Mirando a mi alrededor, viendo el lleno absoluto de una entidad sencilla y entregada al flamenco, verdialera, que sabe estar y escuchar, que sabe distinguir, tuve la ocasión de saludar al presidente de la Peña Juan Breva, Luis Luque (otra peña muy querida por mí en la que participé con todo mi corazón junto a Eugenio Chicano en la organización de su 50 Aniversario). Me dio mucha alegría su visita así como la de su hermano Victor y la del socio fundador Salvador Pendón que presento a los artistas.
A Ezequiel Benítez lo conocí en el festival flamenco de mi pueblo y me conquistó. A Paco León lo conocí en mi peña acompañando a Caracolillo de Cádiz. Y me enamoró. Ayer, dulcemente, me partieron los dos el corazón. Lo que gana el flamenco sin micro, cercano, en comunión de emociones... Tuvieron una actuación soberbia, formidable, única. El silencio de los asistentes fue total. El recorrido de Ezequiel por palos como tientos, soleá de Triana, alegrías, malagueña, fandangos, cantes de la trilla y seguiriyas nos puso tierna el alma y a más de uno le nacieron lágrimas en los ojos. Su cante y sus letras, propias, suyas, hijas de sus sentimientos, nos traspasaron. Gracias por haberse acordado de nuestro querido Manuel Alcántara en una de sus soleares. El toque de Paco fue tan sincero y fiel, tan lleno de talento en esa perfecta armonía con el cante que se singulariza. Sus falsetas, medidas y oportunas, fueron aplaudidas en reconocimiento a tanta maestría. Para despedirnos, nos regalaron unas bulerías que hizo levantarnos a todos de la silla y volcarnos en aplausos.
Decía Lorca que el duende había que despertarlo en las últimas habitaciones de la sangre. Hablaba de soníos negros en las hondonadas de su alma poética. Quién soy yo para rebatir lo que su sabiduría nos dejó, sin embargo creo que el duende no necesita ser negro, ni blanco, ni hondo, ni que sean las tres de la mañana. Es verdad que no se le ve todos los días, es algo difícil de encontrar, un hallazgo, algo que ocurre cuando la magia nos rodea... Pues ayer vino a vernos sin tener que hacer demasiados esfuerzos. Se nos apareció por la tarde mientras fuera llovía. Fue un obsequio, un regalo, una parada del tiempo en ese espacio pequeño y acogedor que ayer cobijó a Ezequiel y a Paco, que nos reunió a todos nosotros. Y fue posible el momento, un hecho auténtico de arte, porque estaban presentes la sabiduría y la inspiración, porque se juntó el cielo y la tierra en un pequeño punto del mapa situado en Las Castañetas. Sí, fue de día y en un rincón muy flamenco donde tuvo lugar el milagro, donde todos pudimos sentir la presencia del duende. esa que se recuerda más nítida y honda con el paso del tiempo. Gracias.
Todavía emocionada y agradecida, desde este Garitón donde se oye la voz de Ezequiel Benítez esta mañana de enero, Mariví Verdú
*Gracias, José María Moreno, por el video tan bonito que has hecho.
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