Hace demasiado tiempo que no aireo mi alma y la pelusa gris de la desidia ha acaparado tiempo y espacio dejándole una leve película de vejez y descuido que no me agrada, una sequedad de boca y de ilusiones que no me puedo permitir. Ultimamente mi corazón solo sale al sol para trabajar como un gañán, pero a disfrutar de la vida no sale tan a menudo como solía hacerlo, se ha aclimatado a estas cuatro paredes levantadas en el monte y tiene miedo de moverse, vaya a ser que le toque otra despedida . Porque es lo que lleva haciendo desde hace mucho tiempo: despedir a gente querida. Llevo años sintiendo este prolongado dolor en el pecho y se está haciendo crónico. Temo que no pueda recuperar mi conocida inclinación por la hermosura y la alegría de vivir. Escribir me ayuda a encontrar ese resquicio de luz que necesito.
Empecé el párrafo de arriba el día veinticuatro. Hoy sábado, cuatro días después, retomo este folio virtual con la intención de acabar de memorizar dónde ha ido un año de mi vida y los motivos que me han hecho contar menos cosas, menos que no significa dejar de vivir. Y como octubre está a la vuelta de la esquina y el balance anual deja marca de insatisfacción y tristeza, no estoy dispuesta a ver solo el lado negativo de la vida, no tengo muchas ganas de ahondar en lo inevitable, en los profundos vacíos que me horadan el alma. He de decir, en honor a la verdad y después de un repaso a mi tiempo, que desde el pasado septiembre he vivido cuatro o cinco vidas y todo con una intensidad inusitada, esa que llevo gastando desde que tengo uso de razón y que no acaba, esa que es mi venero, mi llama viva.
Desde hace muchos años, tengo una agenda donde anoto, día a día, las cosas dignas de mención y recuerdo. Conservo una buena tanda de ellas, ya tengo setenta y un años y llevo escribiendo en ellas hace más de treinta años. En la actual, en la de 2024, anoté una frase con la que concluía la hoja del día 1 de enero que dice así: “Cada día necesito menos para ser feliz. Me basta una tarde con los míos.”
La agenda la compré el día 2 en Canillas de Albaidas, de camino a Árchez, la primera vez que visitaba esos dos pueblos. Fui con dos amigas, una nacida allí, y visitamos el Río Turvilla y la Fábrica de la Luz. En un jardín junto al río cogió una violeta salvaje mientras la otra cortaba una ramita de lavanda. Acabaron en mis manos y las guardo secas entre las hojas de enero. El día 3 estuve en el Parque Taralpe con mi nieto, con Dani, y me ayudó luego con la comida. Hicimos albóndigas y comimos juntos. Y el día 4 compré un roscón de Reyes para visitar a mi prima Nina y a su novio Fernando (85 y 92 años). Fui con mi prima Julia. Ya no están ni Julia ni Fernando, los despedimos este año, se fueron felices pero con pocas ganas. Hoy doy gracias por la presencia amable de Nina, la prima que vivía en la Avenida de los Guindos, la del pozo con enredaderas de rositas trepadoras y ventanas azules... Cogimos naranjas de su hermoso naranjo cartameño con las que preparé una ensaladilla malagueña y tres de ellas las dejé junto a foto de mi hijo Cheche, a la entrada de la casa, en una especie de ofrenda o yo qué sé... El día 7 me fui con mis compañeros de UMA al Juanar, hicimos senderismo y llegamos hasta el Mirador de Marbella. Vimos África mientras brindábamos con champán por la vida...
Y todo esto solo en la primera semana de enero. Podéis imaginar el resto. He preparado cuatro exposiciones de pintura, tengo un libro en imprenta, han salido otros tres en donde colaboro, he acabado dos encargos de retratos, he ampliado mi círculo de amigos con Julia Rosé, Ezequiel Benítez, Paco León, Caracolillo de Cádiz, Jorge Muñoz, Elvira y Carmen Martín, Pablo Balsera, Paco Escobar, Hugo Cuche, Paco Paredes, Alexis Díaz Pimienta, Pedro Martos... Y a muchas personas más.
He remozado El Garitón y he sacado en luz cuatro plumarias, hijas de la de mi amigo Juani Soler, y he creado muchas cosas, desde el disfraz de Megara para mi sobrina nieta Emma, hasta las cajitas personalizadas adornadas con flores de almendro, las piedras pintadas y tantas labores que no soy capaz de enumerar. Además, he estado en muchos sitios y he vuelto a tantos otros: Archidona, Villanueva del Trabuco, Casarabonela, Villanueva de Tapia, Salar, Moguer, Palma de Mallorca, Ardales, Guardamar del Segura, Ronda, Carratraca, Talavera de la Reina, Madrid...
