miércoles, 11 de julio de 2012

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE, DE MIS SOLEDADES VENGO



Mi soleá es sólo mía
que la soleá de dos
es más triste todavía.

Esta mañana me levanté con la intención de escribir un artículo sobre la soledad. Y en ello estoy. Lo primero que hice, como cualquier mañana de cualquier día, es darme cuenta de lo sola que estoy, de lo solos que estamos.

He comenzado consultando el diccionario de nuestra lengua y viendo sus acepciones. Soledad (del lat. solĭtas, -ātis). Y en primer lugar me encuentro la de “carencia voluntaria o involuntaria de compañía”. Es en esa primera donde yo quería ahondar desde que empecé a gestar el artículo, que fue anoche antes de acostarme. Es esa carencia voluntaria de compañía la que nos da la oportunidad de conocernos a nosotros mismos. Como habréis observado, soledad es una palabra femenina. Es como si el el hombre no tuviera que ver es ella pero tiene que ver, claro que tiene que ver, de ella no se escapa nadie. La soledad debería ser una palabra neutra, porque es común y singular a la vez, es una experiencia vital que cada cual la vive a su manera. Yo pienso que tendría que ser un deber en la juventud antes de que se nos vuelva obligatoria con los años.

No puedes ir a la contra
de lo que dicta tu suerte
ni adelantarte a tu sombra.

Recomendable es realizar retiros espirituales y vernos ante la vida sin ningún entretenimiento más que nuestro propio pensamiento y la lucha por sobrevivir en plena naturaleza. Es así como el hombre advierte su estado, como analiza su vida desde su concepción y de la mejor manera que espera su muerte.

La razón y la locura
tienen el mismo camino:
derecho a la sepultura.

Soledad es una palabra mucho más que palabra, es una constante que todos estamos obligados, tarde o temprano, a sentir, un estigma del ser humano. El amor es un sentimiento aislado que puede o no darse entre dos o más personas pero la soledad es una cualidad inherente al ser. Se le dice también al lugar desierto o tierra no habitada, al pesar y la melancolía que se sienten por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o de algo.

Tan sola estoy en mi casa
que mi propia soledad
se queda fuera y no pasa.


Y también nos dice textualmente que es: “tonada andaluza de carácter melancólico, en compás de tres por ocho”. Ahí tendríamos mucho que ahondar pero yo sólo sé escribir ¡quién pudiera cantar! Siempre he entendido que se llamaba “soleá” a esa estrofa métrica tan flamenca y al palo flamenco  y copla que se canta o baila con esta música. Todo aquel que haya oído una soleá sabe lo que le digo. Es una maravilla de las muchas que han dado la creación flamenca. Yo, desde mi particular concepción de este palo flamenco, he creado varias soleares, muchas, pero sólo les digo aquí las que, de una manera u otra, rondan la metafísica. Además, hoy no puedo ser de otra manera.

A nadie le cuento ná
y a Dios le daré razones
cuando las tenga que dar.

Las más flamencas, las que se cantan por fiesta (soleá por bulerías, o coplillas hechas de igual métrica para cantar por tangos, bulerías o tientos) las dejaré para mejor ocasión, que también he escrito algunas. Hoy voy por soledades y digo:

Aprende sólo a vivir
que a la muerte no le importa
que sepas o no morir.

Sola, desde este Garitón solitario, procurando sacar todas las enseñanzas del almoraduj,
Mariví Verdú


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