
Acobardada y triste, hecha polvo, no dejo de oír en mi cabeza el lamento de la tierra. Mientras, las banales cosas del mundo siguen su maléfico curso: las modas, los cuernos, las fantochadas políticas de uno y otro bando, las charlotadas de los enanos mentales, las telenovelas y los telenovelos. Y los pecados: la envidia, el egoísmo, la maldad, la ingratitud, los atropellos sexistas, el desamor, la quinta televisión y el exceso de todo. No sé cómo puedo vivir con este panorama irracional en mi particular estado: sin trabajo, sin saldo y sin esperanza; formando parte del juego social-caritativo que le corresponde a los funcionarios, luchando por los mayores y los poetas que no son de partido y/o de fundaciones millonarias, estando entre los más necesitados de este país, los sin futuro. Cada uno de nosotros tenemos un tsunami particular en nuestras vidas por culpa de los descerebrados que nos mandan. Y aquí andamos, sufriendo estoicamente.
Y como me gusta escribir, voy a dejar un rato mi silencio para reclamar al ángel de la guarda de los ojos oblicuos y a los angelitos de los ojos grandes de Murillo su vuelta a la tierra. Y a Dios, a la espada de fuego de su divina justicia, le pido, por favor, que le eche una miradita -como el que no hace la cosa- a estos sinvergüenzas que se comen las manzanas, el árbol y la tierra, y los expulse para siempre del paraíso político en el que viven. Que coman mierda un poquito de tiempo y sepan de una puta vez a lo que sabe esta mierda de vida, esta inseguridad, esta impotencia, este frío, este hambre, esta lista de espera, este dolor de años, esta incertidumbre de los hijos, esta cesta de la compra, esta mansedumbre, este desahucio.
Yo vuelvo a mi silencio mientras vivo los malos momentos en el más absoluto abandono de la sociedad desde este garitón soleado e invadido de hierbas que no puedo cortar, dispuesta al sacrificio, con mi cabeza en el ara. Me da mucho más miedo estar viva y ver al mundo sufriendo su fracaso que estar muerta y encontrarme en el túnel de las incógnitas. Mientras, me duele, lo mismo que el mío, el dolor de los demás.
Otra cuaresma en vivo, otra cuaresma viva, otra pasión cercana, diaria, universal por íntima. Ya nada temo si me llega la muerte. Total: vivo crucificada.
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