Pensándolo bien, solo tengo motivos para estar agradecida y satisfecha. Y sin embargo me pueden los vacíos, lo no hecho, lo no aprendido, el tiempo perdido en pensar en Las Batuecas... Pero hoy, acabando septiembre, juro solemnemente dejarme de ir y soltar el látigo con el que me fustigo, quererme más y estar satisfecha por los ocho kilos perdidos y orgullosa por tanto como he ganado en la batalla contra el tiempo.
Empecé el párrafo de arriba el día veinticuatro. Hoy sábado, cuatro días después, retomo este folio virtual con la intención de acabar de memorizar dónde ha ido un año de mi vida y los motivos que me han hecho contar menos cosas, menos que no significa dejar de vivir. Y como octubre está a la vuelta de la esquina y el balance anual deja marca de insatisfacción y tristeza, no estoy dispuesta a ver solo el lado negativo de la vida, no tengo muchas ganas de ahondar en lo inevitable, en los profundos vacíos que me horadan el alma. He de decir, en honor a la verdad y después de un repaso a mi tiempo, que desde el pasado septiembre he vivido cuatro o cinco vidas y todo con una intensidad inusitada, esa que llevo gastando desde que tengo uso de razón y que no acaba, esa que es mi venero, mi llama viva.
Desde hace muchos años, tengo una agenda donde anoto, día a día, las cosas dignas de mención y recuerdo. Conservo una buena tanda de ellas, ya tengo setenta y un años y llevo escribiendo en ellas hace más de treinta años. En la actual, en la de 2024, anoté una frase con la que concluía la hoja del día 1 de enero que dice así: “Cada día necesito menos para ser feliz. Me basta una tarde con los míos.”
La agenda la compré el día 2 en Canillas de Albaidas, de camino a Árchez, la primera vez que visitaba esos dos pueblos. Fui con dos amigas, una nacida allí, y visitamos el Río Turvilla y la Fábrica de la Luz. En un jardín junto al río cogió una violeta salvaje mientras la otra cortaba una ramita de lavanda. Acabaron en mis manos y las guardo secas entre las hojas de enero. El día 3 estuve en el Parque Taralpe con mi nieto, con Dani, y me ayudó luego con la comida. Hicimos albóndigas y comimos juntos. Y el día 4 compré un roscón de Reyes para visitar a mi prima Nina y a su novio Fernando (85 y 92 años). Fui con mi prima Julia. Ya no están ni Julia ni Fernando, los despedimos este año, se fueron felices pero con pocas ganas. Hoy doy gracias por la presencia amable de Nina, la prima que vivía en la Avenida de los Guindos, la del pozo con enredaderas de rositas trepadoras y ventanas azules... Cogimos naranjas de su hermoso naranjo cartameño con las que preparé una ensaladilla malagueña y tres de ellas las dejé junto a foto de mi hijo Cheche, a la entrada de la casa, en una especie de ofrenda o yo qué sé... El día 7 me fui con mis compañeros de UMA al Juanar, hicimos senderismo y llegamos hasta el Mirador de Marbella. Vimos África mientras brindábamos con champán por la vida...
Y todo esto solo en la primera semana de enero. Podéis imaginar el resto. He preparado cuatro exposiciones de pintura, tengo un libro en imprenta, han salido otros tres en donde colaboro, he acabado dos encargos de retratos, he ampliado mi círculo de amigos con Julia Rosé, Ezequiel Benítez, Paco León, Caracolillo de Cádiz, Jorge Muñoz, Elvira y Carmen Martín, Pablo Balsera, Paco Escobar, Hugo Cuche, Paco Paredes, Alexis Díaz Pimienta, Pedro Martos... Y a muchas personas más.
He remozado El Garitón y he sacado en luz cuatro plumarias, hijas de la de mi amigo Juani Soler, y he creado muchas cosas, desde el disfraz de Megara para mi sobrina nieta Emma, hasta las cajitas personalizadas adornadas con flores de almendro, las piedras pintadas y tantas labores que no soy capaz de enumerar. Además, he estado en muchos sitios y he vuelto a tantos otros: Archidona, Villanueva del Trabuco, Casarabonela, Villanueva de Tapia, Salar, Moguer, Palma de Mallorca, Ardales, Guardamar del Segura, Ronda, Carratraca, Talavera de la Reina, Madrid...
Pensándolo bien, solo tengo motivos para estar agradecida y satisfecha. Y sin embargo me pueden los vacíos, lo no hecho, lo no aprendido, el tiempo perdido en pensar en Las Batuecas... Pero hoy, acabando septiembre, juro solemnemente dejarme de ir y soltar el látigo con el que me fustigo, quererme más y estar satisfecha por los ocho kilos perdidos y orgullosa por tanto como he ganado en la batalla contra el tiempo.
Desde El Garitón, peleando con la yedra y los viejos jazmineros, ganando por la mano,
Mariví Verdú
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