociedad? Esto no es ni social ni propio de humanos. Señores, seguir viendo tanta crueldad -ya sea por TV como en directo- y continuar diciendo chaladuras; seguir viendo el desaguisado en el que se ha convertido el mundo y no sacar de sus poltronas a esta pandilla de fariseos, de charlatanes hipócritas que nos manejan la voluntad y el dinero; seguir comiendo sin vomitar el pollo plastificado adquirido en esas grandes e inhumanas superficies sin preguntarnos en qué máquina ha vivido y cuantos días tenía cuando le dieron muerte, sin haber visto una granja el pobre, ni haber tenido la oportunidad de campear un solo día, eso es vivir miserablemente. Y hablo de los pollos porque no puedo hablar de genocidio. Y porque no me da la gana de hablar de partidos ni de imbéciles. Porque me da vergüenza de cómo está el país. Por eso clamo al cielo. Vivir se ha convertido en una vergüenza, un dolor, un pecado que requiere de penitencia. No sé si alguna vez estuvo Dios con nosotros, no sé siquiera si existe o es que se ha dormido pero, si lo hay, lo reclamo. Lo que sí sé de veras es que hay una pechada de majaretas sueltos que encima creen tener derecho a toda esta falsa buena vida, tan buena que asusta, ya que está basada en pisotear cabezas. Como a todos, les llegará su San Martín. Pues para mí llegó la hora, amigos, la de mi sacrificio. Pero el mío es voluntario. Me retiro al interior de mi alma, la que no le importa a nadie. El sabio caracol no saca sus cuernos hasta que sale el sol. Y, como yo tengo más que ver últimamente con ellos que con los seres parlantes, eso haré. Me voy a los olivos a una tarea que tengo con mi cruz, esa que no descuelgo de mi cuello porque no me da la gana. Por eso escribo menos o menos legible y por eso no mando nada a ningún sitio. Y como no habrá mucha gente que me eche de menos porque lo que digo no es nuevo ni gusta oírlo, pues eso, nadie reclama un par de folios. A nadie le gusta el eco de la conciencia. Mi prosa está seca y mi poesía se ha vuelto cárdena, atardecida, y hace frío, mucho frío. Gracias a todos los que habéis llegado hasta aquí en la lectura, a los que me habéis leído otras veces, a los que me habéis encontrado por casualidad y a los amigos, a los que no dejaré nunca.

Y como sé que tiene mucho morbo lo que digo y que a más de uno le apetecería retirarse del todo, como yo he hecho, he rematado estas palabras con una oda que se escribiera hace mucho tiempo y que firmaría sin vacilar. Si la conocen, recuérdenla. Siempre hubo quien hizo lo debido. Y nada, lo dicho, salud y suerte a todos.

Vida Retirada

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspes sustentado!
No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento
ando desalentado,
con ansias vivas, con mortal cuidado?
¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!,
roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza, o el dinero.
Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves,
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo;
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera,
por mi mano plantado, tengo un huerto,
que con la primavera,
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza el fruto cierto;
y, como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura;
y, luego sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo, de pasada,
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.
El aire el huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruido,
que del oro y del cetro pone olvido.
Ténganse su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían,
cuando el cierzo y el ábrego porfían.
La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna; al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla
mesa, de amable paz bien abastada
me baste; y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
con sed insaciable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando;
a la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.

Así decía Fray Luís de León (1527-1591) y así siente y se despide de todos ustedes,
desde este garitón de hiedra y lauro, el de la fuente helada, Mariví Verdú

*Gracias al Diario La Torre por publicar mis secretos y a sus directivos por ser magnánimos.

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