lunes, 3 de febrero de 2020

BAJO LA ARAUCARIA, por Mariví verdú

Ayer, dos de febrero, día de la Candelaria, tuvo una fecha irrepetible -como cada día de nuestra vida- aunque más curiosa que de costumbre. Si la escribimos digitalmente nos muestra un número capicúo, el 02022020, un número caprichoso que ocurre cada mil años y que celebré por todo lo alto con plena conciencia. Hace mil años que fuera el Siglo de las Cruzadas, dos mil de que Jesús tuviera veinte años y anduviera perdido por Nazaret y tres mil de la destrucción de la mítica Troya...Vamos, que ayer fue como el comienzo de otra era, una nueva era del mundo.



Lo primero que hice, después de admirar que el almendro que tengo enfrente de mi ventana se había cuajado de rosas -anteayer tenía diez o doce leves flores abiertas-, fui a ver a los míos y a comprobar que estaban bien, que mi nieto progresa, crece y sigue siendo el centro de su hogar y el de mi ternura. Estuvimos contando chistes de un libro que le regalé el pasado año cuando cumplió siete. Se los ilustré como me fueron pareciendo, con un estilógrafo y acuarelas, sin dibujo previo, improntas y ocurrencias. Lo mantiene impecable. También estuvimos viendo su pequeña colección de monedas antiguas que conserva como un tesoro familiar. Un rato de verdadera paz para mi corazón.

Más tarde fui a compartir un magnífico almuerzo con varios amigos, Pepi Gil, su marido Miguel, Ana Olirey y Paco Pinto, su hermano Pepe y su cuñada Loli,  personas buenas y generosas que aman la vida y derrochan alegría y buen humor. La famosa paella de Pepe Pinto está alcanzando cotas de gourmet pero ayer las superó. La hizo en casa de Juani, maravilloso anfitrión, con el que comparto ideas y gustos, en especial por el flamenco y el amor a nuestra tierra.  Durante la sobremesa apareció  su primo hermano Sivi, Salvador Rodríguez, antiguo amigo con el comparto igualmente el gusto por el arte flamenco y la dirección de la mirada, siempre al oeste del pensamiento y del corazón. Y tuvimos la alegría de darnos un abrazo. Conocí también a Loli Madera y a Miguel Coronado, amigos de nuestro anfitrión, y fue tal el buen rollo que había en torno a su mesa que nos anocheció. 

Desde mediados de diciembre estaba programada esta comida y pendiente el que Juani Soler me mostrara un documento que obra en su poder como patrimonio familiar y que viene de propia mano de Emilio Prados, poeta de mi alma, al que conoció su abuelo llegando los dos a apreciarse y sentir una fuerte amistad, cariño que compartió toda la familia de Luis Sánchez Soria “El Tío de los perros”. De todos es sabido la labor de Prados con los niños de El Palo y con su alfabetización. De la carta que enviara Emilio Prados hablando de dicha amistad haré referencia en un artículo dedicado exclusivamente a ella, cuando Juani me de permiso. Tampoco sabría describir ahora mismo la emoción que sentí al leerla. Necesito tiempo.

Estuvimos hojeando también el libro de Michel Rennes “Huellas Malagueñas en el monte, la playa y las calles de El Palo y Pedregalejo” y me fue relatando los recuerdos de su niñez en ese paraíso donde existió un perfecto lenguaje marengo y un verdadero reino junto al mar entre jábegas, traiñas y sardinales, un reino de plata viva, de agua y sol.

Era noche cerrada cuando llegué a mi casa. A la derecha de mi cancela, el almendro que quedó destartalado y solo al otro lado del muro se había cuajado de rosas de color rosa. Y cuál sería mi sorpresa que, al ir a abrir el candado, me alumbró en la faena ofreciéndome un resplandor tan claro como si fuera la hora del amanecer.
Es que soy la única que le echa cuentas.

Desde El Garitón, ya día tres de febrero, entre almendros floridos, Mariví Verdú



* Esta tarde haré dulce de batatas recién sacadas de la tierra para seguir endulzándome la vida. Gracias, Sivi y Juani, por un regalo tan sabroso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

VAGÓN 12 DEL AVE. Crónica de un viaje exprés, por Mariví Verdú

Entrar en la Estación María Zambrano con una maleta y un billete de tren en la mano es salir al encuentro de la vida. Llevo lo imprescindibl...