
Más allá de cuestiones metafísicas, analizar el momento que vivimos me parece, más que un examen individual, una confesión universal. La problemática actual va mucho más allá de la voluntad divina, que parece haber sido la última palabra siempre, es el tratado de últimas voluntades de unos seres humanos que han pensado que su existencia era el no va más. Estos tenían por refrán preferido aquel de “el que venga detrás, que arree”. Y lo que ha pasado es que hemos cargado mucho al mulo. Hoy, entre los santeros de la eterna juventud y la esperanza de vida que ha subido -o el índice de mortalidad, que ha bajado-, somos demasiados para todo y pocos para cualquier cosa: muchísimos coge-alúas, muchísimos psicólogos y pedagogos y gogós y gagás. Somos muchímos
zapateros y ninguno remendón, muchímos instructores de tiempo libre (con diploma) y muchos universitarios que acabarán por sacarse el diploma de monitor de tiempo libre para que el paro sea ilustrado. Y muchos orates sueltos, tal como registré en estos tangos del Piyayo que les adelanto de mi próximo libro: “Cantos y silencios flamencos”.

Que están todos en la calle,
que allí no queda ninguno,
que s’ha convertío la calle
en la Sala 21.
Sin embargo, somos pocos los que estaríamos dispuestos al sacrificio, a cualquier forma de sacrificio, a cualquier forma de redención.

Y, entre que hemos convertido la vida en una simple cuestión material y hemos sacrificado el alma en el trayecto, entre que hemos malgastado los dones del mundo y ya no podemos con él, pronto dejará de andar. Por mucho que arreemos al mulo.
¡Y aluego...los dos incordios tan feos que nos van a meter a las horas de la comida en la caja tonta por cuatro años! Dios nos coja de lao. De frente duele muncho.
Desde El Garitón, con pijama dominical, Mariví Verdú.