miércoles, 30 de mayo de 2012

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE SOBRE LA CONVENIENCIA DEL SILENCIO

Abstenerse de hablar,
no hacer ruido,
ay, pausa musical,
do reprimido...
silencio mío,
que me voy a dormir,
que me retiro.                M. Verdú


Cuando veo tanto artículo sobre política, sobre una cosa que sirve para darnos dolores de cabeza y un único cuartelillo, el de haber votado, no me queda otro remedio que el silencio. Guardar silencio y gastar poco -porque no hay- es el secreto para no morir en esta crisis. El voto, ese acto por el que ya muchos se consideran personas y no cosas, es la simple y llana explicación de lo que nos pasa, el mejor medidor de cómo piensa el país. Y luego...la Ley d’ Hont compró la vara (la de medir, esa que vale tres pies o cuatro palmos y no llega al metro y excluye a los que tienen los pies y las manos grandes). Estamos en y con lo que hemos votado y se ha bendecido con puñetera la vara. Mucho antes ya le dijimos adiós a nuestra rubia (hablo de la peseta) y se nos vino el fabuloso mariquitazuca del euro,  y ya vimos que no eran lo mismo cien rubias que un cabezón y que no todo vale ni en educación ni en televisión, pero nadie puede tocar lo  establecido a golpe de vara. Canal Sur es de un arcangel, de la Agencia del Flamenco y las demás cadenas son de los espiritistas y hechiceras. Todo un mágico mundo se ha adueñado de nuestra caja tonta. Y no nos olvidemos de las putas y putos de turno, oh, hermanos folladores. Pero seguimos adelante. Tuvimos el capullo en el puño un puñado de años y todos veíamos lo que estaba pasando... ahora vemos volar las gaviotas desde el más cercano basurero hasta el mar de la comunidad y viceversa y seguimos viendo lo que pasa. Y Juanpobre, pobre. Y esto no es lo peor, lo peor es que no nos damos cuenta de que siguen comiendo los mismos y seguimos ayunando los mismos...¿sirve de algo hablar de política?

Cantaba Camarón: El día que considero/ que me tengo que morir/ echo una manta en el suelo/ y me jarto de dormir. Sabio Camarón y más sabio el poeta popular que escribiera sus versos. Yo hago lo mismo. Vivir en el silencio de Dios y de los hombres, aunque sea ayunando, y ver cómo la mayoría disfruta de lo que le ha ido robando a su vecino mientras llega la hora del juicio o  de otro tío Paco con las rebajas. 

Siempre se dijo que ya veremos quien ríe el último y adonde vamos a tener que poner la cárcel. El país se nos está quedando pequeño para tanto banquero y tanto banquete. Vivan los elefantes y las elefantas y vivan las úlceras de duodeno. Al menos se podían ir todos los mangantes a cagar al campo para ahorrarnos sus aguas fecales que huelen tan mal y manchan tantísimo nuestra piel de toro.

Ésta es mi humilde postura: el silencio. Sin embargo, lo he roto para hablar de política. Dios me lo va a tener en cuenta. Pero procuraré enmendarme y no hacerlo más.

Desde un silencio lleno de pájaros en El Garitón y en el alma, Mariví Verdú






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