sábado, 7 de noviembre de 2009

DOLIENTE Y DE OCCIDENTE, REFLEXIÓN SOBRE EL TIEMPO

Tiempo que se va, no volverá más.

Cuando mi tía María Teresa, la mayor de mis tíos carnales que alcancé a conocer y a quien tanto quise, me decía: si ya no me queda nadie vivo ¿a quién le pregunto yo esto, si yo soy la más vieja? Aquellas palabras me causaban un dolor que no sabía bien descifrar y lo llenaba de lirismo y poesía. A pesar de que me ocurría antes de pasar el umbral de la pena grande, no sé qué  melancolía intuitiva me ponía el corazón parejo al suyo y acortaba la diferencia de edad. Yo, que creía saberlo todo, ya que casi todo lo he intuido desde niña, quería entender por entonces lo que ahora comprendo y siento.

Después de irse mi tía María Teresa, primera persona a la que amortajé, besé y despedí con paz en el alma, llegó la vejez de mis padres. A ellos no les quedaban hermanos mayores y muy pocos amigos de la infancia. Decían lo mismo que mi tía, claro está, y yo, con más años y más tristezas, me empeñaba en servirles de enlace con algunos , a pesar de que la mayoría de noticias que les traía eran casi siempre lamentables. Mi padre vivió su jubilación en soledad, escogida y compartida con mi madre en este monte que hoy me cobija y me vale para lo mismo. Después de la muerte de mi padre, mi madre vino a vivir conmigo. Algunos domingos me empeñaba en llevarla de paseo a su barrio de juventud. Íbamos a ver a Mari, la viuda de Dottor, superviviente, como ella, con más de ochenta años. Se abrazaban y empezaban a correr los recuerdos y sus sonrisas desdentadas alcanzaban un aire de niñez digno de envidia. Otras veces las ponía en contacto telefónico. Igual hacía con otras dos de sus viejas y queridas amigas, Merceditas y Julia Tuderini. Ellas retomaban la conversación aparcada en los años cincuenta como si el tiempo no fuera cierto, ni la muerte, ni nada en el mundo más que la amistad.

Cuando murió mi madre, llamé a Mari. Me dijeron que su teléfono era ahora el número de una oficina. No sé si se fue a vivir con algún hijo o ha muerto también. Un año es mucho tiempo para quien tiene 90, muchísimo. Siento no haberte visitado más, amiga maternal y cuidadosa, amiga Mari de Dottor. Con mi respetado y querido amigo José Antonio, el poeta antequerano, me pasó algo similar: nos creíamos que habría tiempo para volver a tomar el té. Con mi hijo… pasó lo que pasó, tenía toda la vida por delante y eran sólo unas horas las que habían transcurrido desde aquel almuerzo, juntos, en son de paz y con muchos proyectos, sin embargo fue nuestra última comida compartida. Y hoy, que quería hablarles en mi artículo del tiempo, de lo efímero y bello que es, de lo hermoso que es el día, del sol y de los montes, no me ha dejado el alma hablar más que de lo que les hablo. Porque ya no me queda tampoco mucha gente a mí para preguntar cualquier olvido de mis recuerdos.

Y la gente se empeña en andar mosqueada todo el día, en dar por culo, en comerse el coco, en amontonar dinero y cosas materiales que luego dejan aquí pataleando porque, como decía mi buen amigo Cándido de Málaga en uno de sus fandangos preferidos:

Dicen que muere rabiando
to aquel que tiene dinero,
dicen que muere rabiando,
solamente con pensar
que todo lo que ha guardao
otro se lo va a gastar.



Prefiero disfrutar el día, la luz, el momento, único, irrepetible, necesario… el beso estrecho, el contacto con los míos… dar los buenos días de todo corazón, tener piedad y usar el perdón como moneda de cambio, hoy por tí…, mañana por mí. Que la vida se nos va. Y la belleza. Y lo que más queremos. Y nosotros mismos nos vamos para siempre.
No dejemos nada para luego. Seamos dignos de compartir el milagro de la vida.

Desde todo lo alto del monte, podando las parras y preparando el lecho para la siembra,

Mariví Verdú

3 comentarios:

  1. Me encanta. Preciosas siempre tus palabras.
    Un beso grande.

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  2. Tus palabras heridas y hermosas llenan mi alma dispuesta para la siembra.
    Es un placer compartir contigo este momento único e irrepetible para no tener que lamentar que no hubo tiempo.
    Tu alma está amasada de poesía.
    Un abrazo
    Lola

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  3. Querida Mariví, (permíteme llamarte así)
    hay quien dice que no existen las casualidades, sino las causalidades, y en muchas ocasiones, cada vez más frecuente, pienso que es así. Hoy, precisamente, tengo mi blog junto mi, desde la hora de sobremesa, en que por una o varias, mejor dicho, razones que me inquietaban y dolían, bullían en mi mente un sin fin de palabras locas por nacer. Primero hechas un caos, bailando torpemente, para al coger el bolígrafo ir fluyendo frases que relatan muchos recuerdos, vivencias de los mios. Legados de esos que, como los que cuentas en tu escrito, nos van dejando clavados en el alma y son, por lo menos para mi y creo que puedo asegurar que tambien es así para ti, el mejor de los tesoros.
    Y a eso me refiero, esa es la casualidad que de seguro tendrá su causa, ahora, abro este, como dices, bendito invento, y me encuentro con esto, que no es sino un encuentro entre almas, porque así lo he sentido. A mi aún me queda mucha gente a mi alrededor, aunque se que tendremos casi la misma edad; una de ellas, junto a mi, en cama desde hace ya cuatro años, mi madre, con 91 años, pero lúcida, para su dolor, porque se da cuenta de todo, pero con una ternura llena de una santa resignación increíble, con la que aún charlo y le pregunto e intento compartir todo los momentos de mi vida presente.
    Querida Mariví, todo tu escrito me ha emocionado hasta hacer brillar mis ojos. Yo tambien prefiero y comparto esos deseos últimos, ella siempre me dijo que: Un mal, con un bien se paga; y el hoy por ti y mañana por mi...
    Y esa despedida me sabe dulce, y algo agria de fondo, y entiendo que quieras y elijas ese hermoso retiro. Pero no nos dejes, sigue mandandonos y compartiendo tus escritos.
    P.D. Perdona que me haya alargado tanto, pero...
    Un abrazo,
    Lola

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