martes, 5 de septiembre de 2017

ENTRE EL DOLOR Y EL HASTÍO: EL PESIMISMO, por Mariví Verdú

Aunque pensarlo y sentirlo es un diario, no sé bien qué decir sobre el pesimismo. Si fuera coherente  me limitaría al silencio. A nadie le importa en este mundo vano otra cosa que apretar botoncitos hacia la felicidad y evitar la voluntad que le fue dada en la primera bocanada de sangre que tomó. Nada que le suponga el más mínimo esfuerzo mental y mucho menos algo que le presente dudas será bienvenido. Es tan poco el interés que hoy suscita nuestra existencia que no siento ni un mínimo de interés por expresar mi inquietud directamente a nadie, aunque siga escribiendo. Mi voluntad así lo exige: escribo para oírme. Hoy, que todo se da por hecho, por merecido, por normal, el gran milagro de la vida se presenta como una vanalidad. Hoy, que todo está confirmado y estratégicamente manipulado para que la existencia  se base en no pensar, es una osadía presentarle al mundo la tristeza, esa mística experiencia necesaria, esa mínima sabiduría innata tallada por el conocimiento propio.
La muerte de Schopenhauer dicen que fue por insuficiencia respiratoria y es que no podía ser de otra manera. Pensar reduce la esperanza de vida y consume la mar de oxigeno, tanto que no queda ni gota para nuestros ahumados pulmones. Yo, cuando me sumerjo en dilemas, me quedo asfixiada, me muero de muerte consciente, o sea, que me meto entre pecho y espalda un buen lingotazo, duro de digerir, de espacio y tiempo aderezado con la líquida flor del pensamiento, totalmente alucinógena, claramente vidente, exenta de esperanza. Porque todo lo que soy nace de amoldarme a la vida, de oírme -cosa que jamás he dejado de hacer- y de cuestionarme. Diría que, apesar de los años, sigo siendo una masa de duda, un pan de dudas, un bucle de duda eterna que va cogiendo el molde de la vida. Y de la muerte.
En un mundo de dolor el fin sería deseable pero el amor a la vida, la voluntad de vivir, supera con creces la voluntad de morir. Hoy todo el mundo quiere ser eterno, de hecho ya hay experimentos que pregonan una vida eterna...menos mal que marcha paralelamente la oferta de muerte voluntaria, sería insoportable tener solo la primera como única opción. Hace mucho tiempo que vivo entre inmortales, entre gente que parece olvidar la caducidad de la materia... entre ellos los hay que se han creído vivir un enorme reality show... Pues a todos nos van a dar por culo, que diría el filósofo de mi barrio que frecuentó La Campana y tantas veces bebió conmigo.
Arturo, que llamaba a las religiones “metafísica para el pueblo”, nació muy pronto. Hoy fliparía con estos últimos sucedáneos, con las vacuas vanguardias de la técnica, estoy segura de que se suicidaría en Francia -como diría otro filósofo  y poeta que últimamente es tránsfuga del vacío.
Gente querida, siga cada uno con su pequeño caos que, al fin y al cabo, es lo único que tenemos y permitan que siga hurgando en mi pesimismo. Cada uno vaya con su dios y con su caos. La gloria para los místicos y el jamón ibérico para los que puedan pagarlo. Vivan los pocasluces.

Desde El Garitón, elucubrando porque septiembre me lo pone a huevo frito, Mariví Verdú.

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